El socialismo del siglo XXI, que de un tiempo para acá anda proclamando Hugo Chávez por el mundo, genera más preguntas que respuestas. Las interrogantes tal vez sean mucho más numerosas, profundas y complejas entre sus propios seguidores y simpatizantes que entre los detractores del presidente venezolano, siempre llenos de certezas negativas con respecto al personaje y sus ideas.
Alguien tan inteligente como Albert Einstein -¿quién lo duda?- se proclamó socialista allá por 1949. Lo hizo en un artículo publicado en una revista de Nueva York, The Monthly Review , donde formuló una crítica demoledora a las perversiones del capitalismo y planteó que “hay solamente un camino para eliminar estos graves males: el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales”.
¿Qué pensaba Einstein del capitalismo? Nada bueno.
* “El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos (…). El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática.
Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población.
Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directa o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos”.
* “No está garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe casi siempre un «ejército de parados». El trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la producción de los bienes de consumo está restringida, y la consecuencia es una gran privación. El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a esa amputación de la conciencia social de los individuos que mencioné antes”.
Una “mutilación de los individuos” que Einstein ponderaba como “el peor mal del capitalismo”. Un mal que veía enraizado en el sistema educativo, donde “se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura”.
Al abogar por el socialismo, el insigne científico consignó un “pero” que, a 50 años de distancia, vale la pena debatir en la Venezuela y el mundo del siglo XXI, a la luz de las experiencias socialistas vigentes y pasadas: “Sin embargo –reza el último párrafo del artículo de Einstein-, es necesario recordar que una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?”.
Si el fastidio no le hizo abandonar esta columna, y llegó hasta esta línea, convendrá usted en que las inquietudes de Einstein siguen sin contestación. Las experiencias socialistas del siglo XX no las aclaran, sino que las confirman. Las respuestas habrá que ir construyéndolas sobre la marcha, si es que en serio vamos hacia el socialismo del siglo XXI. Pero hay que apurarse. No vaya a ser que antes la burocracia se nos torne, como ya se asoma, demasiado “arrogante” y se crea de verdad “todopoderosa”.