La Hojilla ha salido del aire y no me resulta difícil imaginar cuan felices deben sentirse Marta y Napoleón… les llegó la hora del desquite.
Ellos, al igual que los enemigos del proceso que la hojilla defendía, deben estar “bailando en una pata” porque el programa en cuestión corrió la misma suerte que el que ellos mantenían. La diferencia, sin embargo, radica en que unos salieron porque ya nadie los veía, mientras que el otro contaba con una buena audiencia y se había convertido en un icono dentro de la lucha librada contra la mentira y la manipulación, cuando sus conductores lo abandonaron.
Pocas veces se ha visto que un programa “salga del aire” cuando su aceptación dentro del público se encuentra en pleno crecimiento. Este hecho no puede ser pasado por alto, de allí que me proponga compartir con ustedes mis reflexiones al respecto.
En qué grado cada uno, no lo sé; pero los conductores de la hojilla han sido irresponsables con su deber revolucionario. ¿Qué diablos nos importa a los seguidores del programa, las miserias humanas que cada uno de ellos arrastran?
Ellos habían asumido un papel muy importante dentro de la lucha revolucionaria y contaron con el respaldo no sólo del gobierno y sus instituciones, sino con el del pueblo; al cual dejaron con un sabor amargo en los labios.
¿Es que acaso Nestor, Eileen y Mario creen que evitar los problemas que sus “profundas diferencias” les ocasionan particularmente, es más importantes que evitar el daño que personajes como el matacuras, granielito, Poleo y tantos otros le causan al espíritu, la conciencia y la salud de millones de venezolanos?
No, señores conductores de La Hojilla; ustedes, si de verdad son revolucionarios, tenían que tragarse su malestar y apelar al ESPÍRITU DE SACRIFICIO, para continuar haciendo el trabajo que la lucha por la libertad, independencia y prosperidad de nuestro pueblo, les había asignado.
No se puede dejar una tarea tan importante como ésa, argumentando que ya se abrirán nuevos espacios de lucha. En esta revolución, cada puesto de batalla hay que defenderlo hasta el límite de las fuerzas y las tareas vitales hay que hacerlas aunque tengamos que tragarnos la bilis, pues la revolución es más importante que cada uno de nosotros. ¿Se imaginan que cada quien abandonara sus responsabilidades argumentando diferencias insalvables con quienes nos ha correspondido hacer el trabajo?… al carajo se iría esta revolución.
En cada oportunidad que quiero hacer referencia a un revolucionario, apelo a la imagen y al ejemplo de Ernesto Guevara de la Serna. Allí, frente a su legado me doy cuenta que no soy revolucionario un carajo, pero su ejemplo y dignidad actúan como faro que guía la conciencia y la acción. Claro que tuvo Guevara “profundas diferencias” con otros camaradas, pero jamás (porque era un verdadero revolucionario) abandonó alguna tarea vital para la revolución.
Por encima del amor a su familia, por encima de los beneficios que el cargo de ministro le brindaba, por encima de las limitaciones que su salud le imponía y por encima del miedo a perder la vida; el guerrillero heroico puso la convicción de que tenía que hacer suyas las luchas por la independencia de los pueblos africanos y latinoamericanos. ¿Qué le costaba a los amigos de la hojilla, tragarse su malestar y actuar como profesionales y revolucionarios que entienden que primero está el compromiso con quienes nos siguen?
En esos momentos, cuando el sueño que creemos seguir, nos impone un sacrificio, es cuando sabemos que tan abrazados estamos a él.
Ojalá que la directiva de Venezolana de Televisión asuma la responsabilidad de continuar la tarea y cree un programa similar que siga desenmascarando a los envenenadores de almas. La revolución no puede detenerse porque algunos abandonen la trinchera que se les dio para que defendieran.
“Si cumplís con tus responsabilidades que Dios y la patria os premien, sino que os lo demanden”