Ya
no era el canónigo chileno que hizo señas detrás de un aristócrata
español que quería quitarse de encima un mando que le pesaba demasiado,
ni el pueblo agolpado en la Plaza Mayor, como en aquel dia. Ni era el
joven coronel que estaba confinado en su hacienda "por revoltoso", ni el
maduro militar, hijo del panadero y vendedor de telas canario, siempre
discriminado, que ahora habia regresado de su larga estadía europea
quien ya no estaba solo en la empresa de construir una nueva Patria, con
una bandera que dicen que le sugirió el poeta alemán Goethe. Era un
grupo de señores que, a pesar de haber realizado el primer golpe de
Estado que recordamos, no se decidía a que este suelo fuera libre.
Tenían razones: tenían esclavos, tenían tierras, temian perder hasta la
camisa y por eso perdían el tiempo en discusiones. El joven coronel,
quien sabe si perdido el control, les habría restregado su falta de
carácter con una frase lapidaria: "300 años de calma, ¿no bastan?". De
seguro no le bastaron al joven coronel quien habia prometido, delante de
uno de sus Maestros sacar a los chapetones de la porra de este suelo,
aunque sin saber como lo haría y quien empezaba a llevar donde quiera
que pasaba un archivo personal que terminaría definiéndolo 19 años
después de cumplir su juramento romano. Aquel coronel impetuoso, de baja
estatura y altos vuelos no iba a firmar un papel: era hombre de acción,
aunque no lo había demostrado entonces. Todos los presentes en el largo
y caluroso salón, al fin, mandaron sus escrúpulos al mismo sitio a
donde mandaron al Borbónico Majadero que se dejó quitar el puesto de un
borrachín. Pondrían sus firmas, menos alguien que andaba accidentado y
otro firmó con una tachadura que recordaba a un viejo juego infantil. Y
el maduro Generalísimo, el hijo del comerciante canario, firmó casi de
ultimo como diputado de algo menos que un caserío que ni conocía. Pero
su viejo sueño empezaba a hacerse realidad.
Nadie imaginó jamás que habría de pasar mas tarde. Es cierto que
parecía una de tantas revoluciones de papel, como si fuera una reunión
de otros tantos oligarcas y mantuanos. Empezaría la guerra y había que
buscar la manera de que la nueva Nación tuviera rentas, de algo tenía
que vivir. Empezaron los problemas, pues el maduro Generalísimo se había
a costumbrado a mandar ejércitos de hombres capacitados en las artes
guerreras y al joven Coronel, le disgustaba perder. Y en medio de las
rivalidades y los odios personales, lo insólito: la pérdida de una plaza
militar en Puerto Cabello, achacada al Generalísimo quien enfrentaba la
acusación más grave de su carrera: ser traidor. Y en frente, ganando
más y más terreno, cierto odiado General español, con un ejército cada
vez más numeroso por los fascistas de entonces. El joven coronel no lo
dudó: quería acabar al supuesto traidor, eliminarlo de una vez: La
Revolución no acepta traidores. No miento, está bien documentado:
pregúntenle al historiador Carlos Edsel. La suerte del viejo General fue
otra: fue entregado a otro hombre y éste a sus perseguidores que al fin
habían cobrado la presa que querían. Mientras el país se desangraba y
se perdía la Primera República, el viejo Generalísimo fue mandado a
Puerto Rico y de allí a España, sin poder escapar de la tétrica prisión
que le asignaron. Moriría lenta y silenciosamente, víctima del desengaño
y la enfermedad, mientras el nombre del joven Coronel era mencionado
por todos, para bien o para mal.
Diez años después, casi todo había concluído y el joven Coronel,
ahora convertido en General y Libertador, después de decenas de combates
sin darse cuenta, asumía la tarea que el Generalísimo, ido para
siempre, dejó pendiente: la idea de construir una gran nación llamada
Colombia. Pero surgieron otra vez los odios personales, las inquinas,
las resistencias. Y cuando otro joven militar, que casi no tuvo
adolescencia y llegaría al rango de Gran Mariscal, surgió como otra gran
figura de la Independencia, contra él se dirigieron los dardos. Y la
Patria Grande que quiso construir junto a su amigo, al que no dejaba de
darle el extraño trato de Su Excelencia, el Libertador, comenzó a
desmoronarse. El Libertador, en un episodio no muy esclarecido comenzó a
morirse desde hace tiempo y terminaría de matarlo la muerte de aquel
amigo que se comportaba como hijo. Moriría, casi como su amigo,
desilusionado, escupido, vejado y sabrá Dios si víctima de un complot
como los que acabaron con el Generalísimo y el Gran Mariscal: La Gloria y
la Traición le cobraron las deudas atrasadas.
Hoy, 200 años después, ya no es la misma situación de indefensión,
ni de guerras civiles "que son como matar a la madre", ahora es la época
de la Construcción, de los Liderazgos y los Gobiernos que no son solo
socios, sino que tienen que ser amigos: El Imperio Equívoco Contrataca.
Después de algún que otro Gobierno benevolente, crueles dictaduras y
supuestos demócratas, ahora vivimos el período más extraño de la
República: un Presidente que "SÍ SE va quedando en la Silla", nombrado
en casi todas partes del orbe globalizado, bendecido, odiado, admirado y
que representa la esperanza de continuación de los sueños libertarios
que se creían extintos desde la muerte del Libertador, de la General que
le amaría hasta más allá de la Muerte, de su amigo el Gran Mariscal y
del bodegero que quiso rescatarlos desde que se alzó, convencido de sus
ideas, un dia cualquiera en el Llano y que pregonaba la idea de los
seres y tierras libres. El ejemplo ha tenido sus réplicas, aunque no
perfectas porque somos humanos pero todo eso es preferible a la nada de
los Imperios Depredadores, siempre pendientes de destruir en nombre de
la Libertad, como predijera el Libertador, en la cima de su Gloria.
Por eso, me uno a esta Celebración y alzo la copa imaginaria para
brindar por los sucesores de los sueños de los libertadores, por quienes
desde su puesto de labor, salvan vidas, educan, construyen, cuidan,
crean, protegen, alimentan, siembran y cosechan, por quienes siguen el
ejemplo de humildad del Señor en lugar de predicar el odio y la
desigualdad abominables desde los palacios. Ellos ayudan a construir el
sueño de los Libertadores y evitan que sus esfuerzos quedaran como quien
ara mar adentro. Son nuestros nuevos héroes. Y los arrastrados y los
violentos ¡QUE NO VUELVAN JAMÁS!.
Dispongámonos a celebrar 200 años de Libertad, QUE TODO QUEDA.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, VENEZUELA!.
xoacto@gmail.com