El domingo 20 de febrero en su programa “Aló Presidente”, Hugo Rafael Chávez
Frías, primer mandatario nacional, electo por la mayoría de los venezolanos
en libres comicios, denunció que Estados Unidos planea asesinarlo. Aseguro
yo, el que escribe, que esa sería una gran equivocación que traería graves
consecuencias si se lleva a la realidad. Estamos de acuerdo con el
Presidente. La reciente historia ha revelado que cuando “el río suena
piedras trae”. Pero voy más lejos. El magnicidio contra Chávez no solamente
sería otra de las graves equivocaciones de los que se creen, por sumisión de
algunos, dueños del mundo entero. Si todos los pueblos se pusieran de
acuerdo y les mostraran sus garras, a los Estados Unidos, exigiendo respeto
a sus soberanías, otro gallo cantaría. Pero existen cipayos, eunucos,
cobardes, blandengues, descerebrados que en mala hora han llegado a la
dirección de una sociedad y son incapaces de elevarse sobre las colinas de
la justicia, para pedirle al gobierno que invade pueblos, masacra niños y
ancianos, una cuota de equidad en el concierto de la libre
autodeterminación. En este caso no se trata de Jacobo Árbenz, ni de Allende,
quienes en su debido tiempo sufrieron las consecuencias de ser “el patio
trasero” de los gringos y nadie veló por ellos. Ningún pueblo de
Latinoamérica, mayoritariamente elevó la voz al unísono para protestar los
asesinatos de sus connacionales presidentes. La aplastante presencia de los
gringos sometía a quien osara, aquí en Latinoamérica, levantar su puño de
arrechera. Creer que sucedería lo mismo con Chávez, es ignorancia histórica.
Igualmente la situación no tiene nada de simétrica con lo que pasó en
Colombia con Eliécer Gaitán. Los grupos guerrilleros que actúan en Colombia,
en su primera fase se fueron a las montañas obnubilados por la circunstancia
de tener un motivo aparente para rebelarse contra el Estado, después del
crimen de Gaitán. Pero el tiempo ha pasado y la fuerza guerrillera no ha
podido deslastrarse del estatismo en que se encuentra, debido a que no ha
podido intentar una acción, tipo sandinista, que la encumbre al asalto de
las grandes ciudades colombianas, hasta llegar y posesionarse del poder.
Logísticamente eso sería, en este tiempo, una sangría de incalculable
proyección. El armamento actual en poder del ejército colombiano, dotado por
Estados Unidos, la oligarquía sumisa y pantallera, llena de prejuicios,
viviendo una etapa de lujuria y placeres, los “avances” tecnológicos para la
acción, creados por la nación “democrática” del Norte, apagaría cualquier
intento de encender pasiones humanistas entre la población neogranadina.
Sería un caos total, sin que se visualice una parte ganadora y otra
derrotada. Sería más de lo mismo. En el caso de Chávez es distinto.
Cualquier enemigo local o de allende la frontera cercana, sabe que la
eliminación física de Chávez, iría al unísono con las grandes cúpulas que
han encendido este odio entre clases. ¿En cuál corralón podrían encerrar a
un pueblo que, ama al actual presidente y que sería y es capaz de llegar
hasta la inmolación por él? Quien no lo crea que escuche. Que se acerque a
las tertulias de los pueblos, los caseríos, los barrios, las urbanizaciones
tipo 23 de Enero, la aldea, y hasta la pensión. Chávez no es “monedita de
oro”, sobre todo para quienes estaban acostumbrados al desfalco de las arcas
nacionales y se consiguieron con un humanista dispuesto a poner las cosas en
su lugar, aunque muchos de ellos siguen perturbando en los ministerios y
otros entes, pero para la inmensa masa de usuarios de Mercal, Barrio
Adentro, misiones, becarios, comensales desempleados de barrios,
estudiantes de UBV y centenares de cosas más, es un personaje del pueblo, un
hombre que habla como él, que actúa como él, que tiene su mismo espíritu
comunicacional, y que por lo tanto no se quedaría quieto ante la hipotética
muerte del líder. Pero voy más allá, en toda Latinoamérica se levantarían
los que lo admiran, los aborígenes, los obreros, los profesionales, los que
se sienten identificados con su presencia antiimperialista. Sería una gran
equivocación para los Estados Unidos, los mantuanos criollos, para los que
creen que el Este es Venezuela. Serían, Dios quiera que no, arrasados por la
furia de Fuente ovejuna, en una incontrolable cabalgata, incapaz de ser
detenida ni por el más grande de los vientos en contra. No quiero plasmar
miedo en este artículo, simplemente estoy escribiendo con objetividad, sin
pasión, sin fanatismo, desde el ángulo del análisis, por que conozco a mi
pueblo y sé hasta donde puede llegar, cuando se les toca el alma y por ende
el amor a sus verdaderos valores. Eso sería el epílogo de una “muerte
anunciada”. Estados Unidos no podría detener la ira de los hijos de
Bolívar, al que acompañó a la libertad de cinco naciones. La sangre de la
“raza multicolor” bañaría el mapa nacional, con una pasión incontenible,
digna de la mitología homérica. No existe un parentesco con Vietnam, ni con
Irak. El pueblo venezolano, la masa popular, que ha dormido durante años en
paz, despertaría involucrándose en el espacio, en las profundidades de la
tierra, adentrándose en la montaña, como un heraldo de Dios, en busca del
enemigo pretencioso y vulgar que le ha socavado su alma, su espíritu, su
amor y su pertrecho de ración alimentaria, social, educativa, patriota. La
muerte de Chávez sería el renacimiento de aquella gesta bolivariana, sobre
estepas, sobre picos helados, sobre valles infectados de serpientes, dentro
de caños, mares, ríos e inmensas longitudes en pos del enemigo opresor,
vandálico, envidioso, egoísta, racista, segregacionista y traidor. Sería el
acabóse para la patria venezolana. Dios sabe lo que hace. En sus manos está
el destino. En la racionalidad del homo sapiens el pensamiento límpido por
la paz y la convivencia