En días pasados escribí, como en la primera década del nuevo milenio los movimientos populares y sociales a escala planetaria rompieron, al menos, dos paradigmas y marcaron la decadencia del modelo capitalista imperialista. Los acontecimientos, sin duda históricos, que se produjeron en Latinoamérica y el Caribe, seguidos por la situación actual del Oriente Medio (Túnez, Egipto, Jordania, Yemen) así lo evidencian: la inocuidad del aparato mediático internacional para frenar y tergiversar el levantamiento popular; la inexistencia de una “vanguardia preclara” en la dirección de estos eventos, al mejor estilo de las recetas intelectuales europeas; y la profunda crisis económica por la que atraviesa el Sistema capitalista mundial.
En los presentes procesos de transformación se producen hechos o acontecimientos que por su impacto se convierten en hitos, los cuales marcan más o menos el fin e inicio de periodos o modelos societarios. En el presente artículo quería referirme a uno de los hitos que, muy a pesar de opiniones orientadas desde la perspectiva euro centrista, marcaron el fin e inicio de dos modelos en la Venezuela actual. Me refiero a los acontecimientos que se iniciaron el 27 de Febrero de 1989, mal llamados “El Caracazo”, y digo mal llamados por que los mismos se iniciaron desde una pequeña ciudad mayoritariamente obrera del estado Miranda llamada Guarenas, para luego extenderse por todo el país, siendo como es natural por ser asiento del poder y por su enorme población, caracas, los más cruentos y violentos.
Muchas cosas se han dicho acerca de este hito histórico venezolano, mitos, calificativos, adjetivos e incluso denuestos, pero difícilmente puede negarse el carácter paradigmático de lo que allí aconteció. Solo quienes pretenden ignorar el protagonismo de los pueblos en los procesos revolucionarios se atreven, vaya usted a saber por qué razones, a ignorar la relevancia y significación del levantamiento popular del 27 de Febrero de 1989, que no solo permitió el nacimiento de un nuevo modelo, por cierto en construcción, sino que se expandió por el sur continente, teniendo impacto a escala planetaria. Basta con revisar objetivamente lo acontecido en Latinoamérica y el Caribe, y poner el oído en las controversias de la izquierda europea, quienes debaten a profundidad la vigencia de sus concepciones vanguardistas y verticalistas.
En realidad creo firmemente que el proceso que se inicio en Venezuela el 27 de Febrero de 1989 no solo se llevo por el medio a los partidos miembros del puntofijismo, sino también a los partidos y expresiones de una izquierda domesticada, aislada y alejada del movimiento popular, que no atino a comprender las señales del momento histórico por el que atravesaba Venezuela. Posiblemente los incomprensibles señalamientos que leemos en artículos de opinión, acerca de lo irrelevante de este hito histórico venezolano, no sean más que un rezago de esa extinta izquierda que trata inútilmente de revivir en las filas del actual proceso revolucionario bolivariano el ideario vanguardista y elitismo de décadas pasadas que nos condujeron a la derrota y la desaparición.
Siento que es nuestro deber señalar estas desviaciones, sobre todo en la coyuntura actual donde nos debatimos en reconquistar el espacio perdido en el seno del pueblo como consecuencia de una peligrosa burocracia la cual pretende erigirse como vanguardia y movimiento popular a la vez. Esta distorsión promiscua y reaccionaria a puesto en peligro el avance del proceso revolucionario bolivariano, imagínense por un momento que ambas corrientes se apoderen de la conducción de los destinos de nuestro proceso ¡Que Dios nos agarre confesados ¡
Pero veamos de que se le acusa al 27 de Febrero de 1989: Se califica como “revuelta popular” lo sucedido, que casualidad el mismo epíteto utilizado por AD y Copei, las cadenas internacionales, el departamento de estado norteamericano etc. Se dice que fue un movimiento sin organización, esta afirmación encarna una concepción vanguardista que niega cualquier expresión organizativa que no salga de la mente de un grupo de iluminados con capacidad al parecer por encima de cualquier hijo de pueblo, bajo esta concepción podemos deducir que el 11, 12 y 13 de abril del 2002, y la movilización popular contra el sabotaje petrolero también entran en la categoría de “revuelta popular” sin organización y anarcoide, toda vez que en ambos casos la conducción no la tuvo una vanguardia partidista.
Es lógico pensar en la necesidad de una vanguardia que direccione y profundice el proceso revolucionario, solo que esta nace del movimiento y luchas de las masas, en nuestro caso creemos que esa vanguardia esta en formación, pero este proceso no se decreta, pues tiene su propia dialéctica, la cual no se ciñe a los parámetros históricos de ninguna región en particular, es en todo caso el resultado de un proceso teórico – practico donde intervienen las características y naturaleza de los pueblos en transformación, quienes arrollan paradigmas, modelos, categorías, e hipótesis, que le son ajenas o que le son impuestas. He allí nuestro dilema ¡O inventamos o erramos!
Lic. en Historia
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