Las relaciones entre Venezuela y Colombia, desde que me acuerdo, han sido, al menos, tumultuosas. Siempre han estado llena de equívocos, de verdades, de malos entendidos y conspiraciones. El desenlace del proyecto de Bolívar de la Gran Colombia fue un pitazo.
Sin embargo, lo del señor Granda tiene ciertos ribetes que hacen que este impasse diplomático deba ser tomado con extrema precaución y calma. Estados Unidos de América invadió un país, ubicado a miles de kilómetros de sus costas, con la excusa de buscar armas de destrucción masiva. Con la excusa de luchar contra el terrorismo. Si el conglomerado de gobiernos del mundo fuera serio, le exigiría a Bush que Saddam sea liberado y repuesto como Presidente de su país, pues su principal delito fue y es la posesión de armas de destrucción masiva. Y sabemos que lo único que las fuerzas de ocupación han encontrado en Irak es un “territorio libre” para violar derechos humanos a sus anchas, para destruir patrimonios artísticos y culturales, y, faltaba más, también encuentran la muerte.
Y es que el secuestro del señor Granda, llamado en medios periodísticos “canciller”, fue hecho con la única intención de “luchar contra el terrorismo”, según el gobierno colombiano. Ustedes dirán que este señor sí es real y no virtual como las fulanas armas. Es cierto. Pero el quid de la cuestión está en que un tipo que cumplía con funciones de relaciones internacionales, no solicitado por la INTERPOL, visitante asiduo de varios países latinoamericanos, bautizado como “canciller” incluso por sus compatriotas, no puede ser considerado parte de la “lucha contra el terrorismo”. Cuando leo los comunicados de La Casa de Nariño, busco un desliz que me permita comprobar que fue escrito por Colin Powel.
¿Entonces que pasó? ¿Por qué el señor Granda, si es terrorista, solicita su naturalización con su verdadero nombre? ¿Por qué no se movía aunque sea con un alias, como hacen los guerrilleros que se respetan? ¿Por qué no estaba solicitado por Colombia a través de la INTERPOL? ¿Si estaba siendo solicitado, por qué no se solicitó su extradición? ¿Por qué, si es terrorista, se le otorgó la naturalización?
Las preguntas son muchas y las respuestas excesivamente lógicas como para no pensar cualquier cosa. Y sino, díganme que significan las siguientes decisiones: meterse en un país ilegalmente, secuestrar a un tipo acusado de terrorista pero sin cargos por este delito en su país, llevárselo en la maleta de un carro, luego negarlo, después aceptarlo con la excusa del derecho al método policial de recompensas, pagar recompensa a funcionarios del país “invadido”, incluir al “terrorista” en la lista de la INTERPOL después, cuando no se necesitaba pues ya estaba capturadísimo, etc. El libretista de las películas de James Bond tiene materia prima valiosa en este caso. Lo malo es que no da risa. Pero si parece un peine. ¿Pisado por dos?
mechacin@cantv.net
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