La diferencia es que mientras el “Golpe artero” del 45, solo perseguía saciar apetencias personales de grupos resentidos, la rebelión del 4F, fue un golpe de dignidad, porque sus principios son ideológicos, de dignidad y amor por la patria y su pueblo, de lealtad al padre libertador y demás líderes continentales que derramaron su sangre para echar de nuestra patria grande a la insolente bota imperial europea, que en mala hora llegó a este continente de cultura y dignidad, de amor y solidaridad, a saquear, a cometer el más espantoso genocidio que conoce la humanidad y a dejarnos como herencia la perversión, el individualismo, el egoísmo, odios, miedos y toda clase de rémoras cobijadas con sotanas y discursos que no se corresponden con nuestras raíces. A lo largo de la historia, desde 1492 hasta finales del siglo XX, no hubo otro legado, que la represión, la exclusión y el empeño permanente de borrarnos nuestra memoria histórica para vencer la resistencia y consolidar la dominación y el envilecimiento de nuestros pueblos, hasta que llegó el huracán bolivariano y encendió la tea, que despachó la penumbras y nos abrió el camino de regreso a nuestras raíces, al conocimiento profundo y crítico de nuestra historia, analizando el pasado, única manera de entender la necesidad de fortalecer las luchas del presente para hacernos merecedores del futuro.
El entonces mandatario de turno en Miraflores, Carlos Andrés Pérez, hizo lo imposible a través de la propaganda perversa en los medios por satanizar a quienes se habían revelado contra su apátrida conducta en el ejercicio del gobierno, subordinado al Fondo Monetario Internacional y al Consenso de Washington. La campaña, no fue solo contra el Comandante Hugo Chávez y sus camaradas de rebelión, sino de manera velada contra toda la fuerza armada, al presentar a sus miembros en impresos, radio y televisión, como asesinos traidores que habían intentado darle muerte junto a su familia en la residencioa oficial. Infame mentira, porque oportunidad tuvieron de sacarlo de circulación, pero el objetivo no era el peón del ajedrez, el objetivo era acabar con el tablero como un todo, bajo la concepción ideológica de refundar una nueva república, con nuevos ideales, con mujeres y hombres nuevos, no por edad cronológica, sino desde el punto de vista espiritual, esto es: con autoestima, sentido de pertenencia, solidaridad, capacidad de organización para resolver sus problemas mediante el ejercicio del gobierno popular, sentido de responsabilidad compartida en la conducción del país. Una sociedad participativa y protagónica inmersa en la refundación de la república, capaz de cerrarle el paso a los vendepatria y saqueadores que en el pasado reciente, tanto daño hicieron a la nación y al estado venezolano, lo que llevó a los jóvenes y dignos oficiales de la Fuerza Armada, a protagonizar esa rebelión del 4F de 1992, que en un primer momento se proyectó como una derrota militar, pero aquel histórico “Por ahora” sembró en el corazón de los venezolanos la idea de que había llegado la hora de la activación del Poder Popular y con ello decretó la inexorable victoria política, que alcanzó el Comandante Chávez en 1998, en las urnas electorales y que durante doce años lo ha mantenido como líder imbatible, en un proceso donde los llamados a elecciones se han convertido en rutina y las derrotas del fascismo traidor de la Cuarta República, en una histórica y celebrada costumbre.
La revolución bolivariana, que tiene sus raíces en épocas lejanas, siempre estuvo latente, una de sus manifestaciones más importante fue la rebelión de Ezequiel Zamora, General del pueblo soberano, asesinado en San Carlos Estado Cojedes, por un sicario, aupado por el brazo de la traición que estaba camuflada en el alto gobierno. Luego el 23 de enero de 1958, hubo otro resucitar de ese espíritu libertario del pueblo, pero una vez más los herederos de los enemigos de Simón Bolívar, asesinos del Mariscal Sucre y de Zamora, engañaron al pueblo y secuestraron sus conquistas para beneficio de grupos económicos y sociales enemigos de la patria.
La rebelión armada de los 60, protagonizada por jóvenes estudiantes, campesinos y obreros contra la traición de la oligarquía, fue brutalmente reprimida, nació en Suramérica la figura de la desaparición forzosa, los fusilamientos y torturas hasta la muerte en los campos de concentración denominados TO. Allí en esos Teatros de Operaciones, eran utilizados oficiales formados en la Escuela de las Américas, en Panamá, instruidos especialmente para matar, junto a los agentes de la DIGEPOL, entrenados como asesinos, para el exterminio de revolucionarios.
Esas prácticas, junto a los estudios que fuera de la formación prusiana realizaban los jóvenes oficiales de la nueva Fuerza Armada que estaba naciendo, llevó a la reflexión a esos muchachos uniformados, que entendieron que los civiles no eran sus enemigos, sino sus aliados en la búsqueda de la patria digna y soberana, con educación, salud, tecnología, sociedad organizada, solidaria y con sentido de pertenencia del acontecer histórico y de su responsabilidad en la conducción de los destinos de la patria. El llamado “Caracazo” 27 de febrero de 1989, que dejó como resultado más de tres mil civiles asesinados, a través de la brutal represión ejecutada por militares y policías que obedecían órdenes de CAP, sus ministros y el Gobernador del Distrito Federal, Virgilio Avila Vivas, fue lo que colmó el vaso, púes los jóvenes oficiales que habían venido reflexionando y organizándose en el MBR 200, decidieron poner fin a esa era de corrupción y crímenes, que empañaban el buen nombre del pueblo uniformado. Es así como aquel 4 de febrero de 1992, el pueblo venezolano despertó de júbilo con un movimiento se prolongaría en el tiempo, para sacar a Venezuela del estercolero en que se encontraba. Esto ha sido posible a través del golpe de la dignidad.
Periodista*
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