SEGUNDO ACTO
Para no hacer lo que habían pensado, porque lo denunció Chávez, planearon una nueva argucia.
Pero había que hacer algo para cambiar aquel cuadro pintado por el adversario que bien se parecía a lo real. No prendía el entusiasmo electoral y había demasiadas candidaturas.
Tomaron un segundo aire y lanzaron una campaña publicitaria de grandes dimensiones, invirtieron tanto dinero que, como el propio Pablo Pérez admitió, “no tengo cómo contarlo”. Los postes se volvieron farolitos y los árboles se vistieron de navidad, de tanto afiche y figuras. Los diarios y revistas engordaron y la red privada de radio y televisión, no hablaba de otra cosa. Es decir, se dinamizó un negocio, el publicitario, y empezó a despertar cierto interés. El asunto no era tanto cómo votar, por Capriles, Leopoldo o Pablo Pérez, por sólo nombrar los tres por razones de espacio, y una multitud de candidatos menores que se ocuparían de movilizar votantes, sino hacerlo contra Chávez. Es decir, la presión publicitaria y el odio al presidente, hizo de las llamadas primarias una contienda como si se estuviesen enfrentando al zambo de Sabaneta. De modo que uno puede predecir que la expectativa, entusiasmo y carga de odio de ahora no será distinta a la de octubre. Fue esto todo, un adelanto. Esta vez, todos contra Chávez. En octubre, uno sólo, por todos, lo que Chávez llama en propiedad
“la burguesía”, contra él. Será la misma historia.
Mención especial merecen los indebidamente llamados debates entre los precandidatos. Porque no fueron tales. Nunca debatieron entre ellos. En cada uno de aquellos actos, se dedicaron como una banda o quinteto afinado a “discursear” contra el ausente, el presidente. Fueron “enfrentamientos” de boxeo con el rival de manos amarradas a la espalda y sentado en la esquina en su banqueta, mientas los cinco le caían en cayapa. La misma escena de cuando la policía acorrala a un obrero que protesta por sus derechos, bajo gobierno de estirpe burgués, le aisla, separa del grupo y le muele a palos.
Midieron una y mil veces, percibieron que habían subido las encuestas, pero la votación de la casta de los reyes, aparecía algo repartida. El estado de ánimo a esa altura produjo el milagro del engrendro y nacimiento un poco apuradito de Capoldo, el “nacido antes de madurar”. El retiro de la candidatura de Leopoldo López, pese al lugar común utilizado por Pablo Pérez, que “en política dos más dos no son cuatro” o que los potenciales votos de quien se retiraba no se sumarían en buena cantidad a Capriles, en realidad elevó mucho más a éste en las encuestas y disminuyó sensiblemente a María Corina. Es decir, el voto de la clase se concentró con el nacimiento de Capoldo.
A esta altura, en la MUD, se sabía que Capriles sería el ganador de la contienda presidencial y surgía la amenaza que eso arrastraría los votos a favor de Primero Justicia, en lo que concernía a los otros cargos en juego.
Por eso, la tésis del consenso, del retiro de las candidaturas y la distribución a dedo de los cargos, como cuando se reparte el botín, volvió a tomar fuerza. Pero, allí había una vaina, ¿como hacer lo que el chavismo había denunciado? ¿Cómo materializar el consenso, el reparto y obviar las elecciones sin que nadie lo supiese?
-“Es una jodienda darle la razón a ese carajo”. Eso se dijeron y se pusieron a pensar ¿qué hacer?
Se aseguraron que el CNE, organismo que se comportó ingenuamente o se excedió en complacencias para evitar enfrentamientos y tratar de ganarse una confianza que de ninguna manera logrará, les aceptase sus condiciones. Nada de meter el dedo en tinta y usar los captahuellas. De esa manera, las condiciones estarían dadas para que “acta matase voto” y “un gallito para mí y este otro para tí”. Además, la MUD se encargaría del escrutinio y la trasmisión de los votos. EL CNE sería sólo un invitado de piedra, pese ser el dueño del equipo.
Con todas las circunstancias antes expuestas, estaban hechos para ir a las primarias. Pero temían que no acudiese mucha gente y eso preocupaba a todas las patas de la MUD.
Casi en los umbrales de la contienda, ya se sabía que Capriles, ahora como Capoldo, ganaría. Con él estaban la oligarquía, la plutocracia, la Embajada. Los viejos partidos veían con preocupación les borrasen de la escena. Mientras tanto, Pablo Pérez seguía en campaña y Ramos Allup, se atrevía a payasear.
En cónclave muy secreto, la gente que más muge en la MUD, llegó al consenso. Habría un simulacro de primarias. La gente creería que votó por quien lo hizo y ganarían quienes decidiera el cogollo. Habría un porcentaje grande para el ganador quien no debe aparecer esmirriado frente a Chávez y algo insólito, los perdedores por paliza, en las presidenciales, aparecerían casi gananciosos en gobernaciones y alcaldías.
Para lograr ese mágico acto, consiguieron que el CNE, no conservase para sí registro de esas votaciones y anunciaron que ellos los quemarían las actas el martes 14 de febrero en la tarde, cuarenta y ocho horas después de terminado el acto de votación, amparándose en una excusa baladí. Esta vez, en contubernio, acuerdo oculto mataría el voto y quemaría las actas.
CONTINUARÀ…
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