Quienes aun hoy ignoran la esencia del Estado popular, pretenden desde sus corporaciones hacer que las órdenes no se discutan y que el humilde adopte la sumisión como ley para sobrevivir. Estos reformistas sufren un instinto esclavista más salvaje y agresivo que la propia burguesía, la cual en su peculiar ciencia jurídica al menos consagró formalidades como el debido proceso, el derecho a la defensa, el derecho a ser oído, la presunción de inocencia, la apelación y la acción de amparo en casos de indefensión.
Ciertamente, la última fase de la extinta URSS constituye el más notable ejemplo histórico en la conformación de una nueva élite encubierta y la licencia para mandatarios omnímodos y despóticos. La Perestroika ha dejado como legado una ideología que el socialismo del siglo XXI debe erradicar, pues son inaceptables el abuso de poder y la odiosa clasificación entre chavistas de primera y de segunda.
Todo el mundo sabe que el partido de Lenín (1917) y el reformista partido de Gorbachov (1986) no eran lo mismo y que a finales del siglo XX fue ese último partido, bajo el mando de una cúpula farsante y vendepatria, quien llevó a la Urss al suicidio con la Perestroika, usando las mismas siglas y la fraseología del Socialismo.
Hoy en la esperanzadora etapa que vive Venezuela, más allá de las estructuras jerárquicas y los niveles de responsabilidad, todos tenemos derechos y obligaciones. Para nadie es un secreto que la transformación social es una tarea exigente, ya que muchas vanguardias en el mundo han pretendido realizar una revolución económica, política y social, pero olvidaron la revolución cultural y el deber de promover una nueva conciencia en la mujer y el hombre.
Constitucionalista. Profesor de estudios políticos e internacionales.