Cuando escucho o leo la palabra revolución, recuerdo mis clases en la Escuela de Sociología en LUZ, con Emeterio Gómez, Ramón, Leoncio, Nersa, Valia, Isabel Rodríguez, Nancy y otros. Recuerdo a Aquiles Adrianza un compañero de estudio, cuando un 5 de mayo nos dijo en el salón de clases, por favor, les pido a todos, que, hagamos un minuto de silencio porque hoy es el cumpleaños de Carlos Marx. Recuerdo, también, aquellas noches cuando salíamos en el volkswagen de Justiniano a pegar propaganda del MAS por las calles de Maracaibo, a Rafael Parra con su liderazgo manteniendo la cohesión del grupo en la Facultad, aquella canción que le canté a José Vicente, improvisada con la música del Clodomiro nicaragüense y aquellas idas a los Barrios de Maracaibo, con el megáfono en la mano, hablando sobre la importancia de cambiar nuestra sociedad, desvalijada por los Adecos y Copeyanos.
Allí comenzó la revolución, esa revolución necesaria que yo vivía en mi ser como la Siempre Viva y que deseaba lograr para mi país. La revolución que soñábamos como estudiantes universitarios con el partido, pero también, independiente del partido. Ahí estaba Benito, Pedro de la Liga Socialista, Luisa del Comité de luchas Populares, David con su venta de libros, Lidda con su poesía. Ahí estaba Morelis con sus afiches, abnegada y trabajadora en el centro de estudiantes, Marucha con su sonrisa y su voluntad, Ahí estaba Isabel y Evaristo con sus discusiones acertadas. Ahí estábamos todos los que soñábamos con una patria diferente.
Y no es por casualidad de la vida, que los mismos, esos que luchábamos en la universidad, en el partido y en el barrio, estamos apoyando este gobierno tan diferente a todos. Estamos emocionados, porque es el seguimiento de un sueño. El sueño tejido en el aula, el sueño tejido en las calles pegando propaganda, el sueño tejido en el barrio, el sueño tejido en el partido o en cualquier espacio para la reflexión.
No sé si, los profesores, aquellos amigos, que hablaban tan profundo sobre nuestra verdadera identidad, sobre la dialéctica hegeliana, sobre Marx, Engels, Gramsci, sobre la teoría de la dependencia y la América latina humillada. Aquellos amigos, que nos estimularon a formalizar nuestra conciencia de pertenencia, permanecen hoy, en la profundidad de nuestra realidad, ayudando a construir la sociedad diferente, aquella sociedad que necesitaba de ellos, de nosotros y del pueblo. Porque ahora si es verdad que tenemos la posibilidad de lograr una patria diferente. Tenemos tantas herramientas, tenemos un pueblo que asume la toma de conciencia, necesaria para su progreso, tenemos un presidente que ama a su país, que desea lo mejor para sus habitantes, un hombre lleno de amor y libre como las mariposas, sin las amarras del imperialismo destructor. Tenemos líderes que saben hacia donde van y por quienes luchar, tenemos la alegría que no nos cabe en el pecho, y estemos donde estemos, queremos dar, queremos aportar y transformar la patria destruida y llena de pobreza, por una sociedad justa, de igualdad, sin la vulnerabilidad del pasado que nos hizo tanto daño.
Escribimos por el amor a la Revolución Bolivariana, que emerge de las entrañas de la tierra venezolana, que marcha con el pueblo libre y soberano, conciente del papel histórico en su patria, deseoso de una vida sin injusticias y con todos los derechos que le otorga la Constitución de la República
La Revolución si tiene quien le escriba, nos tiene a nosotros los soñadores del pasado, que hoy soñamos sonrientes, con la alegría de construir, sin los muros impuestos por la oligarquía. Tiene al pueblo venezolano que con su voluntad y coraje subraya su auténtica historia. Tiene a un presidente que no teme a los poderosos del mundo para levantar la patria que Bolívar deseaba para Venezuela. Tiene a los hermanos latinoamericanos y del mundo, que apoyan nuestro proceso en marcha. Revolución de las fantasías que se hizo real, revolución con sabor a Venezuela.
* Sociologa venezolana, radicada en Costa Rica
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