Yo no voy a romper lanzas por ningún funcionario de este gobierno, comenzando porque no conozco a ninguno de ellos tan a fondo que me permita formarme una opinión de sus actuaciones y, menos aún, de sus intenciones. Durante la IV-R, en virtud del mayor tiempo que estuvieron “mamando de la teta del estado”, sí llegué a conocer a unos pocos de ellos al menos lo suficiente como para que ellos también conocieran mi nombre, pero tampoco estaba al tanto de sus actuaciones aunque sí era notoria la forma como habían medrado considerando sus orígenes y los ingresos que DEBERÍAN tener. Es algo semejante según me dicen, no porque me conste, a lo que ocurre hoy con algunos funcionarios ubicados en diferentes niveles de la escala burocrática. De todas maneras, a mí no me extrañaría que se estuvieran repitiendo los mismos hechos que se dieron y vieron en la IV-R, ya que en ambos casos la burocracia es la misma de antes, ya que no se han producido despidos y donde sólo se han visto cambios notorios, más que todo por lo visibles que son, por estar en los niveles más altos y vestir de rojo rojito, aun cuando los resultados de las gestiones no se pueden considerar exitosos en absoluto, lo cual en el peor de los casos, salvo contadísimas excepciones, sólo han valido para que los designados sean transferidos a posiciones de nivel semejante, cuando no mejores, en otros organismos del estado. Eso sí, la prédica constante del Presidente, solicitando una mayor mística en el trabajo en pro de la eficiencia en el desempeño y la lucha contra la corrupción ha sido mayor que en todos los gobiernos anteriores sin que, al parecer, su prédica haya trascendido a todos los niveles de las organizaciones e incluso ni siquiera ha hecho mella en funcionarios de alto nivel, no obstante lo cual no se han aplicado medidas punitivas.
De modo pues, que resulta sumamente hipócrita la ¡y que oposición! al Rrrrégimen del autócrata, ya que en cualquier caso lo que este gobierno pueda haber hecho en materia de corrupción no es ni la sombra de lo que ella hizo a lo largo de más de cuarenta años sentando cátedra en esta materia (recuerden aquella frase de los venezolanos: “ellos roban, pero dejan robar” y la del oráculo de AD, ante los medios de comunicación: “el venezolano roba porque no tiene por qué no hacerlo”), sin mencionar la labor de este gobierno en materia de reducir la descomunal deuda social que le tocó heredar.
Innumerables veces, al producirse la designación de alguno de estos altos funcionarios, se han levantado numerosas voces dentro y fuera del partido de gobierno, sobre todo partiendo de los niveles de base, advirtiendo al primer mandatario la inconveniencia de tal designación, pero casi siempre el designado es considerado por el primer mandatario como si fuera su hijo, su hermano del alma, su compadre y hasta su padre, hasta que los hechos posteriores han dado la razón a las voces que se alzaron para objetar la tal designación y en esos casos el Presidente, muchas veces, ha terminado por retirarle todos los elogios que antes le había atribuido y adjudicarle una serie de epítetos que, generalmente, ya le habían sido atribuidos al personaje por numerosas voces que, generalmente, no llegan a los oídos presidenciales. Por eso sería conveniente que el Presidente no se fijara tanto en la vestimenta roja, rojita de ciertos personajes y que más bien abriera los ojos y oídos a todas las voces, sin exclusión y recordara aquella frase del genial Cantinflas cuando impidiéndole el paso en su calidad de mosquetero al cardenal Richelieu, con su roja vestimenta, le dijo:”Os conozco mosco, pero a mí no me engañáis ni que de rojo vistáis”
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