Hay gente que con buena o mala fe, asume la controversia política a partir de símbolos que igual aplica a una situación, instituciones o personas en un contexto histórico determinado, como en situaciones, personas e instituciones totalmente diferentes en otra coyuntura; posiciones que se ven favorecidas por los silencios y manipulaciones o se aprovechan de tratamientos discretos que asumen quienes tienen responsabilidades y capacidad de incidir en tales circunstancias.
Hablar de “desaparecidos” es referirse a una trágica figura de la guerra contrainsurgente de los Estados genocidas de las oliburguesías de América Latina, con gobiernos obedientes de la doctrina de la Seguridad Nacional incorporada por el imperialismo en las fuerzas armadas, cuerpos policiales y organismos de inteligencia de América Latina y el Caribe desde los años 50’ del siglo XX, a través de sus instructores y asesores y en su “Academia del Terror”, llamada Escuela de las América, ubicada en la Zona del Canal de Panamá, hoy reinstalada en Fort Braggs, Estados Unidos de América, en donde se les inculcó a los oficiales militares y de policía latinoamericanos y caribeños, la existencia de un “enemigo interno” a quienes se le debía destruir mediante la tortura, la ejecución extrajudicial y la desaparición forzada; sin importar las leyes.
Fueron “alumnos distinguidos” de estos “cursos superiores de la muerte”, todas las generaciones de criminales de guerra, de Lesa Humanidad y violadores de Derechos Humanos que ensangrentaron Nuestra América durante las últimas cinco décadas, asesinando a cientos de miles de luchadores y luchadores por la Soberanía Nacional, la Democracia, la Justicia Social y por el Socialismo y que mantienen a decenas de miles de cuerpos desparecidos, sin que sus familiares y compañeros hayan tenido la posibilidad de rescatar sus cuerpos y darle sepultura conforme a sus creencias y tradiciones.
El caso de la detención de Guillermo Torres, más conocido como “Julián Conrado”, a quien se le tuvo como mando medio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo, FARC-EP, donde se distinguió en la tropa fariana por su cancionero popular revolucionario y, a quien recientemente se le “voló” uno de los oficiales prisioneros de guerra más sanguinarios de las Fuerzas Militares del gobierno colombiano, el general Mendieta, “el hombre del carro rojo”, es un caso atípico en el tratamiento jurídico y político de una situación de privación de la libertad, por tratarse de un asunto relacionado con la paz y seguridad de dos Estados que mantienen delicadas relaciones políticas de respeto a sus soberanías y cuyos gobiernos tienen interés por superar la difícil situación política y de seguridad creada por el gobierno de Alvaro Uribe Vélez y de los Estados Unidos de América, así como afirmar las mejores relaciones posibles de confianza mutua y colaboración, en medio de una delicada situación de conflicto social y armado interno en Colombia, que afecta, inevitablemente, la vida de Venezuela y los Venezolanos y del proceso de integración de Suramérica.
Pueden decir quienes hablan de “desaparecido” que Julián Conrado se encuentra en una situación igual o parecida a la existente en los calabozos de la Policía Militar de Brasil cuando la dictadura de Castelo Branco y Gustavo Medici, en la Escuela de Mecánica de la Marina argentina cuando el gobierno del general Videla, en el Campo de Marte de México durante el gobierno de Echeverría, en el Estadio de Santiago de Chile después del Golpe contra Allende, en manos de los “kaibiles” guatemalteco en los años 70’s y80’s del siglo pasado, presos por los “Escuadrones de la Muerte” del mayor D’Abisson durante la guerra del El Salvador, en manos del “Grupo Colina” durante el gobierno peruano de Fujimori, cuativos por la Brigada del Ejército Colombiano en la Macarena, presos en las cárceles del usurpado territorio cubano de Guantánamo o, en la Seguridad Nacional de Pérez Jiménez, la Digepol de Posada Carriles, Orlando Bosch y el “Mono Mendoza”, el SIFA del general “Kojack” Dávila y la DISIP de Leovigildo Briceño, de Luisito Nuñez Tenorio, López Sisco, Arpa Bango, Valera y de tantos carniceros de las policías y las fuerzas armadas durante los gobiernos de la Cuarta República?.
Todos los que honestamente defendemos esta revolución y conocemos los múltiples peligros que le acechan, debemos de tener confianza en nuestro liderazgo y en su sabio y correcto manejo de situaciones políticas que no siempre pueden ser respondidas con la rigidez estrecha de una norma jurídica, pero que tienen, en los intereses superiores del pueblo, de la revolución bolivariana y del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia en Transición al Socialismo, la causa primera y última de su conducta.
Joaquín Guardado no esta ni ha estado “desaparecido” porque se encuentra en custodia del Estado venezolano, bajo la responsabilidad del gobierno del comandante Chávez; el más respetuoso gobierno de cuantos haya tenido, durante los doscientos años de independencia y republicanidad en la tierra de Simón Bolívar y, nadie en Venezuela, ni mucho menos en el extranjero, tiene fundamento alguno para acusar y mucho menos probar, que este compatriota colombiano ha sido objeto de una Desaparición Forzada en Venezuela y que pueda estar sometido a tormentos físicos o a condiciones inhumanas y degradantes en su lugar de detención; por lo que ha de esperarse que, más temprano que tarde, se conozca plenamente las circunstancias que guardan la detención de este canta-autor colombiano, proveniente de las filas de las FARC-EP y se le de una solución definitiva a su situación política y legal.
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