Definir el carácter de la nueva instancia de reunificación y ampliación de los sectores e individualidades patrióticas, democráticas y revolucionarias que comparten el ideal de la revolución bolivariana y socialista que lidera el comandante Hugo Chávez, “… no es poca cosa...”, si tomamos en cuenta, no solo los retos que supone enfrentar a la fuerza imperial más poderosa y criminal de cuantas hallan sido creadas por las sociedades de los Propietarios y, además, destruir al interior de la propia conciencia de individuos y de toda la sociedad, la perversa inoculación de valores y conductas que, como parte del bagaje ideológico capitalista, persisten más allá de los cambios que se generen en las fuerzas productivas, las relaciones de producción y los medios de cambio e intercambio de cada sociedad y la Humanidad toda.
Y no lo es, porque se trata, nada más y nada menos, que profundizar y desarrollar un novedoso proyecto revolucionario en estos inicios del siglo XXI, en medio de una coyuntura histórica inédita en donde, todo parece indicar que el sistema Capitalista, en su fase global, ha entrado en un proceso de irreversible descomposición que inviabiliza sus mecanismo de control del Poder Mundial, encaminándolo a una paulatina pero irreversible crisis, cuyos tiempos y consecuencias, pareciera ser demasiado temprano para apreciarlas.
Pero además, se desarrolla en medio de la necesidad histórica de los revolucionarios y las revolucionarias, de poner en cuestionamiento TODOS los aportes teóricos y las experiencias que, en la construcción de Socialismo, se hayan podido acumular desde la Comuna de París hasta nuestros días, tomando muy en cuenta los profundos cambios que la sociedad de clases y, el Capitalismo, en particular, han producido en los individuos, en la sociedad y en la Humanidad y, los efectos reversibles e irreversibles que tales modelos de producción, acumulación y legitimación, han producido en la cultura humana y la geografía física y económica del planeta Tierra.
Porque, debemos decirlo con humildad realista que, a la revolución bolivariana y socialista, la historia le ha concedido la oportunidad de nacer en un momento extraordinario de la Humanidad, en donde el luminoso caos de la transición de dos Eras históricas obliga a pensar, no solo en el entorno inmediato de su espacio, de su tiempo y de su gente, e incluso, de sus hermanos de América Latina y el Caribe, sino en el lejano y nebuloso horizonte de lo que deberá sobrevenir al feneciente Capitalismo, con sus virtudes modernistas y perversiones explotadoras y depredadoras del Ser Humano y su hermoso planeta Azul, que le permita hoy, echar semillas de un modelo civilizatorio que, hasta donde sea posible, pueda contribuir a reorientar el camino sustentable de la convivencia fraterna de la Humanidad con su planeta y, más allá de su propio espacio.
Estudiar lo acontecido, relacionar las realidades existidas con las condiciones existentes hoy, examinar el desarrollo histórico concreto de nuestro pueblo y su contexto articulante con los procesos vividos por otros pueblos de nuestra proximidad geográfica, histórica, política y cultural, valorar las fuerzas propias de hoy y de mañana, la de nuestros amigos y aliados y, especialmente, la de nuestros enemigos; es un ejercicio inevitable que nos conduce a una comprensión global en tiempo, espacio y poder, los cuales son esenciales para construir una sólida unidad de fuerzas populares, democráticas y revolucionarias que garantice el blindaje ideológico y político del proyecto revolucionario venezolano.
Tales escenarios y exigencias parecen hacer inconvenientes la reproducción de los viejos proyectos “frentistas, “frenteaaplista”, “unitarios” etc, que nuestra historia y la historia política del siglo XX de Nuestra América experimentaron, porque en todos ellos fueron las figuras, los partidos y, sus aparatos, los centros neurálgicos del encuentro de voluntades, de la unidad de los programas y las decisiones políticas fundamentales; dejando para el pueblo el papel de ser simples instrumento de tales instancias. Y por ello, entre otras razones, esas experiencias fracasaron o alcanzaron limitados resultados políticos en sus cortas o largas permanencias reformistas.
Debe tratarse, entonces, de un proyecto político para la Vida del hoy, el mañana y la posterioridad, que sea capaz de renovarse a partir de las diversas circunstancias generadas por la lucha de clases interna e internacional, que no esté dirigido a perpetuar de la división de la sociedad entre partidos, corrientes y caudillos sino que, deliberadamente, este encaminado a construir la unidad orgánica del pueblo en un instrumento superior, más parecido a la Hermandad de Todos que a la Unidad con Todos.
El nombre, no es importante.
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