No fue Hugo Chávez el primero en establecer un estrecho vínculo entre la política y el amor.
Bolívar escribe a Sucre el 6 de abril de 1827 diciéndole que “…el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor” Casi siglo y medio después, en 1965, el Che Guevara, también en una carta, conocida como El socialismo y el hombre en Cuba, afirma “…que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. (…) Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos…”
Por eso cuando Chávez en su extraordinariamente sensible alocución del 30 de junio de 2011 nos habla desde “ la razón humana, la razón amorosa para ser más preciso, ¡la razón amorosa!,” no nos sorprende en absoluto.
Es consecuente consigo mismo.
Quienes lo seguimos con atención, llegamos a comprender desde hace tiempo que la razón política en Chávez es una razón de amor, como debiera serlo en todo revolucionario.
O como en todo cristiano auténtico (que, por cierto, no abundan). Pues en principio cualquier revolucionario o cualquier cristiano, en la teoría, harían un reconocimiento al amor como guía fundamental de actuación.
Lo verdaderamente difícil (y a estas alturas uno ha visto correr mucha agua bajo los puentes) es verlo practicar en todo momento, en toda situación. Ver la consecuencia entre teoría y vida.
Esa consecuencia la vimos en Cristo, en Bolívar, en el Che, ciertamente.
Y la apreciamos hoy en el líder del proceso bolivariano. Para nosotros es evidente que en Chávez ese reconocimiento de amor no es solo hipotético, no solo es base conceptual de su práctica vital, sino que impregna su manera de entender la política y, en particular, el ejercicio del poder.
Su capacidad, no sólo de entender a los demás, sino de ponerse en su lugar, afectivamente, en el lugar de los más pobres, de los humillados, de los sufrientes de la vida, es una de sus cualidades más notables. Verdaderamente Chávez ha hecho de esta Revolución, una Revolución de los afectos.