Sin embargo, por
rigor, pertinencia y consistencia histórica, es preciso hacer referencia
a cuatro variantes socialdemócratas que son muchas veces obviadas
en el análisis de las controversias ideológicas y políticas, sobremanera
en Venezuela.
La primera es aquella
socialdemocracia originaria (especialmente alemana), a finales del ciclo
de vida por Marx, apalancada por Engels, labrada con base a las históricas
polémicas entre Marx y Lasalle, construyendo una estrategia del
poder a partir del partido de masas, la lucha tanto sindical como
parlamentaria, junto a la creación de la II Internacional, legado que
será recogido y codificado por Karl Kaustky. En el seno de ésta,
surgieron tres variantes que cobrarán significativa gravitación
para el siglo XX: a) El reformismo socialdemócrata, bajo la
pluma de Bernstein con su impugnación a la vigencia teórica
de Marx (una suerte de Habermas avant-la-lettre), b) la
radicalización revolucionaria con la praxis de Rosa Luxemburgo
(legado que acompaña el espíritu crítico de gente como Lukács, Korsch
y Pannenkoek): actualización del ideario de Marx; finalmente,
c) una singular apropiación-transferencia de Marx al universo histórico-cultural
de la rusia zarista con la creación del partido socialdemocrata ruso,
con sus derivaciones mencheviques (Plejanov) y bolcheviques
(Lenin).
Sin embargo, los
antecedentes de la ilusión socialdemócrata, no puede desprenderse
de la historia moderna-colonial encubierta: el compromiso
colonialista, racista y eurocéntrico de importantes sectores de esa
socialdemocracia. Este problema, constituye aún una “falla sísmica”
derivada por el pensamiento propio de Marx y Engels, ambos marcados
en el horizonte de prejuicios (en sentido gadameriano) de la
Modernidad europea y de la filosofía hegeliana en particular,
presente en tres categorias centrales de sus pensamientos: Historia,
Razón y Revolución imaginados
como Desarrollo; asi como por los supuestos de la antropología
de Lewis Morgan, evolucionismo sociocultural (salvajismo, barbarie,
civilización) que todavía no ha sido zanjado, a pesar de la publicación
relativamente reciente de los llamados “Escritos etnológicos” de
Karl Marx.
Marx compartía
muchos de los supuestos que darán fuerza y legitimidad a la falacia
desarrollista, proceso inviabie de destrucción de la vida en el planeta
producto de “riesgos manufacturados” (Giddens-Beck-Bauman).
También la socialdemocracia sigue presa en ésta “jaula de
hierro”, junto al liberalismo político y económico, formaciones
discursivas del horizonte moderno-colonial de progreso; por tanto,
grandes narrativas ideológicas que regulan y reproducen nuestras formas
de conciencia social.
Desde un horizonte transmoderno, apropiación selectica de la crítica post-moderna y post-colonial a la Modernidad eurocéntrica, hay que cuestionar radicalmente el desarrolismo y la modernización refleja, truncada y dependiente. No hay posibilidad hoy de sustentar tal “Imaginario de progreso”.
Hoy sabemos que
el término “socialdemócrata” sedimentó una lógica de sentido
y significación: la variante reformista
de la socialdemocracia, apoyada en un
“Estado de bienestar” que asegura lealtad de masas con base a la
ideológia-cultura del consumismo. El Socialismo Burocrático como
alternativa, perdió desde el comienzo esta carrera modernizadora, pues
reproducia la misma lógica civilizatoria.
Sin embargo, hay
muchas lecciones que aprender. La socialdemocrata rusa, traducida en
aquella obra de Lenin: “Dos tácticas de la socialdemocracia en la
revolución democratica” (1905), elabora aquellas tesis sobre el “programa
mínimo” y el “programa máximo”, de las que comunistas posteriores
fueron especialmente ciegos, sobremanera en Venezuela (a contrario de
Rómulo Betancourt, quién extrajo de allí parte de su instrumental
táctico, aliñándolo con su especial predilección maquiavélica por
la política: astucia, arte de la maniobra y engaño).
El resugimiento
de la socialdemocracia betancourista es un hecho ideológico
que requiere máxima atención. Se trata de una ideología de re-emplazo
para la derecha venezolana contra la revolución bolivariana. Sobre
Betancourt se vienen tejiendo nuevos mitos. Uno de ellos, su lucha por
la libertad y la democracia en su compromiso anti-comunista. Los “devaneos
comunistas” de Betancourt tratan de ser neutralizados (la tesis del
historiador Alejandro Gómez hizo rectificar a Manuel Caballero: Betancourt
en Costa Rica (1931-1935) no hizo una prehistórica “calistenia marxista”);
luego, el papel determinante del exilio chileno para su deslinde terminal
con los comunistas venezolanos (imbuidos aun del espíritu sectario
del “tercer período” de la III Internacional) y la clara entrega
de Betancourt a la política norteamericana de Roosevelt (caminar hacia
la socialdemocracia reformista cooperando con el imperialismo, desde
aquel aprismo anti-imperialista temprano); a pesar de ser expulsado
del país precisamente por “actividades comunistas” (inciso 6).
Betancourt quería
regresar a Venezuela desde Chile, sacándose de encima el “san benito”
de “comunista” ante Washington, la derecha venezolana y López Contreras.
Se convirtió definitivamente al anti-comunismo, ya no como polémica
partidista, sino como deslinde ideológico, dando razones a aquellos
sectores modernizadores y capitalistas de ORVE que desde los días de
la formación del Plan de Barranquilla le sugerian el deslinde frente
al “marxismo”.
Decimos ésto, a
propósito de todo el re-empaquetamiento épico del “betancourismo”
en los ultimos tiempos, re-impulso del legado del adecaje venezolano,
en busca de sintonizar con el espacio de centro-izquierda en el imaginario
popular. Se trata de una maniobra de marketing político y de mediática,
para plantear una nueva confrontación de imaginarios políticos
(Serge Gruzinski), un nuevo trazado de fronteras ideológicas:
reavivar el mito del autentico “Padre de la Democracia”: Don Rómulo
con sus cachorros ideológicos, oponer la narrativa de la “democracia
liberal” a los mitos, relatos e imaginarios de la Revolución Bolivariana,
al Chávez “redentor de los más pobres”.
La disputa, como diría Bourdieu, se sintetiza en la conquista de la centro-izquierda progresista como “capital simbólico”, colocando a Chávez en la ultra-izquierda ó bajo el mote de la “autocracia totalitaria del siglo XXI”.
El adecaje dominante
en la MUD, promueve quitarse de encima la pava de Ajuste Neoliberal
que la llevó al cadalso y al colapso histórico, ratificando ahora
su “compromiso histórico” con la “democracia social, plural y
liberal”.
La maniobra es clara:
colocar al proceso bolivariano en la esquina del ring, con certeros
punch basados en los “atavismos anti-comunistas” que todo el siglo
XX sedimentó, del cual hoy se hacen eco nuestros “ex revolucionarios
arrepentidos” y toda una intelectualidad académica (lo que no significa,
como diría Bourdieu, que sean científicos críticos y emancipatorios)
que remo en las aguas del pensamiento crítico para ahogarse en la orilla
del betancourismo.La lucha contra Chávez es un revival o continuación
de la lucha contra el “castro-comunismo”, ahora acompañada por
las fuerzas intelectuales y políticas de ex revolucionarios domesticados
y arrepentidos de su pasado izquierdista. Por otro lado, ¿se habrán
dado cuenta de esto, los estrategas y cultores miméticos de esa calamidad
llamada “socialismo real del siglo XX”?
Finalmente, no hay
nada más patético, por cierto, que apelar al conocido “complejo
de casandra”, el cual hay que evitar a toda costa. En aquel tan comentado
evento del CIM, del cual parece no haber coraje político y ético-cultural
suficiente para que sea profundizada la crítica, sea multiplicada y
reiterar este tipo de instancias de discursión franca y abierta, este
servidor planteó:
“Yo veo con preocupación que en Venezuela no hay una repuesta contundente sobre la significación de la vía nacional y especifica de la revolución bolivariana, con relación a la experiencia cubana. Veo con sorpresa como la actitud básicamente es defender sin diferenciar, sin matizar, el devenir político de la revolución cubana, sin comprender las singularidades diferencias y especificidades del proceso popular constituyente de cada país. Cada país sigue una experiencia histórica singular y específica, construye su propio camino, pero no copia ni trasplanta “modelos de socialismo”. No creo que sea necesario que nosotros carguemos con la defensa del legado histórico de la revolución cubana. Podemos apoyar la experiencia, pero esa es tarea fundamental que le corresponde al pueblo cubano y sus corrientes revolucionarias, sus fallas o debilidades no deben convertirse en “hándicaps” de la revolución venezolana.”
“Hay un campo minado que debemos desarmar para el 2010 Eso lo digo a propósito de la prospectiva política inmediata para el año que viene. A veces nosotros pensamos que lo que se esta discutiendo en la coyuntura y la situación presente, la ley electoral, las elecciones de este año, las elecciones que vienen, se movilizan como si el carril donde va el “tren revolucionario” estuviese completamente aceitado. Yo creo que hay piedras en el camino, que hay un campo minado que debemos desarmar, y eso creo que es la tarea de los intelectuales: prever y analizar en detalle ese campo minado.”
“Un campo geopolíticamente minado por la administración norteamericana y sus aliados, y geopolíticamente minado por la derecha venezolana, que ha ido labrando, tejiendo una estructura de apoyos, en eso que llaman “sociedad civil organizada”, que ellos la denominan como “sociedad democrática”. Ellos se asumen como monopolizadores de la “sociedad democrática”. Intentan volver a revitalizar los llamados “programas de transición”, lo que llaman en los Estados-Unidos la oficina de transición democrática, con sus “revoluciones de colores”.”
“Para finalizar,
solamente un detalle. Revisen en bibliotecas y librerías la gran ofensiva
con relación a la mitología del “padre de la democracia”. Jóvenes
repitiendo las consignas de Acción Democrática y volviendo a pensar
que Rómulo Betancourt es el modelo a seguir como liderazgo. Jóvenes
que se entrenan, que son pagados para ir a cursos internacionales y
nacionales para recibir el guión del anticomunismo, elaborado justamente
por esa bisagra que se conformó en el seno de un partido que también
fue un partido nacionalista popular y revolucionario y que terminó
siendo justamente la cabeza de playa para impedir un proceso socialista
en Venezuela. No lo olvidemos, Betancourt derrotó política y militarmente
a la izquierda revolucionaria venezolana. Y la izquierda contribuyó
con muchos errores ideológicos y políticos. Entre ellos, asumir dogmáticamente
el marxismo-leninismo y descuidar las relaciones entre socialismo y
democracia.”
Como le dije a mi amiga Carolina y ahora a ustedes: el escenario si se tratase desde la oposición de la MUD a una lucha sin cuartel contra el “castro-comunismo”, es de “barbarie mutua asegurada”; en fín una “agenda de limpieza ideológica y guerra”.
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