Quiero hoy decir algo sobre el problema de la vivienda que me parece importante.
Lo hago con la intención de aclararle a algunos arquitectos desorientados cual era la posición del Comandante Chávez al respecto cuando lanzó la Gran Misión Vivienda Venezuela.
Los arquitectos en cuestión, incluso considerándose bolivarianos, parecen no comprender el punto. De ahí este esfuerzo explicativo.
Lo primero que hay que decir es que el problema de la vivienda Chávez lo pensó mucho. Y nadie puede acusarle de haber improvisado sobre el tema. Lo perseguía con acuciosidad. Desde 1999 hasta finales de 2010, intentó diversas estrategias con resultados distintos en cada caso, a veces más o menos buenos, otras no tan buenos, pero nunca enteramente satisfactorios, pues el tiempo pasaba y la gran deuda persistía. Por su incidencia en el Vivir Bien de nuestro pueblo, éste era uno de los asuntos que más le preocupaban. Creó el Ministerio de la Vivienda en 2005, lo eliminó en 2009, y de nuevo lo rehízo en 2010. Probó, ensayó, inventó, consultó, investigó, siempre a la búsqueda de una estrategia exitosa. Hasta que dio con ella cuando concibió la Gran Misión.
En ese momento renovó revolucionariamente todos los métodos aplicados. Comprendió que estaban mellados por la carga del pasado que llevaban, siendo instrumentos del capitalismo, y que con ellos no se podía avanzar mucho. Y produjo un nuevo paradigma de actuación, a partir de un enfoque original, es decir, de un punto de vista contundentemente distinto.
Ahora bien, ¿En qué consistía ese nuevo enfoque?
Yo no tengo ninguna duda de lo que voy a decir. Lo conozco bien. Lo sé con absoluta certeza.
El punto de inflexión en las políticas de vivienda tuvo lugar cuando Chávez asumió personalmente el compromiso cuantitativo del problema en su totalidad.
Es importante entender bien esto. El cambio paradigmático en esta materia no se produjo en 1999, con la llegada de la Revolución al poder, sino doce años después, con el lanzamiento de la Gran Misión Vivienda Venezuela, oficialmente el 30 de abril de 2011.
¡He ahí la clave!: la asunción del compromiso cuantitativo total por parte de Chávez y de su gobierno revolucionario, con todos los riesgos y dificultades que ello implica. Esto no suele gustarle mucho a los arquitectos, que prefieren “experiencias” bien acotadas, estéticamente garantizadas y ecológicamente pulcras con las que solazarse.
Está bien. Pero Chávez actuó como el revolucionario que era con responsabilidades de Estado. ¡La deuda había que saldarla! De manera que asumió valientemente en su totalidad el reto de cumplir el precepto constitucional plasmado en el artículo 82: “Toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada…”
El gran cambio radical de la política de vivienda se produjo, pues, a partir del momento en que el Comandante se formuló un principio de lógica humanista y revolucionaria: ¡ninguna familia sin vivienda digna! Y nos dijo: ¡Vamos a contarnos, vamos a cuantificar el problema, y vamos a ponernos un plazo!
Así nació la Gran Misión, así nació el Registro Nacional de Vivienda, así nacieron las estrategias de Estado y el compromiso de cumplir las metas anuales. ¡Tres millones en nueve años: de 2011 a 2019! Pues dijo el Comandante: “…cuando llegue el año 2019 no debe haber en Venezuela una sola familia que no tenga su vivienda digna”. No es que sea fácil, pero ese fue el reto. Y hubo que prepararse para ello, buscando manejar e integrar coherentemente los distintos vértices del problema (pero esto sería tema de una nota más larga): materiales, recursos, terrenos, organización popular, etc.
De manera tal que, a mi juicio, todo lo que no encaje en ese enfoque, no significa otra cosa sino querer correr la arruga una vez más, como tanto se hizo en el pasado.
Tal vez no podamos alcanzar el 100% de la meta, es cierto, pero hay que intentarlo con la disposición y la fuerza de la Revolución. ¡Esa es la voluntad de Chávez!
¿Quiere decir esto que la cuestión cualitativa no interesa? Bueno, muy al contrario.
La gestión garantiza la cantidad y exige y presupone la calidad en el trabajo de los profesionales responsables. De manera que la cantidad se transmuta en calidad. Sólo el enfoque estratégico que busque cumplir la totalidad de las metas, va a permitir, en función de sus propias exigencias, desarrollar una capacidad de actuación cada vez más afinada, más adecuada, más apropiada culturalmente, de mejor urbanismo, de mejor arquitectura, a través de la dialéctica entre la teoría y la práctica.
Estimados arquitectos, convénzanse de ello: Chávez no se equivocó. En esto, como en tantas otras cosas, acertó una vez más. ¿Saben por qué? Por que lo guiaba, justamente, la mejor y más humana de las razones que le dan sentido a la política: la razón amorosa.