Permítanme ustedes, en esta oportunidad distinguidos invitados especiales y camaradas todos, que las pocas palabras que pronunciaré en este importante acto de carácter antiimperialista, las diga siguiendo una metodología académica y no en la normativa común de cualquier orador político. Quisiera que las palabras y conceptos que acá emitiré queden grabados como un testimonio que lo que aquí se dice es el compromiso de un importante número de organizaciones, movimientos y grupos con un pensamiento y una práctica revolucionarios en su globalidad y en todas sus particularidades. No somos perfectos y por imperfectos no pocas veces erramos, pero siempre vamos a inventar y crear para menos errar como seres humanos y como revolucionarios. Asumimos de José Martí que decimos lo que pensamos porque así lo interpretamos de la práctica social.
Todo el contexto internacional, y por consiguiente la vida política de diferentes países, está turbado por la amenaza de una serie sucesiva de guerras imperialistas por un nuevo reparto y dominio del mundo, donde todos los órdenes de la vida económico-social de nuestros pueblos serán privatizados de triunfar completa la globalización capitalista salvaje. Yugoslavia, Afganistán e Irak es nada más una pequeña escalada de las atrocidades imperialistas que se continuarán incrementando contra casi todo el mundo. Las catástrofes inminentes hacen temblar de aprensión a las naciones que serán víctimas de la política guerrerista y neocolonialista de los imperios. Ante esa posibilidad real ningún nacionalismo o chouvinismo tiene pujanza para impulsar a las masas a una lucha exitosa para salvar el planeta humano de hecatombes sociales.
Por eso nosotros decimos que ha llegado la hora de romper con todos los silencios y miedos que nos convierte en cómplices y nos hace esclavos de las atrocidades que comete la poca gente mala contra la mucha gente buena que vive sin esperanza en un mundo que anda patas arriba. Es el tiempo en que ni el avance de la ciencia, la tecnología y de las fuerzas productivas pueden crear mejores condiciones de vida para la mayoría de la humanidad por estar sometidas a los rigores y específicos intereses de la minoritaria elite que predomina y decide injustamente el destino del mundo. Es la era en que debemos ponernos las manos en el pecho para mirar con el corazón lo que los ojos no permiten ver ni siquiera en las cortas distancias que separan los puntos y rayas de la pobreza y el dolor que padece la aplastante mayoría de la humanidad de la riqueza y el privilegio de los poquísimos que mal dirigen el mundo. Es la época en que para sostenerse el peor régimen económico que haya conocido la historia humana, la globalización capitalista, necesita de grandes hecatombes que exterminen a más del 40% de la población mundial y de una depredación a la naturaleza en más del 50% de lo que le resta de vida. Es la etapa de la historia en que los resignados son los fieles esclavos del conformismo social y también responsables que nuestro mundo ande patas arriba, y donde sólo los rebeldes con causa son capaces de crear y construir una obra grande de repercusión universal. Es la hora, señoras y señores y camaradas todos, de los atrevidos.
El elemento esencial que caracteriza la situación política del mundo actual, bajo el predominio de la globalización del capitalismo salvaje, no es la crisis histórica del régimen de producción que explota y oprime a la mayoría de la humanidad, sino la que se hace evidente en la dirección del proletariado, como clase portadora de un nuevo sistema de vida social, y que lamentablemente lo hace cómplice de las atrocidades que se cometen en el incremento de la pobreza y el sufrimiento de las grandes mayorías sociales y en el beneficio de excesivo enriquecimiento de una minoría que decide en provecho de su interés mezquino el curso de nuestro planeta.
La revolución es una confrontación de las fuerzas sociales en la lucha por el poder, como lo dijo acertadamente León Trotsky. Bajo la dominación de la globalización capitalista salvaje, ya el proletariado no tiene espacio para crecer pero sí para hacerse invencible si sus brazos fuertes así lo deciden contra sus explotadores y opresores. La lucha del proletariado, en esta nueva fase de capitalismo y hagamos que sea la última, no depende del desarrollo de las fuerzas productivas sino de las relaciones en la lucha de clases, de la situación internacional y, finalmente, de una serie de factores subjetivos: las tradiciones, la iniciativa y la disposición de la lucha de los trabajadores, como más de ocho décadas atrás lo dijo Trotsky y ahora sigue teniendo vigencia inmediata y urgente. El proletariado continúa siendo la clase social más importante de todo proceso revolucionario anticapitalista y antiimperialista. Buscarle un sucedáneo es tan igual que sustituir un partido revolucionario por una organización de filántropos oportunistas para dirigir la lucha revolucionaria por el poder político. Es en definitiva, como guillotinar a la lucha revolucionaria y frustrar futuro en el presente.
Los ideólogos del capitalismo y los del campo reformista o revisionista nos venden la idea que ya no vivimos en un tiempo de lucha de clases, alegando que la globalización capitalista es el fin de las ideologías y de la cultura de clases. Nada es más equivocado que esa perogrullada en boca de oportunistas, sofistas, aristócratas intelectuales y sindicales o de filántropos disfrazados de humanistas y hasta de revolucionarios en carnaval, semana santa o un día de fin de año. Ahora, en la globalización capitalista salvaje, es cuando todas las leyes de la lucha de clases se cumplen a cabalidad. Es allí, al decir de Trotsky y tiene razón, cuando debe resaltar el deber primordial de un revolucionario en conocer las leyes que rigen los sucesos de la vida y saber encontrar, en el curso que estas leyes trazan, su lugar adecuado. Es, a la vez, la más alta satisfacción personal que puede apetecer quien no une la misión de su vida al día que pasa. Dejar de mirar la misión histórica del proletariado para concentrar el interés en el privilegio que genera la burocracia al burócrata, es traicionar la causa de la revolución o como decirnos que mientras la burguesía no despoje del salario al trabajador habrá posibilidad de renovar el régimen y alcanzar un elevado nivel de justicia social para todos. Cualquier sector social que pretenda convencerse que se puede adelantar hasta la meta final al proletariado en la lucha de clases, no es más que una fechoría de corta memoria diciéndonos que la audacia, en todos los tiempos, es más elevada en importancia que la inteligencia humana.
Sin la lucha del proletariado, sin su crítica a las ideologías en momento de tensión y situación revolucionaria, sin su organización, sin su iniciativa, sin su audacia y su innata inteligencia creadora, no es posible concebir ninguna revolución triunfante para ser acabada en el disfrute emancipado de todos los seres humanos.
Desde el punto de vista económico, la globalización capitalista no hace más que reafirmar que las condiciones objetivas se encuentran en un grado elevado de madurez para la transición del capitalismo al socialismo. Los muros de contención que se interponen al desarrollo de las fuerzas productivas, la carrera alocada de privatización de todos los medios de producción y de la riqueza social en manos de unos poquísimos y poderosos hiper-monopolios, no hace más que fundamentar que ninguna ciencia ni ninguna técnica, por mas creación que aporten al conocimiento humano, podrán mejorar el nivel de vida de la aplastante mayoría de la humanidad. La globalización capitalista, evidenciando sus crisis, lo que hace es establecer superiores niveles de miseria y dolor a los pueblos sometidos a su dominio. Y, por otro lado, la globalización capitalista –forzada por la adquisición de mayores ventajas de unos pocos hiper-monopolios sobre otros en el nuevo reparto del mundo- conduce a la producción o estallido de grandes hecatombes sociales agravadas por las contradicciones ínter-imperialistas.
Negarse a reconocer la madurez de las condiciones económicas para el triunfo del socialismo, es marchar de espalda ante la historia y la imperiosa necesidad de emancipación de la aplastante mayoría de la humanidad del yugo de esa minoría que le vulnera todos sus esenciales derechos humanos. Pero es indispensable mirar internacionalmente la situación de la globalización capitalista salvaje para no caer en ese pozo de nacionalismo que se reduce a creer que el socialismo es posible construirlo en un solo país. La experiencia, ya hecha anti-histórica, de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nos alecciona en el entendimiento de la acumulación de errores para no volver a cometerlos. Desligándose del contexto internacional ninguna obra, hoy día, podrá triunfar o hacerse fecunda. La era de la comunicación en manos del imperialismo globaliza la ignorancia y la desmemoria en los muchos para desglobalizar el conocimiento en los pocos. De allí su creencia de ser el fin de las ideologías y de la cultura de clases.
Por todas esas pocas cosas explicadas, podemos decir con León Trotsky que es <<… la hora del proletariado, es decir, ante todo de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la Humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria>>.
La mayoría de los factores de estructura económica y superestructura política de la globalización capitalista salvaje están corroídos por las crisis sociales, que caracterizan a toda situación prerrevolucionaria. Una roca de contención dificulta el avance de la lucha por derrocar ese régimen que estrangula y somete a niveles insoportables de miseria y sufrimiento a la mayoría de la humanidad: el oportunismo incrustado en la dirección del proletariado que le reduce casi a la nulidad su potencialidad revolucionaria para sumergirlo pasivo en el conformismo social. En casi todo el planeta la clase obrera padece de intenso aburrimiento, de ceguera política e ideológica, de sumisión a la globalización capitalista a través de la influencia de una aristocracia obrera y de una dirección política partidista que no alcanzan ver más allá de sus narices. En el proletariado domina la maquinaria burocrática conservadora que le bloquea sus aspiraciones y sus deberes de luchas revolucionarias. Mientras el proletariado, a escala internacional, no rompa con esos esquemas retrógrados y con esas direcciones atrofiadas y serviles al capitalismo no podrá avanzar en la conquista de sus más preciados objetivos económicos, políticos e ideológicos.
En medio de la crisis histórica del capitalismo, agravada por la globalización capitalista salvaje, el proletariado está contenido por una dirección política que ha traicionado los intereses de la revolución y de los deberes históricos de la clase obrera en la necesidad de luchar para conquistar su emancipación y emancipar a todos los demás explotados y oprimidos por el capital. Son las condiciones objetivas las que orientan al proletariado esencialmente en los momentos de mayor tensión social, por eso las leyes de la historia son más fuertes que todos los aparatos burocráticos, como lo decía León Trotsky. De tal manera que la crisis de dirección revolucionaria, como crisis de la civilización humana, no puede tener otra solución que romper con todas las ataduras de silencio y miedo que impone el oportunismo político e ideológico a los trabajadores a escala mundial. Sólo derrotando al imperialismo capitalista se encontrará una solución verdadera y justa a la crisis histórica que vive la humanidad. Sólo el socialismo contiene los necesarios elementos que harán alzar a la humanidad de beneficios, de justicia y libertad en su lucha que conduzca inevitablemente a la emancipación social de todo el mundo.
Sin embargo, la derrota del imperialismo capitalista salvaje no es ni será nunca obra de la voluntad de la buena gente ni mucho menos de los alaridos de nosotros los revolucionarios condenando verbalmente toda injusticia social sin que le prestemos atención a la práctica social en general y a la lucha de clases en particular. Toda lucha revolucionaria nacional de hoy pasa obligatoriamente por la fuente latente y convulsiva del contexto internacional. De esa manera, la revolución, esa que lleva en su entraña el proletariado y que busca la igualdad, la libertad y la justicia sociales, cobra en la actualidad, contra la globalización capitalista salvaje, el carácter permanente para poder romper y vencer todos los rígidos esquemas de explotación y opresión de clases y del hombre por el hombre. Pudiera alguien decir que esto huele a marxismo puro y utópico. No, es el realismo histórico de nuestro tiempo quien así lo determina.
Nuestro país, en la actualidad, es víctima del acoso incesante de la política intervencionista del imperialismo estadounidense. Se niega a aceptar, el emporio más salvaje de la globalización capitalista, el sueño y proyecto de un proceso bolivariano que aspira una sociedad digna de la inmensa mayoría de los venezolanos a través de los medios pacíficos, sin derramamiento de sangre por heridas incurables, sin sudor de sol en los campos de combate bélico, y sin las lágrimas del dolor por pérdida de vidas humanas víctimas de disparos de armas de la guerra. Aun así, el imperialismo estadounidense, constantemente estimula y subsidia las conspiraciones para que por cualquier medio se derrumbe la esperanza bolivariana de la mayoría de nuestro pueblo de llegar al día en que el mejor gobierno sea el que mayor suma de felicidad genera a los seres humanos. Los revolucionarios, independiente del concepto que tengamos sobre revolución o del socialismo o de las diversas formas del pensamiento social, estamos obligados a apoyar y defender todo lo progresivo que encierra el proceso bolivariano como paso histórico importante hacia la conquista, más tarde, de la sociedad por la cual hemos soñado y luchado durante toda nuestra vida: el socialismo científico. Y ese apoyo y defensa, es decir, el pensamiento y la acción revolucionarios pasan necesariamente por ser, primero, antiimperialista; segundo, doblemente antiimperialista; y tercero, siempre y eternamente antiimperialista.
Pero el antiimperialismo no es un concepto abstracto sino concreto. De allí la necesidad de organizarse como revolucionarios, de pensar como revolucionarios, de luchar como revolucionarios, y de ir hasta las últimas consecuencias como revolucionarios. Cualquiera otra postura, práctica o teórica, no sería más que una perogrullada oportunista para engañar incautos y doblegar la voluntad revolucionaria de esa legión del pueblo venezolano que ha asumido la bandera antiimperialista anunciada y elevada por el Presidente de la República, Comandante Hugo Chávez Frías, y el proceso bolivariano. No existe término medio en la lucha de este tiempo: o se es revolucionario o se es reaccionario. El centrismo hay que dejárselo a esas fuerzas de otros mundos foráneos a la Tierra que se disputan el poder abstracto del universo en el espectro de las almas.
Y en ese andar de organizarnos, de conscientizarnos, de armarnos para poder enfrentar con éxito las próximas atrocidades que nos reserva el imperialismo estadounidense, algunos de nosotros hemos sido víctimas de de las tropelías de esos que aún permanecen en el Estado venezolano, propiciando acciones –como la tortura y la realización de juicios amañados e inmorales- que conlleven a nuestro pueblo a desanimarse y aborrecer al proceso bolivariano que lideriza el Presidente Hugo Chávez Frías. De allí que aproveche, por ser justo, esta tribuna antiimperialista para denunciar que dos de nuestros camaradas fueron trasladados intespectivamente de la policía de San Felipe a la cárcel de la misma ciudad, sin que conozcamos nosotros las intenciones del tribunal o de algunas manos peludas que anden detrás proponiendo nuestro exterminio. Por tanto solicitamos de todos ustedes los gestos de la solidaridad revolucionaria para nuestros camaradas presos políticos revolucionarios. Y no será extraño que cuando el lunes 16 de este mes me presente al tribunal, también esté decidido llevarme a la cárcel, lo cual aceptaré sin resistencia pero inconforme. ¿Quién será responsable de nuestras vidas y nuestros derechos humanos?. Sin embargo, nos podrán juzgar y condenar como mejor le parezca a esos que todavía siguen apegados a las viejas normas jurídicas de la cuarta república, pero nada nos hará cambiar nuestra indeclinable decisión de seguir siendo revolucionarios y antiimperialistas.
Por las razones expuestas, un importante número de organizaciones, movimientos y grupos que seguro estamos nos desenvolvemos en el pensamiento y la acción revolucionarios de este tiempo, nos hemos agrupado, sin mezquindad y sin oportunismo alguno, en la conformación del Frente Antimperialista Venezolano, porque entendemos ¡Es la hora de la unidad de los revolucionarios como ejemplo supremo para la perseverancia en la lucha revolucionaria contra la globalización capitalista salvaje! La desunión es la defunción de nuestros actos y de nuestros pensamientos.
No pretendemos desplazar absolutamente a nadie del lugar y del deber que le corresponden en su lucha contra el capitalismo salvaje, y mucho menos al proletariado, sobre el cual recaerán las mayores responsabilidades en los decisivos combates por la redención de nuestros pueblos. No le vamos a disputar espacio a ninguna organización política para disfrutar de burocratismo y mucho menos para vivir el privilegio temporal del oportunismo, porque así como todo río torcido un día busca su cauce natural, lo mismo hace la gente buscando su felicidad.
El Frente Antimperialista Venezolano no excluye a nadie, salvo a aquellos que profesen política e ideología que lesionen la dignidad y los fundamentales derechos humanos. No soñaremos sino que viviremos intensamente la esperanza que un día, más temprano que tarde, las masas de nuestro pueblo asuman las políticas antimperialistas y se transformen en la verdadera dirección revolucionaria que canalice todas nuestras inquietudes y nuestras fuerzas para combatir a cualquier impostor que se atreva poner su bota insolente en nuestro suelo para hacernos fieles esclavos de la globalización capitalista salvaje. El Frente Antimperialista Venezolano es amplio como el corazón de cualquier profeta propagador de las ideas de redención social, y cristalino como riachuelo que atraviesa los campos alimentando la tierra para que se cultive la esperanza en que un día todos seremos hermanos en la más noble de todas las causas sociales: la libertad y la solidaridad sin fronteras que separen a los seres humanos.
No pensaremos ni tomaremos decisiones por nuestro pueblo. Sencillamente queremos ser un pedacito de pueblo pero de verdadera vanguardia revolucionaria, capaz de asumir los retos y enfrentarnos con valor y convicción a los más acérrimos y jurados enemigos de la libertad. Asumiremos cualquier reto de lucha sin más aspiración o ambición que aquella que lleve el fruto victorioso de los esfuerzos humanos a la satisfacción de nuestros pueblos.
No vamos a pugnar ni sectaria ni dogmáticamente por una ideología suprema del antiimperialismo. No, vamos a invocar el antiimperialismo en toda tendencia del pensamiento social en que se maneje la esperanza de que es posible construir un mundo nuevo derrotando, primero, a ese atroz régimen que se conoce como capitalista en su fase de globalización salvaje; y, luego, deslastrándonos de todos esos vicios que en nuestra interioridad nacional corrompen un status económico-social. No existe exclusión ni de raza, ni de sexo ni de edad para ser antiimperialista. Basta, simplemente, saber hablar y escuchar con el corazón, porque allí es donde está la cuna de reacción de la sensibilidad humana ante cualquier expresión de injusticia social.
El Frente Antimperialista Venezolano tampoco quiere ser reserva para la lucha política de nadie. Quiere ser vanguardia y con su vida y con su sangre entregarse por completo y con lealtad a la defensa de nuestro indeclinable derecho a decidir, como nación y como pueblo, nuestro destino.
El Frente Antimperialista Venezolano apoya y defiende la política de diplomacia que el gobierno bolivariano manifiesta en contra del imperialismo estadounidense y, concretamente, contra el intervencionismo grotesco y descarado en nuestros asuntos internos por parte del gobierno que preside el más feroz y atroz de todos los terroristas de este tiempo: George W. Bush.
El Frente Antimperialista Venezolano condena y rechaza la política de guerra que ejecuta el mal llamado
El Frente Antimperialista Venezolano, llama a los pueblos de América Latina y el Caribe en general, y al venezolano en particular, a organizarse, conscientizarse y armarse para responder con éxito al intervencionismo del imperialismo estadounidense en nuestros asuntos internos.
Sólo una política coherente, armónica y revolucionaria antiimperialista, propia de los pueblos, puede derrotar a los impostores e insolentes que caracteriza a la globalización capitalista salvaje. Por eso nosotros invocamos que no se firme ningún compromiso con el imperialismo y sus guerras. El compromiso tiene que ser con un programa que se fundamente en la experiencia de los propios pueblos; un compromiso que no desarme sino más bien que arme a las masas para poder tener posibilidad de desarmar a los imperialistas; un compromiso que no sea neutral y más bien ejerza la solidaridad con todo pueblo que luche por su redención; un compromiso que no ponga ni un solo hombre de nuestro pueblo y ni un solo bolívar de nuestro presupuesto al servicio de los designios imperialistas; un compromiso que rompa con los rígidos esquemas de la diplomacia secreta para que nuestro pueblo tenga acceso a decidir su diplomacia revolucionaria; un compromiso que se fundamente en la consigna esencial de este momento histórico: <<¡pueblos del mundo, uníos en el pensamiento y acción antiimperialistas!
El imperialismo, con su globalización capitalista salvaje, se está desorientando aceleradamente, mientras que por otra parte se incrementa la insatisfacción de los pueblos explotados y oprimidos. Por eso ya no es hora de pensar en que una fracción imperialista es mejor que las otras o que se pueda construir una justa y digna sociedad sometida al abrazo perverso del capitalismo. De lo que se trata es de hacer todo lo humanamente posible para derrotar al imperialismo en su conjunto. No hay vuelta atrás para nuestros pueblos y, mucho menos, para los revolucionarios. Sólo el socialismo es nuestra verdadera salvación para llenarnos de justicia, libertad y solidaridad
¡Contra el Plan Colombia y Plan Puebla-Panamá oponemos el derecho a la autodeterminación de las naciones!
¡Contra el ALCA y la deuda externa oponemos el derecho a la integración de los pueblos de América Latina y el Caribe!
¡Es necesario vencer a la globalización capitalista salvaje para poder construir un nuevo mundo posible!
Cumplamos con fe y con nobleza nuestro deber y dejemos a la historia que juzgue entre la acción y el pensamiento de los enemigos jurados de la libertad y nosotros, entre lo viejo que se derrumbe y lo nuevo que se levante, entre quienes algo hacemos por la redención de la civilización humana y los que hacen por el sostenimiento de la esclavitud social. De esa manera nuestra conciencia andará tranquila. Cada generación tiene que asumir su responsabilidad histórica, el carácter y la fisonomía de su destino. Seamos un ejemplo digno capaz de iluminar una conducta y un pensamiento humanos de pueblo por su libertad.
Frente Antimperialista Venezolano
¡Antiimperialista siempre o sepulcro!
Salud… éxitos y gracias