La historia está ahí, probablemente no esté muy fresca pero escrita en documentos clásicos que cada uno de nosotros debió leer y trabajar en más de una oportunidad. Claro, esas lecturas no se realizaron para entender la debacle del socialismo real. No se pensaba mucho en esa posibilidad; las lecturas se afrontaron para entusiasmarse con la idea del socialismo. Vino después el derrumbe del modelo socialista del siglo XX y fue fácil entender que en algunos de estos textos clásicos del marxismo y fundamentalmente en muchos de los trabajos de Lenin y Trotsky, estaban indicados los riegos.
Aun bajo la premisa de inventar; el errar o encontrarse cabalgando junto a los fantasmas es una opción no deseable, pero probable. No es grato decirnos esto; es una situación no deseable pero real; tenemos un gran líder que en muchas veces asume con pasión y mucho trabajo las debilidades de un partido que no logra ser un poco de contrapeso a ese gran liderazgo para aprovecharlo mejor. Esta realidad que a primera vista resulta ser una gran ventaja, en otras ocasiones se transforma en una debilidad que puede estar generando obstáculos.
En estos días, tuve la oportunidad de oír y ver a través de la pantalla de TV a dos Chávez navegando entre las orientaciones socialistas propias del socialismo del siglo XX y las innovadoras orientaciones del socialismo del siglo XXI, muchas de las cuales han sido promovidas por él.
El Chávez que vi en la pantalla de TV desde Catia La Mar el 10 de noviembre, animando el surgimiento de una central de trabajadores que parece estar en línea directa con el PSUV, no es en mi opinión, un acontecimiento saludable para el proceso. No es únicamente la reedición del viejo esquema socialista en el cual el partido controló todo. Más cerca en el tiempo y en el espacio, está la experiencia de los adecos con su central de trabajadores (CTV) que no lograba establecer fronteras entre los intereses de esta central y los intereses del llamado Comité Ejecutivo del Nacional de Acción Democrática (CEN) y la CTV terminó por ser una organización, cuyo único propósito era el negociar puestos para la dirección en el partido y en el llamado CEN. Lo que pasó después, no es ajeno a esa historia.
El Chávez de este domingo 13 de noviembre es también en mi opinión, el Chávez creativo, impulsor de las innovaciones propias del socialismo del siglo XXI. El reimpulso del Gran Polo Patriótico (GPP) que fue también una iniciativa de él, es una línea que se mueve en sentido contrario a la animación de una central de trabajadores adscrita al PSUV. El Gran Polo patriótico es darle sentido y vitalidad a la diversidad en el marco de una unidad de los actores del proceso revolucionario. En una parte de su intervención desde la plaza O’Leary y cuando se refería a la alternativa de desdoblar el Polo Patriótico en los estados, el comandante aseguro que el polo y el Poder Popular eran la vía para lograr la direccionalidad política desde la base. Este evidentemente es otro Chávez.
Guardando las distancias existentes entre el modelo socialista del siglo XX y este proyecto de cambio que se ha calificado como socialismo del Siglo XXI; la realidad y el empeño de esta cultura que viene del viejo modelo juegan su partida y producen sus prácticas que nos advierten de la presencia de esquemas que bloquean iniciativas para impedir que dentro de la diversidad de movimientos, haya la posibilidad de no regresarnos en el tiempo y construir una unidad que esté permanentemente oxigenando y alimentando el proceso revolucionario. Nada más contrario al espíritu del socialismo del Siglo XXI, que la tendencia a uniformar todo.
El Movimiento comunal en su mayoría vive bajo la sobra del PSUV y bajo esas condiciones no alcanza la suficiente autonomía y PODER para plantearse dentro del propio proceso una manera de crecer como organización y efectivamente proponerse la construcción del “Estado Comunal”. Bajo la sombra y total dependencia política del movimiento comunal; el proyecto de estado comunal que surja de ahí, si es que surge, será una criatura sin las defensas suficiente para alcanzar su autonomía y sobreponerse a los designios del partido. Pienso que en esta experiencia de Socialismo del Siglo XXI, hay suficiente espacio para que un partido revolucionario de masa y de cuadro coexistan con un movimiento comunal maduro y desarrollándose como poder. Mantener uno a la sombra del otro con un poder político mayor por estar más cerca del Estado real, es una manera disimulada de mantener abierta las rutas que produjeron el fracaso del siglo XX.
Un movimiento comunal que uno a veces no percibe si es PSUV o si son consejos comunales, no logra acumular el PODER del cual habló Chávez este domingo y que es necesario para la construcción del Estado Comunal del cual hemos estado hablando y cuyo perfil se ha prefigurado más o menos en la Ley Orgánica del Poder Popular y la Ley Orgánica de la Comuna. Una Central Obrera, plegada a los designios de un partido burocratizado, encorbatado y con las uñas laqueadas no presagia un cambio respecto a la experiencia real. Es por supuesto necesario un partido con capacidad y poder para calcular ruta, pero la variante del Poder Popular y la existencia del Gran Polo Patriótico son dos innovaciones que rompe con el viejo esquema y es necesario darle espacio para que se desarrollen.