El extraordinario proceso revolucionario que vive Bolivia, es, sin duda, un espejo en el que debemos mirarnos los venezolanos, embarcados también en una revolución social.
Varias son las lecciones que debemos extraer de ese rico proceso de lucha de masas que vive el pequeño país del altiplano.
La lucha por reivindicaciones democráticas es socialista
En primer término queda en evidencia que las luchas de los pueblos y los trabajadores latinoamericanos, no se agota en las reivindicaciones parciales e inmediatas, y que las luchas por darle solución definitiva a las mismas, pone en el tapete la necesidad de luchar de manera permanente e ininterrumpida por trascender el capitalismo, y comenzar a construir una sociedad sin explotados ni explotadores, una sociedad socialista. Es decir, la lucha por las necesidades inmediatas, por objetivos meramente democráticos, se entrelaza con las tareas propiamente socialistas.
El pueblo boliviano inició en el año 2000 la lucha contra la privatización del agua, y la entrega de los recursos hídricos a una empresa trasnacional belga (Bechtel). Esta lucha continúo con la llamada “guerra del gas” en el año 2003, que dio al traste con el gobierno represivo y antinacional de Gonzalo Sánchez de Losada. Pero este proceso no se detuvo allí, por el contrario, los trabajadores y el pueblo boliviano comprendieron que no se trataba sólo de defender el control sobre el agua o el gas, sino que había que ir más allá, incluso, no era una lucha por el conjunto de los hidrocarburos. De lo que se trataba era de algo mucho más complejo, algo con un carácter netamente político. El pueblo boliviano, al calor de la movilización y la lucha, comprendió que para poder obtener conquistas parciales y consolidarlas en el tiempo, no bastaba con derrocar al presidente de turno. Los bolivianos comprendieron que para defender el agua, el gas, los hidrocarburos, pero además, la tierra, las minas, la producción agrícola, y todos los recursos naturales del país, en suma, para defender la soberanía y el nivel de vida de la población más pobre, había que conquistar el poder. El pueblo, los campesinos, los indígenas, los obreros fabriles, los mineros, los docentes, los estudiantes y demás sectores explotados, entendieron que no podían seguir luchando para abrirle el camino a un nuevo “payaso” de la burguesía, como algunos en Bolivia llaman a los “delfines” que las clases dominantes y el imperialismo sacan de la manga, para seguir engañando a los trabajadores y al pueblo.
Ha quedado claro, entonces, que la lucha por el agua y contra su privatización, es esencialmente anticapitalista; que la lucha por defender el gas y los hidrocarburos, es una lucha fundamentalmente anticapitalista y antiimperialista, y en esa misma medida, son luchas por el socialismo. Es decir, la pelea por conquistas democráticas como son la soberanía nacional, la independencia, la nacionalización de los recursos naturales y su mejor aprovechamiento al servicio de las necesidades e intereses del pueblo, las cuales son reivindicaciones básicamente democráticas, se convierte así, en un enfrentamiento con el capitalismo.
Las “asambleas populares”: organismos del poder obrero y popular
Pero también los trabajadores, los campesinos, los pueblos originarios y demás explotados de Bolivia, han entendido que es necesario organizarse democráticamente para vencer la resistencia de la burguesía y de las transnacionales. Que para ejercer el gobierno, para conformar un gobierno de los obreros y los campesinos que nacionalice el gas y demás hidrocarburos, que defienda consecuentemente la soberanía, que convoque a una asamblea constituyente y reordene la sociedad en función de los intereses de las mayorías pobres del país, es necesario conformar organismos para tal fin, donde participen democráticamente todos los sectores y organizaciones populares en lucha. Es así como la revolución boliviana ha visto nacer y extenderse por todo el país, las Asambleas Populares. Organismos democráticos de doble poder que comienzan a cuestionar el orden y las instituciones burguesas, y que se perfilan como las instancias de dirección y administración de un futuro gobierno obrero, campesino y popular.
Estas asambleas, especies de consejos de obreros y campesinos, semejantes a los soviets rusos, surgen como una necesidad de la lucha para resolver los problemas inmediatos de las masas (transporte, abastecimiento de alimentos y combustibles, servicios básicos, etc.) pero también persiguen organizar la defensa armada del territorio y de la revolución, contra las eventuales arremetidas fascistas y la represión de la policía y del ejército.
Elecciones: la trampa de la democracia burguesa
Pero la burguesía tiene muchos recursos, no siempre apela a la violencia, en muchas ocasiones la combina con otros instrumentos. En este momento, después de la renuncia del presidente Mesa, y del nombramiento como nuevo mandatario de Eduardo Rodríguez, la burguesía, la Iglesia católica, los partidos reformistas como el MAS de Evo Morales, los medios de comunicación y el imperialismo, comienzan a maniobrar para liquidar el proceso revolucionario mediante los artificios de la democracia burguesa. La contrarrevolución se viste de “democracia”, enarbolando la bandera electoral y tratando de confundir y “marear” a los trabajadores y el pueblo con ilusiones y promesas. El nuevo Presidente nada dice sobre la nacionalización de los hidrocarburos, ni menciona la asamblea constituyente. Evo Morales ya salió solícito a darle un “período de gracia” al nuevo “payaso” con el que la burguesía intenta distraer al pueblo, y ahogar en las aguas bautismales de la democracia burguesa, la movilización y la lucha. El país “decente”, el país del sentido común, intenta salir de su perplejidad de ayer, y apela a las sotanas, a los discursos melifluos de la paz y del rechazo a la violencia, a la izquierda reformista, para recuperar el terreno perdido. Un nuevo peligro surge espectral ante los trabajadores y el pueblo boliviano: las elecciones no son más que una variante de la sucesión constitucional.
Sin embargo, ya las voces de El Alto se hicieron escuchar. El epicentro de la lucha revolucionaria, la vanguardia de los trabajadores y el pueblo boliviano, no creen en sucesiones ni elecciones, y han dado 72 horas para que el nuevo Presidente nacionalice los hidrocarburos y le de respuesta a las demandas populares. En Opción de Izquierda Revolucionaria (OIR) consideramos que las Asambleas Populares deben extenderse a todo el país, y asumir inmediatamente el poder, no se puede permitir un nuevo engaño.
En Bolivia, como en el resto de América Latina, no hay salida para los ingentes problemas de las masas en el marco del capitalismo. Sólo un gobierno de los obreros, campesinos y pueblos originarios, basado en las Asambleas Populares, podrá expropiar a las transnacionales y darle respuesta a las reivindicaciones de los explotados, y comenzar a transitar el camino del socialismo.
*Profesor de la UCV
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