Se sabe por su obra más íntima, y por el desasosiego que recorre su diario arquetipal, El oficio de vivir, que Pavese vivió para suicidarse mientras escribía. Buscaba el sentido, una señal recia de su identidad con el mundo, en medio de una vasta e inexpugnable soledad, a contracorriente y sobreviviendo a una gramática que acaso le alcanzó para entender que por encima de todo, o de nada, estaba el desarraigo que lo llevó a ingerir una sobredosis de somníferos en Turín. Del Piamonte a una muerte desesperada, pero no temida, irreligiosa. Una vez dijo: “Hay en mi poesía un punto muerto”, en consciente alusión a la ausencia del paisaje campesino de Santo Stefano, donde nació. Por eso proclamó que, al menos la suya, debía ser una poesía que surgiera como un acto de rebeldía a la privación, a la carencia, a la mudanza o extinción que sufren las raíces humanas.
Que este párrafo no anuncie a nadie una posible y osada tentación mía de ahondar en la obra de este genio de nuestro tiempo. Pensaba nomás en mis amigos que han arrebatado a los suyos las imágenes tempranas; las del goce existencial, del pensamiento que forja las ideas, suplantándolas por fetiches de ahora para conjurar sus principios de antes; estampas, sobras del capitalismo que, entre padres, maestros y otros aguafiestas clericales, han esparcido en el planeta de nuestro imaginario para que el porvenir se parezca a la carta que insospechadamente guardaban bajo la manga, cuando el caldo se les pusiera morado de tanto egoísmo y ensañamiento.
Para mi no ha pasado inadvertido lo que Saramago meditó sobre el retrato del Che y su poderoso simbolismo de dignidad humana, colgado, enmarcado, pinchado con un chinche rojo en un corcho de familia, en llaveros, muerto pero despierto en La Higuera, en moto, jugando golf con Fidel, besando a sus hijos. ¿En qué lugar de la infamia estará, si es que no lo incineraron con otros emblemas de su ideología mutante -un libro de Mayakovki, poemas de Ho Chi Minh, un disquito de Víctor Jara, un saquito de arena de Playa Girón- todo hecho brasa, mierda, pues, con un afichito de Hugo Chávez recién salido de la cárcel?
Hablen sobre sus vidas pasadas, escuálidos: echen ese cuento a sus hijos y a nosotros!
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