La revolución bolivariana y socialista que se desarrolla en Venezuela se viene convirtiendo en un escenario de estudio, búsqueda y experimentación, en el que el pueblo creador y su líder, el comandante Chávez, reúnen las experiencias del desarrollo histórico concreto de la Nación venezolana, incorporan las cercanas experiencias de los pueblos hermanos de Nuestra América, sintetizan las ideas y luchas del movimiento popular, obrero y revolucionario mundial, relacionándolo dialécticamente con los inéditos procesos políticos, económicos, sociales y culturales que viven hoy nuestro pueblo y la Humanidad, con el fin de contribuir a la producción, no de manuales sobre teorías “autocumplidas” ni recetarios “infalibes”, sino de una conciencia y conducta liberadora que transforme la realidad y la ponga al servicio de la felicidad de los seres humanos y a la preservación de todos los demás elementos de la Naturaleza.
Una de las propuestas de mayor trascendencia surgida de este proceso y cuyo reimpulso es esencial para sostener este genésico camino, el Motor “Moral y Luces” dirigido a promover el estudio de valores superiores que le permitan a las ciudadanos y los ciudadanos vencer los contravalores dominantes del individualismo, el egoísmo y el consumismo; tomando como instrumentos, no solo la escuela tradicional, sino todos los espacios donde la cotidianidad del ser humano piensa, sueña, construye y transforma su realidad, en su beneficio inmediato y como legado a nuestro pueblo y a toda la Humanidad.
Esa novísima concepción del acto pedagógico sin límites espaciales, temporales y personales, que se desprende del libreto educativo “oficial” para hurgar en los saberes y poderes creadores del pueblo, debe transversalizar el comportamiento social y la acción política de los revolucionarios y las revolucionarias porque, la responsabilidad de quien vanguardiza una revolución, “ cuando es verdadera” diría el Che, es educar al pueblo en los valores de la nueva sociedad en construcción, que hará posible que las viejas estructuras del Estado y la Sociedad de los Propietarios vayan siendo demolidas, en la conciencia social y por la práctica social.
Por ello, cuando examinamos
el espectáculo “gallístico” provocado en la Asamblea Nacional,
primero por el diputado Julio Borges y, recientemente, por el diputado
Marquina, resulta necesario considerar la conveniencia de convertir
tales hechos en instrumentos pedagógicos que permitan educar al pueblo
acerca de lo que no es posible aceptar como parte del debate de las
ideas en el seno de las instituciones del nuevo Estado Democrático
y Social de Derecho y Justicia que estamos construyendo y de la
Democracia Participativa y Protagónica que día con día se siembra
en la conciencia y las acción política de nuestro pueblo.
Felicitarse por la “paliza” infligida a la contra-revolución en la interpelación de los ministros y las ministras y el Vicepresidente Ejecutivo del gobierno bolivariano y solidarizarnos con la digna respuesta del diputado Henry Ventura al provocador Marquina, no deja de ser legítimo pero, igualmente pareciera conveniente hacer lo necesario para impedir que las provocaciones verbales y físicas de la contrarevolución mantengan a la Asamblea Nacional como un espacio en el cual se reproducen los viejos contravalores de la cultura política burguesa, por cuanto ahora, somos los revolucionarios y no ellos, los responsables de la conducción de ésta institución fundamental del Estado en Transición al Socialismo.
De allí que hay que saludar la ponderación, equilibrio y respeto como el camarada Fernando Soto Rojas viene dirigiendo los primeros debates parlamentarios y las medidas que se vienen estudiando y aplicando para el mejoramiento del ambiente político en la Asamblea Nacional, dirigido, precisamente, a convertirlo en una “gran aula pedagógica”, con 165 alumnas y alumnos, quienes deben ser obligados a asumir en sus tareas, el comportamiento que reclama la Nueva Patria Bolivariana y Socialista que estamos construyendo. ” O inventamos o erramos” Simón Rodríguez
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