Permítase plasmar en esta nota, la lectura que hago de este discurso. Si nos detenemos en la “lectura” que ha hecho la oposición, hasta por esa vía podemos entender el liderazgo de Chávez y la estrechez política de la oposición. La oposición ha resaltado que Chávez vino a recuperar el estado y eso no debería entenderse así, porque Chávez ha sido y es un aliado crítico de su proyecto. No hay intervención de Chávez en la cual no exprese una insatisfacción por alguna situación que no avanza en los términos esperados. ¿Capriles ha dicho algo de lo malo de su gestión y de las gestiones de los opositores? ¿Reconoce en qué se ha equivocado? ¿Ha ofrecido disculpa al país por los desmanes que cometió en 11 y 12 de Abril? Lo ha ignorado, pensando tal vez que tenemos memoria corta. Su supuesto autobus del progreso obvia su trayectoria.
No pretendo colocarme de juez del diablo en este espinoso problema al que Chávez hizo referencia en una parte de su intervención. El problema de las gestiones locales es un tema importante para el proyecto y por ser importante, Chávez debe revisarla, pero también es un reto que tenemos con el proyecto y esto nos reclama de una especial consideración y una responsabilidad que no debe estar sujeta a una visita de Chávez y a un discurso que a veces se detiene en lo más inmediato. Poner el ojo ahí en lo inmediato, es una práctica que nos conduce a centrar la atención en lo que Carlos Matus denomino la fenosituación (formas/apariencias), dejamos a un lado, lo genosituacional (lo esencial). Hay que decirlo, sin la intención de corregir a Chávez pero tratando de abrir el entendimiento para una mejor comprensión a las situaciones mencionadas en su discurso. Al plantear la problemática desde la perspectiva del gerente o los gerentes, haciendo abstracción al instrumento, nos focalizamos en una visión parcial y corremos el riesgo de colocar al proyecto bolivariano frente a una alternativa de proyección y concreción por parcelas y bajo la siguiente premisa: El proyecto avanzará dependiendo de un gerente que cubre un periodo de gobierno más o menos bueno o regular, dentro del marco del Estado que tenemos. Se nos olvida, que además de una eventual gestión, existe un problema estructural que no hemos atendido. Andamos aún con el Estado que la propia oligarquía le planteaba una reforma desde la década de los ochenta del siglo pasado.
Hay un buen libro de Carlos Matus cuyo título es los “Tres cinturones del gobierno”. Fue una de sus últimos trabajos y a través de ese texto, podemos ayudarnos para una comprensión de lo que tratamos de analizar y salirle al paso a este esquema de vernos parcialmente o bajo el esquema de la gerencia, obviando otras variables de la dinámica. Decía Matus en esta obra, que la “calidad del aparato organizativo” es un elemento fundamental en el desarrollo de una gestión y sabemos que desde la aparición del llamado grupo de los notables en Venezuela, ese aparato organizativo no era útil ni para el Estado burgués y menos lo será para un proyecto que intenta producir una transformación. Los resultados son de alguna, producto de una institucionalidad.
A 13 años de instalación del proceso bolivariano, cierto es que tenemos exactamente el mismo Estado. Unos dicen que moribundo pero si nos detenemos a ver el resto de su familia, notaremos que todo la institucionalidad de este Estado que tenemos está igualita. Lejos de encontrase moribundo; los elementos más esenciales que lo pueden conectar con el llamado Poder Popular, lucen vivito; muy vivitos. El Municipio y su poder ejecutivo y legislativo están enteritos. Siendo El Municipio y la Alcaldía, la institucionalidad más cercana al pueblo y al Poder Popular; el proceso aún con la reforma a ley Orgánica del Poder Público Municipal no ha producido un acercamiento hacia el Poder Popular o no se ha hecho una propuesta para la toma de este poder municipal por parte del Poder Popular. Desde esa institucionalidad, cualquier “parche” que se le coloque no aportara mucho. Fíjense en la suerte de los Consejos Locales de Planificación (CLP), la vieja estructura y los viejos y nuevos alcaldes la invadieron y hoy luce como una especie de jarrón chino o institucionalidad en un estado de agonía. Carece de autonomía y de olor a pueblo.
Chávez, tal vez por la condición de estar frente a una situación estrictamente electoral, dejó a un lado este asunto y desde el proceso, no tenemos porque olvidar que desde la institucionalidad existente con su mal endémico (el burocratismo); la posibilidad de dar el salto es muy difícil. Luce como una gran contradicción con las líneas del Proyecto, una iniciativa de impulso al poder popular tutelada desde un ministerio o sujeta a una posibilidad de que el poder constituido le transfiera poder al poder constituyente. Luce una soberana contradicción entender a una comuna o un consejo comunal, desde el sello burocrático de una taquilla única dispuesta en un ministerio. Esa una gran contradicción que debemos saldarla.