En uno de tus empinados barrios, colmado de insuficiencias pero también de luchas, nací. Allí me levanté y conocí los primeros sabores de la vida: los amargos como los dulces. En tu seno me levanté. Bajo tus soles y lluvias decidí entregar mis sueños a las exigencias de la justicia social.
Tu medianoche del 27 de febrero de 1989 me inyectó ánimos de victoria popular, y la del 4 de febrero, del año 92, la convicción de que la historia comenzaba a partir de otro punto y aparte.
¿Mis amores? ¡claro!: ¿de dónde más? La catiense es dueña absoluta de un saoco muy particular.
Siempre marginada por los gobiernos, maltratada y humillada eras destino de los políticos sólo en épocas de carnaval electoral. Hoy te disputas el récord, junto a otras zonas, de estar entre la más visitadas por Presidente alguno. ¡Que diga Chávez si no se siente catiense! De sus travesuras en tus vericuetos ha hablado con amor, varias veces.
Hoy tus venas brotan ante la fuerza telúrica de la Revolución. El teatro que lleva tu nombre sonríe de nuevo. Chávez –para variar– subió el telón el jueves pasado. En su ajada pantalla presencié el rodaje del Alguacil del diablo, allá por 1976.
Ahora, también a tu nombre y con tu nombre de guerra, la alcaldía desarrolla un plan. Te engalana como lo mereces. Cobijarás, atadas con condiciones dignas, a miles de familias víctimas de la naturaleza y de la desidia oficial de un pasado al que le está prohibido el regreso.
Tu también recuperado bulevar se presta para sentir el pronto y ligero caminar de quienes dentro de muy poco abandonarán algunos refugios. Tu futuro comenzó ya, de la mano de niñas y niños que en muy poco tiempo te defenderán de ataques farsantes y demagogos.
Catia linda. O mejor: ¡Catia linda! dueña de atardeceres y amaneceres arropados en neblina junquiteña y conspiraciones progresistas, llegó tu hora. ¡Venceremos!
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