Según el calendario oficial, el choque contra la albiceleste de Lionel Messi se desarrollará en suelo criollo. Otros cotejos también tendrán al engramado nacional como sede y no podemos, no debemos ni queremos ocultarlo: ello nos llena de enorme alegría pero…
¿Cuántos y cuántas podremos ir a esos juegos? ¿cuántos y cuántas disfrutaremos del placer de presenciar la historia de los goles desde las gradas y al calor de las barras patrióticamente enardecidas? Pongamos nuestra mano en el corazón y demos la respuesta: muy pocas y muy pocos. ¿El motivo?: el costo de las entradas.
Recordemos lo sucedido en el juego contra Guinea el 6 de septiembre: el boleto más “económico” fue de BsF 350 y BsF 2 mil el de tribuna central. Una empresa privada, cuyo objeto lógico es el lucro, se encargó de “organizar” el evento, cosa que sucederá también de nuevo.
No debatamos –por ahora– si tal costo fue o no justo. Tampoco sobre lo injusto o no de los precios que vienen. Centremos la atención en otro asunto: con una empresa privada heredera de consejas neoliberales ¿quién podrá soñar con acceder a los productos ofrecidos? El citado caso Venezuela-Guinea fue aleccionador ejemplo para quienes aún sostienen que la gestión estatal no debe intervenir en ciertos espacios. ¿Acaso no ha demostrado la Revolución que su presencia sí garantiza la participación y el disfrute de las mayorías? ¿por qué dejar esos espectáculos en manos de unos pocos?