El verdadero revolucionario

El verdadero líder revolucionario es humilde y trabajador. Se mezcla con el pueblo y no se la da de Gran Cacao. Además entiende que ser funcionario de gobierno o directivo del PSUV es para servir y no para ser servido. Y para nada debe ser mezquino y egoísta. Es decir. Ser como Chávez.

Esa conducta cuartorepublicana de incursionar en la política para escalar posición social y obtener dividendos económicos. Esa actitud de “Soy funcionario y soy jefe del partido luego entonces tengo derecho a figurar en el jet set, a jugosos contratos, a camionetotas y a mujeres bellas” es el viejo y duro formato de quienes ejercieron el poder hegemónico desde la Colonia hasta casi finales del Siglo XX, y que hoy practican en las pocas gobernaciones alcaldías que dominan y que, lamentablemente ha hecho cuerpo en alguna gente La V República.

El verdadero revolucionario se preocupa realmente por solucionar los problemas de la comunidad, sobre todo de la que menos tiene, de la excluida. Asimismo va al barrio y conversa con los vecinos y con los líderes del vecindario: Se preocupa por conseguir la medicina, dotar de libros a los niños de los barrios, velar por la salud del pueblo, atiende los casos de emergencia, controla los precios de los alimentos subsidiados por la Revolución, ayuda en la concreción de los proyectos de obras de los Consejos Comunales, se interesa por incrementar sus conocimientos a través de estudios y de la lectura. Transmite sus conocimientos a la base.

Un revolucionario es un apóstol. Un servidor público de primera. Un hombre o una mujer para quien es más importante el colectivo que el amigo. Un buen revolucionario en función de gobierno o del partido atiende al teléfono. Un revolucionario en función de gobierno no puede estar pensando en fines de semana libres o en puentes por día feriado. Un verdadero revolucionario, aun estando libre, trabaja en su casa, con su computadora, asiste a las reuniones y a las competencias deportivas de los chamos del barrio. Un verdadero revolucionario en funciones de comando viaja en autobús, viaja en vuelos comerciales y no en privados porque eso lo compromete con el dueño del avión.

Olof Palme, el finado Primer Ministro de Suecia, solía viajar en metro. Cuando lo asesinaron el 28 de febrero de 1988 se disponía a tomarlo en la estación principal de Estocolmo después de asistir al cine en compañía de su esposa. He allí a un hombre humilde, sencillo.

No hay una vaina más efectiva que hacer el bien atendiendo el teléfono. Y sin embargo a algunos funcionarios les encanta desechar tan expedita herramienta. Cómo qué no son capaces de entender la soberana arrechera que le causa al pobre que un funcionario de gobierno o del partido no le atienda una llamada y, mucho menos, que se la reporte. Que un funcionario de gobierno o alto dirigente del PSUV perciba como ladilloso atender una llamada telefónica de un humilde venezolano porque pudiera solicitar un servicio le ha hecho mucho daño a la Revolución. Sí estos grandescacos tan solo atendieran un 30 por ciento de las llamadas la imagen del proceso mejoraría considerablemente.

Este artículo me lo motivo el lleno del gimnasio cubierto del Polideportivo Vargas (aforo 5.000 personas) en ocasión del acto de Memoria y Cuenta del segundo año de gobierno del Gobernador Carneiro. El lleno fue hasta la bandera y sin incluimos a la gente que estaba en ala parte de abajo la asistencia sube de manera considerable. Y ustedes saben por qué el pueblo de Vargas responde esa forma. Simplemente porque Carneiro es humilde y sencillo y no se la da de Gran Cacao, porque se compenetra con el pueblo y porque le ha echado un camión de bolas.


TINTERO

De los miles de artículos que publicó la prensa venezolana sobre la humildad y sencillez del finado Olof Palme el que más me gusto fue uno escrito por un estudiante venezolano que realizaba estudios universitarios en Estocolmo.

Escribió aquel joven, palabras más, palabras menos: Una tarde me encontraba estudiando en una plaza y se me acercó un anciano diciéndome: “Oiga joven la materia que está usted estudiando es una de mis especialidades”. A partir de esa tarde el viejito me explicaba con mucho cariño y esmero. Una tarde que no fui a estudiar a la plaza lo vi en el noticiario y supe entonces que se trataba de Olof Palme, el Primer Ministro Sueco. La siguiente tarde cuando se me acercó le dije súbito: “Oiga porqué usted no me dijo que era Olof Palme. Es decir, que yo soy amigo del máximo jefe de Suecia y no lo sabía”. A lo que el líder sueco me dijo: “Eso no es lo importante. Lo importante es que te gradúes con buenas notas y luego vayas a tu país a realizar grandes obras. Te agradezco no me vuelvas tocar ese tema y dediquémonos ahora a estudiar”.


americoarcadio@yahoo.com


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Américo Hernández


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