La Política es un duro, complejo y difícil oficio, cuyo ejercicio requiere una comprensión del devenir histórico de una sociedad y sus momentos coyunturales, además de estar dotado de una fortaleza ideológica y ética que guíe los actos de sus protagonistas, en la perspectiva que indican sus ideas y las aspiraciones de quienes con ellas se identifican.
Al fragor de la lucha política, las contradicciones se acrecientan y se matizan y, por momentos lucen irreconciliables, llegando a alcanzar niveles de enfrentamiento verbal, físico y militar, que pareciera que los contendientes, en la lucha por hacer prevalecer sus visiones e intereses, terminaran en una cruenta y definitiva batalla que se saldará con el aniquilamiento del contrario, al punto de producir su desaparición o desconocimiento absoluto en la realidad política que sobreviene al conflicto.
Pero, precisamente, por la complejidad de la Política, lo que parece definitivo, siempre es relativo porque el escenario de la lucha política siempre se encuentra en proceso permanente de adecuación, relacionamiento, reinserción, revisión, rectificación y reimpulso, que obliga a repensar la visión estratégica para ajustar la línea táctica en un momento determinado a partir de las diversas coyunturas, las cuales, es importante reconocerlo, se van produciendo, no por la voluntad consciente y deliberada de los actores, sino por el desarrollo de la lucha de clases que, al fin de cuenta, es el escenario fundamental de la Política.
La revolución bolivariana en el Poder desde aquel histórico 2 de febrero de 1.999, ha sufrido un largo y profundo proceso de mutaciones en su desarrollo, iniciándose con los aliados tácticos burgueses, incorporados al esfuerzo por derrotar a la Cuarta República Indigna y Dependiente gobernada por Acción Democrática y Copei, en alianza con la oliburguesia venezolana, la Alta Curia Católica y el Alto Mando Militar y, subordinada, a los intereses económicos, políticos y militares de los Estados Unidos; proceso que llevó al deslinde político inicial con los sectores de la oliburguesía nacional tradicional (Miquelena-Riera-Quijada-Pablo Medina-Hernan Escarra), sectores militares nacionalistas (Dávila-Yoel Acosta- Rosendo-Hurtado Soucre) y partidos de izquierda (Movimiento al Socialismo y la Causa Radical), en la medida en que la lucha de clases se agudizó y se fueron definiendo los bloques sociales claramente enfrentados en la defensa del viejo orden burgués cuarta-republicano o del proyecto revolucionario bolivariano.
Y ese proceso de confrontación, reacomodos, deslindes y reordenación de fuerzas fue seguido de otros menos traumáticos, pero igualmente importantes, producidos por la profundización de la revolución bolivariana y socialista, al dársele mayor relevancia al movimiento de los trabajadores, al campesinado revolucionario, a los sectores medios profesionales de las industrias básicas, en ataque directo a los monopolios, la recuperación de las tierras e industrias nacionales estratégicas, la incorporación efectiva e ideológicamente soportada de los cuadros militares altos, medios y bajos de la Fuerza Armanda Nacional Bolivariana; todo lo cual provocó el rompimiento con la tendencia nacional reformista burguesa de Baduel, la desincorporación del partido Por la Democracia Social (PODEMOS) y, la más reciente salida, en medio del debate por las elecciones de la Asamblea Nacional, del partido Patria para Todos, PPT.
Esta última fuerza, más importante por sus cuadros y experiencias política que por la cantidad de sus votos, fue arrastrada por algunos de sus dirigentes nacionales que, por resentimientos políticos y ambiciones personales y, en alianza con sectores oportunistas y “quintacolumnas”, pretendieron presionar a las fuerzas bolivarianas y a su líder fundamental, el comandante Chávez, para alcanzar una representación popular que no se correspondía con sus aportes cuantitativos y cuantitativos al proceso revolucionarios y que ya, en el debate sobre la construcción del PSUV, había dado muestra de vacilaciones ideológicas y políticas que hacían suponer, fundadamente, que estaban en camino de apartarse de la unidad revolucionaria para construir un “centro político” que no tenia pertinencia ni viabilidad política, dado el grado de polarización de fuerzas que existía y seguirá existiendo en el decurso de la revolución venezolana, hasta que la confrontación histórica se resuelva, definitivamente, a favor de alguna de los bloques de fuerzas sociales enfrentados.
Las laceraciones producidas por la confrontación con el PPT, como toda fractura de la familia revolucionaria, se dio con expresiones duras, hirientes y difíciles de superar en lo personal, pero siendo este escenario, un espacio político en donde deben privar las ideas y los intereses de las partes enfrentadas, no es ni debe ser, la razón determinante de las futuras relaciones y vínculos entre los revolucionarios bolivarianos y el “pepetismo”, por cuanto, más allá de la conducta de algunos de sus dirigentes y las acciones oportunistas y manipuladoras de algunos personajes que se le adhirieron para atacar a los bolivarianos, en el seno del PPT existen honestas posiciones revolucionarias, compromisos concientes con el cambio revolucionario y relación orgánica con el movimiento social anticapitalista y antimperialista, por lo que, en lo esencial, es una fuerza que, recompuesta en sus definiciones políticas y superadas las fricciones y laceraciones generadas por el fragor de la lucha política, es posible – y necesario - llegar a acuerdos que permitan su reincorporación al proceso de cambio revolucionario, con el fin de que siga aportando lo mejor de su capacidad y experiencia política, en este período de confrontación abvierta con el imperialismo y sus fuerzas internas, opuestas al tránsito revolucionario a la sociedad de los Justos: El Socialismo.
Es imprescindible decirlo y sostenerlo: la revolución no tiene enemigos en el seno del pueblo sino a la burguesía, el imperialismo y los partidos y organizaciones sociales que defienden sus intereses. Todos los demás hombres y todas las demás mujeres patriotas, nacionalistas, revolucionarios, sean o no bolivarianos, que estén dispuesto a asumir el Programa de la Transición Revolucionario expresado en la Constitución, deben formar parte del Bloque Social Revolucionarios que aniquile el orden burgués, destruya su Estado de Opresión y construya una nuevo futuro de Paz, Libertad, Democracia, Justicia Social y Solidaridad con la Humanidad y el planeta Tierra: la Sociedad de los Justos: El Socialismo.
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