¿Cuál Sociedad Civil?

Una promesa de liberación que exalta secretos conciliados por la intolerancia y la usurpación es la razón de ser de una sociedad civil impuesta por los medios de comunicación. Esta creatura tiene que ser objeto de una larga y exhaustiva identificación. Los venezolanos debemos averiguar por qué y para qué nos la impusieron.

Toda sociedad al organizarse concentra directa e indirectamente sus esfuerzos primarios sobre el espacio físico al cual pertenece. La sociedad grita, condena, agita, interrumpe y mitiga la barbarie que le causa la injusticia social que se practica en la región. Esa injusticia, impuesta y endémica, le permite a nuestros colectivos exigir la constitución de un sistema político socialista, explicable de una manera saludable para todos los venezolanos. Aunque la búsqueda razonable de un sistema político participativo e ideal no aborta el llanto de una Venezuela fracturada en una lucha de clases ancestralmente maquillada. Enfrentarnos los unos a los otros parece ser la consecuencia de un proyecto mediático exacerbado por los medios de comunicación. La radio, la prensa y la televisión, día a día, desde hace siete años, mantienen una contienda flagrante contra un gobierno legalmente constituido; elegido, a través del voto universal y directo.

Los medios de comunicación convertidos en un partido político de oposición despótico, desleal y deshonesto, inventaron una sociedad civil clasista en demasía, fue así que subastaron las almas de un grupo de personalidades promoviéndolos como cortesanos ideales. Estas geishas: Carmona Estanga “El Breve” (fascista), los poli-alcaldes de Chacao y Baruta (Opus Dei), el ex–ombusdman (representante de El nacional), la dueña de Cofavic (“sociedad civil”), los representantes de la Iglesia Católica (promotores de los golpes de Estado), Marcel Granier y su atajo de cagatintas (televisión… canal 2), Alfredo Peña y su Greek Style (Alcalde conspirador y paramilitar), Simonovis y el francotirador Bratton (responsables intelectuales de las muertes de Puente LLaguno), la nómina virtual de Petróleos de Venezuela (súbditos del golpe Petrolero), el abogadillo farandulero de Injusticia para Todos (Opus Dei), Carlos Ortega (el mas connotado “correcaminos” del partido Acción Democrática), el componente sedicioso de la Fuerza Armada, Súmate (uno de los brazos políticos del Departamento de Estado norteamericano) y tantos otros que confesaron y se manifestaron como protagonistas directos de una conspiración disfrazada de sociedad civil el 11 de abril de 2002. Esta manada de apátridas sigue con sus malandanzas y sus clamores golpistas e intervencionista Permitiéndonos a los venezolanos desenmascarar una realidad llamarada: la de un planificado golpe de facto para justificar la continuidad de un sistema de poder que les permita seguir saqueando al país.

En nuestras calles nos enfrentamos a diario a una Venezuela negociada, en donde una mayoría está excluida por una minoría, que copula sistemáticamente con las mafias que alevosamente degradaron el nivel de vida de los venezolanos. Las mafias son organizaciones tan inapropiadas para la paz ciudadana como inapropiada es la crisis ética, humana, social, cultural e institucional que padecemos desde la primera república. De cualquier manera el desamparo y el escepticismo le permiten al colectivo despreciar a una sociedad civil invidente y fascista. Fiel seguidora de los hampones que aún azotan nuestro país. El objetivo final de cada mafia en las zonas de baja, media y alta marginalidad es que los proyectos comunitarios aparezcan y desaparezcan endémicamente con desagrado e impotencia. El sistema de poder es así: los proyectos que sobreviven la exigua providencia que las mafias determinan son congelados o rechazados por cuanta institución representa la salud de las mafias enquistadas históricamente en los colectivos públicos y privados. Nosotros debemos reconocer el sistema de poder que conspira contra el actual gobierno. Debemos identificar a sus protagonistas. Sólo así, entenderemos por qué la “sociedad civil” le da la espalda a la mayoría del pueblo y satisface las necesidades financieras de las mafias que permutan con el sistema político democrático.

No cabe duda que existen enormes diferencias respecto a la importancia de la participación ciudadana. Esta “sociedad civil” cortesana: Súmate, Gente de Petroleo, Primero Justicia, Cofavic, Queremos Elegir, la Iglesia Católica, la Universidad Católica Andrés Bello, el Ateneo de Caracas, la Radio, la Prensa, la Televisión, la CTV, Fedecámaras y toda la sociedad que inventan como civil, no son más que un Caballo de Troya demasiado perverso. Actúan ex profeso como una irracional negativa al derecho ciudadano de la participación. En este sentido las mafias que manipulan los espacios someten a su arbitrio los deseos de las comunidades, obligándolas a depender de una organización ideal, anticipadamente controlada por el sistema de poder que los confirma como instrumentos del proyecto mediático que traspone la legitimidad del gobierno.

En la Revolución Bolivariana, la marginalidad y la pobreza extrema son manipuladas como matriz de opinión de la polarización generada por la “sociedad civil”. Asomémonos a la cultura ciudadana. Imaginémonos el resentimiento colectivo de un país protagonista de las mil y una formas de expoliación conocidas por el ser humano. Ubiquemos a un pueblo que no tiene motivos para mantener su majestad de pie ante las despiadadas políticas con las cuales ha sido vilmente sometido. El hambre es real, las enfermedades avanzan a paso seguro, la corrupción es evidentemente letal, la policía deambula como delincuencia. Podemos clasificar una “sociedad civil” antidemocráticamente impuesta: políticos delincuentes, policías ladrones, fiscales de tránsito estafadores, médicos que no se atienen al juramento hipocrático, gestores institucionalizados a través de numerales de Inpreabogado, maestros que no educan ciudadanos honestos sino vagos, comunicadores sociales palangristas y una selección de fútbol que perdiendo mantiene a la Federación Venezolana de Fútbol y a su mafia de asociados, millonarios. Afortunadamente, Venezuela posee un líder de la magnitud de Hugo Chávez Frías y un enérgico colectivo de mujeres y más mujeres, hombres y más hombres, conformados en una generación alzada, muy a pesar de mantenerse excluida de la justicia vital que le da legitimidad a una sociedad justa y equilibrada, que sólo sueña en poder vivir con honorabilidad.

En esta democracia forjada, nuestra cultura está en estado de coma al condicionar su metástasis a la hipocresía que le da vida artificial. Por lo tanto, es muy difícil creer en la matriz de opinión que nos advierte un milagro hecho realidad en la conducta de nuestra “sociedad civil”. Es increíble e insólito que la “sociedad civil”, esa… apátrida, esa... conspiradora, esa... que confesó y sigue confesando cuáles son sus verdaderos intereses, haya permanecido inmaculada y virgen ante el peso de la crisis ética y moral que padecemos. Todo lo episódico es posible si no pareciera una novela de ciencia-ficción, en la cual, la corrupción de nuestros valores, el bozal de arepa y la intervención de los Estados Unidos en todos y cada uno de nuestros espacios de encuentro fueran una invención de Dédalo.

La relación entre el poder político y la sociedad civil esta tejido a través del voto, él legitima la perversión de las instituciones que sustentan la gobernabilidad. En esta sociedad de impares todo ciudadano es un ser doble en el cual coexisten y se internalizan dos elementos que no son independientes: el cuerpo y la conciencia. Actores legitimados en virtud de necesidades artificiales que tienen como osamenta el trueque de sus valores y un comportamiento dual donde el carácter y personalidad, cortesanos ambos del espacio temporal que sufraga la irresponsabilidad política, le impone a la “sociedad civil” una decisión perseverantemente apátrida y alimentaria. Preguntarnos en que radica el ser y el deber ser de la “sociedad civil” puede parecernos una osadía. También es cierto que el culto a la personalidad y la irresponsabilidad como condición cultural del protagonismo político de los medios de comunicación, contamina el bienestar de nuestros proyectos al supeditar el cómo nos organizamos y el cómo queremos ser representados, a los intereses económicos y políticos del sistema de poder que conduce la oposición escuálida por los senderos del abismo, la irresponsabilidad y la traición a la patria.

Si el sistema político democrático vende como premisa la participación, y ésta, es organizada anfibólicamente como “sociedad civil”, debemos preguntarnos: ¿quién es? ¿a quién representa? ¿qué quiere?
¿Quién es la sociedad civil? ¿a quién representa? Nos dirige a quienes ostentan los beneficios históricos del vasallaje: partidos políticos, oligarquía política, oligarquía económica, aspirantes a operadores políticos y afines. Organizados por un sistema de valores doctrinal que instaurado como la vedette de la participación ciudadana, mantiene al ciudadano común sumergido en un rol militante, sumiso y pasivo. Caracterizar e interpretar el sistema de poder que ordena despiadadamente el sistema político democrático puede asaltarnos dudas razonables. Pero mientras recelamos de esta posibilidad, los apátridas se asimilan placidamente a la tendencia ideológica del vulgo auditorio, obediente y dócil, conspirador y traidor, catequizado desde los Estados Unidos.

Venezuela es hoy una nación ejemplar, resignada a la incertidumbre que se siente cuando un ser querido muere injustamente y se desea desesperadamente que un acontecimiento sobrenatural resuelva la ambivalencia que causa su muerte. En cuanto al problema de la muerte, nuestra “sociedad civil”, posee una insensible militancia que vive un proyecto de clase media, media alta y profesional que acosa de cerca los bienes políticos de consumo y su defunción burocrática. Estas momias perfectamente organizadas; mecanizadas por los medios de comunicación y la CIA (siglas en inglés); al no diferenciar una víbora de una mariposa -y no dando más lugar para ninguna manifestación sino son comparsa de los ataques diseñados desde los Estados Unidos- tendrán que llegar a la negación total del súbdito contrario a la profundización del Socialismo del Siglo XXI.

La invención de un país en crisis es una mentira muy parecida a la tesis que asegura que la clase media constituye el principal agente de cambio social y político de nuestro país. De hecho, el pueblo “escuálido” permanece atado a una red de cordones umbilicales, maquillados despóticamente por la “sociedad civil” que manosea emociones autoritarias, arbitrarias, demenciales y fascistas: privilegios y libertades que el sistema de poder le concede a la “sociedad civil”, en su ascenso al control y al dominio del ciudadano simulado como pueblo en cada una de las formas posibles de relacionarse con el Caballo de Troya que representan: golpe de Estado, golpe Militar, golpe Petrolero, golpe económico, golpe mediático o golpe institucional...golpe e invasión planificada desde los Estados Unidos de Norteamérica.


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Candelario Reina

Poeta venezolana, activista por la paz y la solidaridad con los pueblos del mundo. Productora Nacional Independiente, Guionista y Reportera. Primera poeta venezolana, en recibir en manos del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías, la orden "Heroínas de la Patria".

 sinfronteras_al@yahoo.com

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