Expreso mi rechazo a las infelices declaraciones de Fruto Vivas

Una vez más Fruto Vivas opina negativamente sobre lo que hacemos. Pero esta vez creo que se pasa de rosca al criticar la actuación de la Gran Misión Vivienda Venezuela en la Capital. No es algo nuevo. Ya en otra oportunidad afirmó que sería una locura meter más viviendas en Caracas. Bueno, es su opinión. Y desde luego tiene derecho a manifestarla públicamente. Así como yo también tengo derecho  a responderle.

Hasta ahora, durante varios años, me había abstenido de hacerlo, por respeto. Ya no. A estas alturas de mi vida no creo en los argumentos de autoridad sino en la autoridad de los argumentos (y también, por cierto, de los sentimientos). Vamos allá.

Me tomo la molestia de transcribir literalmente una parte de sus respuestas a la entrevista que le hace Manuel Isidro Molina en Últimas Noticias, hoy domingo 21 de junio. Son las siguientes:

- ¿Usted no cree que en Caracas "cabe otra Caracas", como dijo el ministro Farruco Sesto?

- Eso lo inventó él. Desde hace más de veinte años los investigadores urbanos determinaron que en Caracas no cabe más gente ni más carros. Como arquitecto, me preocupa profundamente la mala calidad de las cosas nuevas que se hacen, inclusive las casas del Estado; ese volumen gigantesco de edificios sin espacios para jugar los niños.

- ¿Qué evaluación hace sobre el desarrollo de construcción masiva de viviendas en Caracas?

- Muy mala, la peor.

- ¿Por qué?

- ¿Cómo me vas a resolver la salida de la gente de Fuerte Tiuna, por dónde van a salir los carros, la basura? ¿Cómo me lo resuelves? Morirse de hambre en una vivienda nueva es también morirse de hambre. ¿Cómo vas a meter un volumen tal de gente, que no tiene trabajo? Los apartamentos son excelentes, no son pacotilla, amoblados. Pero lo peor es que esas viviendas no tienen parques, no tienen servicios, no pertenecen a una estructura urbana, son cosas puestas ahí, a lo macho.

- ¿Qué es lo positivo de la Misión Vivienda?

- Que se hicieron las viviendas, pero el problema de Venezuela sigue siendo superar la pobreza. Y las casas no resuelven la pobreza. ¿Dónde trabajan? ¿De qué viven? ¿Dónde está la capacidad productiva de esa gente?

Digo yo: ¿Cómo se responde a este discurso tan lleno de lugares comunes?

¿Por qué Fruto Vivas plantea una contradicción entre levantar casas y acabar con la pobreza?  Creo que hay una gran superficialidad en esas observaciones. ¿O será falta de compromiso real?  Veamos.

Comienzo recordando el concepto marxista de que la tarea de los revolucionarios es transformar la realidad.  No basta con criticar el mundo como es. Y ni siquiera con imaginar un mundo bonito, ideal, dibujando un modelo gratificante. Eso cualquier persona de buena voluntad y mediana inteligencia puede hacerlo.

Lo interesante para un revolucionario es acometer la tarea del cambio posible. Ciertamente es muy fácil hablar mal de Caracas, diciendo que es un caos. Y como referencia de lo contrario, acercar fuera de contexto el ejemplo de una ciudad como Curitiva.

Pero la obligación revolucionaria es acometer la tarea de transformar Caracas, que no es otra cosa, en un sentido humanista, que transformar la vida de sus habitantes.

Estoy hablando, desde luego, para los bolivarianos de este país. Para los que no soportan la injusticia. Para los que no se desentienden de lo que ven porque ven con el corazón y no desvían la mirada hacia otro lado.

¿Y qué es lo que vemos en Caracas? Más allá del tráfico, de la contaminación, del desorden formal, de los problemas de servicios, de la inseguridad, lo que principalmente vemos es una gran multitud de personas (más de un millón, sin duda) viviendo en condiciones inhumanas, de alto riesgo, de brutal hacinamiento, de inclemencia material. Es decir, sin hogar. Eso es lo que vemos. O, al menos, eso es lo que vemos quienes lo hacemos con la mirada amorosa, solidaria, para la que nos formó el Comandante Chávez.

Ese es el problema fundamental. Más que cualquier otro que pueda plantearse. 245.600 familias sin un hogar digno en el Distrito Capital. 325.000 familias si hacemos la cuenta para los cinco municipios de la Gran Caracas.

Esas cifras las conocimos con exactitud por la voluntad y el coraje del Comandante Chávez que decidió no mirar hacia otro lado y llamó a contarse al pueblo necesitado de vivienda. ¿Cuántos son? ¿Cuántos somos? Así el pueblo humilde acudió en 2011 al llamado de Chávez,  quien planteó que nos dotáramos de un registro científico para poder planificar la respuesta y cuantificar su compromiso.

Y hay que recordar que una vez conocido el déficit, el Presidente Chávez empeñó su palabra y la del gobierno en saldar la deuda en muy pocos años. Pues ¿qué otra cosa, si no eso, se puede hacer en Revolución? ¿Ignorar el dramático problema, como hasta entonces se había hecho? ¿Correr la arruga? ¿Desentenderse?

No. No es una cuestión de arquitectura. Y ni siquiera de urbanismo. Lo es de humanidad.

El gobierno bolivariano tiene que atender el problema porque mientras haya una sola familia sin vivienda, la Revolución estará en mora. Es un tema de derechos constitucionales y humanos. Así como decimos: ni un niño sin educación, ni una sola persona sin atención de salud o sin trabajo, ni un solo ciudadano excluido o víctima de la injusticia, la Revolución dice también: ni una sola familia sin vivienda digna.

He ahí el tema álgido. He ahí la palabra de Chávez.¿Qué hacemos?

Concentrémonos para efectos de este análisis nada más en el Municipio Libertador. 245.600 familias solicitan desesperadamente una vivienda. ¿Qué propone Fruto Vivas? Lo ignoro, pero digo lo siguiente: a grandes rasgos hay tres tipos de respuestas.

La primera, como ya hemos dicho, consiste en desentenderse y ver hacia otro lado. Siempre hubo pobres, podría decir alguien, y la carencia de vivienda en un país como el nuestro es un problema eterno y sin solución. Pero para la Revolución, esa respuesta no existe.

La segunda consiste en afirmar, como lo hace Fruto Vivas, que en Caracas no se debe construir ni una casa más. En consecuencia, se deduce que si queremos atender a las familias necesitadas, tendrán que irse todas para el interior del país. Coincide con una opinión de algunos sectores de la clase media: ¡Ya no cabemos! ¡Que se vayan! En lo personal califico esta actitud de egoísta y reaccionaria. Y afirmo que el que diga que ya no cabemos, para demostrar su consecuencia, tendría que ser el primero en dar el ejemplo e irse a vivir a otra parte de Venezuela. Pero ¿qué se conseguiría con eso? Como no es un problema individual, sino de masas, podemos preguntarnos ¿Qué significa eso en realidad? ¿Cómo se lograría ese éxodo masivo en corto tiempo?

Hubo un dirigente en un determinado país que promovió a la fuerza ese regreso al campo. Se llamó Pol Pot. La gracia le costó a la humanidad un millón y medio de muertos, según se dice.

Para mi, esa opinión (el que se vaya la población al interior) carece de valor práctico y, por consiguiente, la considero una trivialidad. Pues como esa vuelta al campo es imposible lograrla en la magnitud requerida y en los tiempos de la Revolución, la respuesta acaba siendo como la primera: la de no hacer nada. Es decir: seguir corriendo la arruga.

La tercera respuesta, que es la que acometió Chávez y la que ha emprendido la Gran Misión Vivienda Venezuela, es la de intentar ofrecer solución al pueblo en las condiciones reales en que está Caracas. No en otras situaciones ideales. En estas, que son las que hay.

Es decir: hacer el esfuerzo necesario para ofrecerle vivienda a la mayor parte de la demanda, aquí, en Caracas, dónde esa demanda tiene lugar.

No se trata de traer más gente a Caracas. De hecho la Capital ya no está creciendo sensiblemente desde hace tiempo. El censo lo demuestra. La inmigración y la emigración, los nacimientos y defunciones, están numéricamente casi compensados.

Se trata, sí, de darle dignidad a las familias que aquí habitan.

Ese es el sentido de la frase que acuñó Chávez y que Fruto Vivas critica: en Caracas cabe otra Caracas. O lo que es lo mismo: todos los que aquí habitamos podemos hacerlo en condiciones de dignidad.

Esa frase fue producto de algunas conversaciones. El Comandante planteaba algunas visiones que tenía y yo le confirmaba que eran posibles. Por ejemplo, él me hablaba de algo que llamaba la llanura de Catia que percibía desde el helicóptero, casitas desordenadas, galpones, espacios subutilizados, y me decía que, reordenando urbanísticamente todo ello, se podrían tener una mejor ciudad, mejor aprovechada para la vivienda y para los espacios públicos. Y yo le decía que sí, que era posible.

Así de esa manera él, con su inmensa capacidad de comunicador, inventó esa frase producto de la conversación y me la achacaba a mí: Farruco dice que en Caracas cabe otra Caracas.

Y la verdad es que puedo asumirla sin la menor dificultad: en Caracas cabe otra Caracas. La Caracas de la barranca y la exclusión en la Caracas del Vivir Bien.

Bueno, yo no sé. Que alguien me diga que es lo que tenemos que responderle a los centenares de miles de familias que necesitan un hogar digno. ¿Les decimos que se vayan? Por mi parte, no sé decir tal cosa, no me sale y no quiero decirla. De modo que, como revolucionario, me sumerjo en el problema con mis camaradas de la Gran Misión Vivienda Venezuela.

El tema, por supuesto, no es fácil. Pero esa es la batalla. Viviendas nuevas. Hay que redensificar la ciudad llamada formal. Y hay que reespacializar (permítaseme inventar esta palabra) a fondo nuestros barrios, hoy sumamente densos.

Y lo estamos haciendo. Cuando esta gran operación concluya, ojalá más temprano que tarde, Caracas debe haber saldado su deuda de vivienda pero, al mismo tiempo, la de espacios públicos, equipamientos socio culturales y espacios productivos. Ese es el reto. Al menos, es el intento de ofrecer una respuesta posible a los más pobres. A todos ellos. No a unos pocos elegidos. A todos.

Por otra parte, y en relación a las críticas de Fruto Vivas, quiero recordar que a raíz de los deslaves de 2010 perdieron su vivienda en el Área  Metropolitana de Caracas más de 32.000 familias. Y unas 4.000 más en distintos eventos posteriores. Hasta ahora muchas de las viviendas construidas a lo macho como dice Fruto Vivas, lo fueron para estas familias. Chávez nos había dicho que salieran de sus refugios a una vivienda digna. ¿Estuvo mal eso? ¿Qué debiéramos haber hecho para no ser motivo de crítica? ¿Qué otra alternativa que no fuera  dejarlas a su suerte o forzarlas a irse al interior?

Quiero, por último, terminar afirmando que, por mi parte, mientras tenga un miligramo de responsabilidad en la toma de decisiones, voy a tratar de seguir actuando como lo estamos haciendo en la Gran Misión Vivienda Venezuela, a menos que nos demuestren que hay una mejor respuesta.

Creo ser consecuente con lo que pienso. Y asumo a fondo mis compromisos con nuestro pueblo y con la palabra del Comandante.



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Farruco Sesto

Arquitecto, poeta y ensayista. Ex-Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas. Ex-Ministro de Cultura.

 @confarruco

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