Uno es poco habituado a hablar o pararle a conversaciones sobre enfermedades, por creer que por esas vainas ellas como que se pegan. Si alguien dice que fulano se murió después de sentir una comezón debajo del maruto, inmediatamente comenzamos a rascarnos en el mismo sitio. Por eso, eludimos hablar de cáncer aunque dicho mal afecte a personas de nuestro aprecio y significación como Chávez, Lula, Lugo y por supuesto Cristina.
También evadimos la conversación porque nada sabemos de medicina, así sea la del hombre primitivo y la de los curanderos pueblerinos. Para saber si uno está enfermo está el cuerpo, mi mujer que de esa vaina sabe más que cualquier médico integral; ¡cómo ha bregado con tosferina, sarampión, viruela y hasta con el mal de ojo! Sus diagnósticos son infalibles y mejor los tratamientos. También los médicos cubanos, entre los cuales he tenido unos cuantos inolvidables amigos, como Omar Estrada, muchos ya de regreso a su patria.
Por eso, cuando Chávez, dijo medio en broma, medio en serio, porque es valedero manejar así el asunto, que se podría estar induciendo el cáncer a los mandatarios americanos, particularmente a los críticos y atrevidos y llamó a cuidar a Evo y Correa, evadí la conversación planteada por mi compañera.
¿Será eso posible? ¿No es acaso una duda razonable? Me preguntó quien el tema le interesa doblemente, por el contenido político y lo atinente a la enfermedad y lo pegajoso.
¡No sé! Conteste predispuesto a sacarle el cuerpo a la cháchara que bien sabía el camino que podía tomar y sus efectos.
En ese punto nos quedamos.
Pero, lo que en principio pudo ser un asunto incómodo, “piquiñoso”, se me volvió un chiste negro y cruel, que como tal me gustó e interesó sobre manera, cuando la señora Victoria Nuland, vocera del Departamento de Estado, declaró que los comentarios del presidente venezolano eran “horribles y reprensibles”. Es decir, según ella, gobierno gringo alguno es incapaz de cometer una villanía y bajeza como esa. Y por eso ella debía “corregir, amonestar a alguien que había vituperado.”
Lo curioso es que de nuevo sucede aquello de “todo picado de culebra cuando ve bejuco salta”. Chávez no señaló a nadie, pero Victorita, se tomó la cosa para ellos.
¿Cómo se le ocurre a Chávez – pareció razonar Victorita – sugerir que un gobierno gringo americano, podía cometer cosa tan horrenda?
Y no le falta razón. Ese Chávez se pasó de malhablado y calumniador.
¿Cuándo se ha visto a un gobierno de Estados Unidos dar un golpe de estado, asesinar en vivo y en directo como lo hicieron con Bin Ladem, torturar cual se hace en Guantánamo, bombardear y ejecutar en gavilla a Libia y con Kadafi, sacar a un presidente del cuarto de su casa, en pijama y abandonarlo en un aeropuerto de país vecino, historia de Zelaya, destruir a bombazos cada metro cuadrado de área rural o urbana, tal cual se hizo en Vietnam, lanzar napalm y el agente naranja, invadir con tropas y asesinar presidentes en plena calle como en Granada y para no cansarles, bombardear hospitales, escuelas y poblaciones con gérmenes portadores de enfermedades? Nunca. Eso jamás ha pasado. Uno lo cree de esta manera por lo que dijo Victorita. Pensar que eso haya sucedido es, como lo expresó la muchacha, “horrible y reprensible”.
No sé, y repito, no me gusta la conversación, si es posible lo que “sin querer queriendo”, comentó el presidente Chávez. Pero de lo que no tengo la menor duda es que, por lo que Victorita manifestó, y bien sabe Dios, no ha habido un gobierno gringo dispuesto a cometer tropelías como las arriba mencionadas. ¿Quién ha dicho, con razón, que no se paran en hueso?
Martin Luther King, Malcoln X, John Kennedy, Bob Kennedy y hasta Abraham Lincoln, nunca existieron, por eso nadie les asesinó, fueron “vapores de la fantasía”.
Sólo un mal pensado y lengua viperina como Chávez, es capaz de concebir y expresar cosas tan horrendas.
damas.eligio@gmail.com