La construcción del Psuv no sólo es un reto enorme, tanto que vamos por otro intento, sino que es una experiencia novedosa, sobre todo en el campo de la izquierda venezolana.
El rasgo “aluvional”, como gustaba decir a Carmelo Laborit, de su militancia o aspirantes a ella, genera ante cada intento, de arriba hacia abajo, y quizás a la inversa, la inmediata manifestación grupal con sus correspondientes consecuencias. La disparidad y la diferencia de expectativas son su mayor riqueza, pero al mismo tiempo las causas de sus dificultades y entrabamientos.
Una de estas está en la perniciosa práctica de repartirse, o asignar los cargos directivos, atendiendo al fenómeno del agrupamiento y no a la natural aparición del liderazgo como resultado de la discusión y participación en el desarrollo de las tareas. Chávez es el gran líder, unificador de todo aquello, de esa multitud de hombres briosos, deseosos de cambio. Anida en ellos, por lo menos en la mayoría, la idea de cambiar la sociedad. Pero, en gran medida, cada uno pertenece a una tribu – conste que la palabra está escrita en el mejor de los sentidos – poco dispuesta a reconocer la palabra de otro que no sea aquél ni forme parte de ella. Por eso se estructura de manera mecánica, convencional, hasta burocrática, como díscola e irreverente. No importa el nombre que le pongamos a la fórmula para hacerle digerible.
Los partidos de la vieja izquierda, sin importar los errores que posteriormente hubiesen cometido sus dirigentes, porque en esto hay mucha tela que cortar, se construyeron célula por célula. Conquistando militante por militante. Creando organismos de base uno por uno, con paciencia y bajo el acoso. Porque a ellos, generalmente nacidos en la clandestinidad y sin mediar libertades, muy pocos se acercaban de manera espontánea. Pero esas dificultades, por la dialéctica de la vida, hacían de maravilloso mecanismo de selección y organización. Las organizaciones se construían de abajo hacia arriba, lo que generaba en gran medida un liderazgo auténtico, ganado en la adversidad, la consecuencia y demostrando competencia. El ascenso del cuadro directivo de un nivel inferior a uno por encima, resultaba de la aceptación de quienes iba a dirigir sin complicaciones electorales, imposiciones, ni siquiera cambalaches. Un organismo intermedio nacía como resultado del crecimiento de la plataforma de base y con el conocimiento de quienes debían integrarlo. El surgimiento del núcleo dirigente era un parto necesario y reclamado por todos.
El Psuv tiene su propia historia. Nació con millones de personas deseosas de militar en él, por el influjo de Chávez y el proceso que le generó. Uno podría hasta decir que la multitud impuso que se formase el Psuv. Por eso no ha podido digerir adecuadamente y las personas que llegan, con sus propias cartas de vuelo, sus “enhebramientos” y solidaridades grupales, le vuelven un rollo cada intento de estructurarse. A este partido llegaron legiones ya organizadas con sus hábitos, santo, señas y hasta proyectos estructurados.
Pero pese todo eso, lo que no se puede eliminar ni con una varita de virtud, se imponen procedimientos que deben estar claros. Lo que, según el presidente y quienes le ayudan en la difusión, deben hacer las patrullas, para eso son organismos de base y tentáculos que a los de arriba vinculan con la multitud, no puede quedar en el aire ni dejársele al “espontaneísmo”, porque no se va a cumplir. Eso se sabe y el Psuv lo ha experimentado. Es como el abc, la cartilla del combatiente y revolucionario.
Se deben crear mecanismos intermedios, núcleos dirigentes que puedan contralor e impulsar el trabajo de las patrullas. A ellas, que son organismos de contraloría social, también se les controlaría estrecha y dinámicamente. Eso significa, cuidarles que funcionen, planifiquen tareas generales y concretas, inherentes a su espacio. Pero también significa que el grupo dirigente debe hacer lo mismo, sin importar por ahora su origen, para que conduzca, oriente con pertinencia y se gane el liderazgo. No vamos a embelesarnos cuestionando su origen, pero sí reclamarle se ponga a tono con las circunstancias.
Antes hubo patrullas, nacidas dentro del ambiente que todavía prevalece y no funcionaron. Podemos asegurar que aparte de otras razones que no interesa mencionar, se cayeron porque no hubo estructura, actitud, aptitud ni disposición que garantizasen que aquello funcionase, tal como ahora, de nuevo, decimos debe hacerlo.
A las patrullas se les pide que sean el partido en su entorno o espacio geográfico. Pero para eso deben estar vinculadas a aquél y no al margen del mismo.
Es necesario que haya un dinámico mecanismo de intercambio bidireccional de alimentación de información y formación. Una red comunicacional fluida de arriba abajo y viceversa. Porque la patrulla no puede concebirse sólo como una célula que ejecuta tareas, lleva mensajes, sino que devuelve también e incluso sirve para orientar a los de arriba. Es decir, debe ser un cuerpo dirigido y dirigente.
¿Alguien ha dicho como van a funcionar las patrullas? Supongamos que por ese extraño procedimiento de la cooptación se le asignan responsables a las patrullas o, en el mejor de los casos, se deja que ellas lo hagan. ¿Es suficiente eso? ¿Si tienen una tarea de la importancia que le asigna el presidente, lo que luce a todas luces sensato, no es pertinente abrir una discusión acerca del cómo deben operar? ¿Cuál debería ser su organización interna, su operatividad?
No parece, ya quedó demostrado en la historia del movimiento revolucionario y la reciente del Psuv, que la desorganización, el funcionamiento como una patota, conjunto de diletantes, dejados a la buena de Dios, en el mejor de los casos, no conducen a otro sitio que no sea al desencanto y la dispersión.
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