Cuando un adolescente comete un homicidio podrá ser privado de libertad, pero así haya actuado con premeditación y alevosía, en asociación con otros sujetos y utilizando los medios más horrendos de criminalidad, la pena máxima no podrá ser mayor de cinco años, donde tampoco se tomaran en cuenta la concurrencia de varios hechos punibles, es decir así se le imputen varios delitos la pena no podrá ser mayor a la indicada, con el agravante que el artículo 583 de la LOPNNA establece que por la admisión del delito tendrá una rebaja de la pena de un tercio a la mitad, además se le descontará el tiempo de la privación de libertad preventiva antes de dictada la sentencia, esto quiere decir que si el “chamo asesino” tardó seis meses en juicio solo pasará dos años en prisión.
El estudio del derecho nos obliga a ser defensores de los derechos y garantías constitucionales de todos los venezolanos, pero también nos tiene que llamar a la reflexión y proponer sea revisado en todo nuestro ordenamiento jurídico las penas aplicables a estos adolescentes, quienes tienen más claridad de lo que hacen de lo que la mayoría de los ciudadanos piensan, incluso saben más de derecho que muchos abogados y apenas son capturados, sin necesidad de agarrar una ley establecen los elementos fundamentales de su defensa, incluso protegiendo a sus cómplices, que sí son mayores de edad purgaran mucho más tiempo en prisión que ellos, pero estos muy hábilmente cambian la pena de sus asociados por apenas dos o tres años de prisión de ellos, quedando comprometidos sus compinches de por vida por el favor recibido.
Cuando vemos estos hechos que a muchos nos ha tocado de cerca, nos preguntamos ¿no eran más justas las leyes antiguas?, por ejemplo, la Ley del Talión, que se refiere a un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido. De esta manera, no sólo se habla de una pena equivalente, sino de una pena idéntica. La expresión más famosa de la ley del talión es ojo por ojo, diente por diente.
Históricamente, constituye el primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza.
Múltiples ordenamientos jurídicos se han inspirado en la ley del talión, especialmente en la Edad Antigua y en la Edad Media. Aunque pudiera parecer una ley primitiva, el espíritu de ésta era proporcionar la pena en cuanto al delito, y con ello evitar una respuesta desproporcionada por la venganza. La aplicación de la pena, con barbarie, a lo largo de los siglos, no implica un defecto de la ley, sino un defecto de los aplicadores.
En el famoso Código de Hammurabi (1.792 a.c.), el principio de reciprocidad exacta se utiliza con gran claridad. Por ejemplo: la Ley 229 establecía que si un arquitecto construía una casa para otro, no la había hecho sólida, y si la casa construida se derrumbaba matando al propietario de la misma, el arquitecto sería muerto; dicho concepto se acentúa cuando se señala que (Ley. 230) si la casa se había derrumbado matando al hijo del propietario de la casa, se mataría al hijo del arquitecto.
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