Definitivamente no es nada fácil ser militante revolucionario. Y es que esta condición nos coloca en una encrucijada donde nos encontramos que debemos cumplir con: el amor revolucionario, la disciplina militante y organizativa, el trabajo voluntario, la solidaridad y sobre todo con el principio de la lealtad. Pero al mismo tiempo la responsabilidad de combatir las desviaciones de personeros, que ya sea por carencia de formación ideológica o de manera consciente, asumen la revolución como una piñata a la cual hay que caerle a palos y donde los más vivos sacan el mejor provechos porque al abalanzarse sobre la carga del símbolo de cumpleaños, acaparan los caramelos y demás golosinas, que luego cederán por migajas a los más quedados o que respetando las reglas del juego trataron de darle equidad al momento vivido.
El deber como revolucionario impone confrontar esos vicios, que tienen su costo dentro del proceso que vivimos, porque cuando alguien denuncia esas fechorías entonces surgen las solidaridades automáticas y la descalificación de quien hace el sano planteamiento y es allí donde surge el peligro del stalinismo, una de las causas de la caída de la gran esperanza de humanidad, como lo fue el proyecto de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), donde a la muerte de Lenin, se cerró la discusión abierta y se instauró la “Unidad monolítica del PCURSS” y la construcción levantada por el líder obrero, fue derrumbada para darle paso a la autocracia.
Recordamos, como en los años 70, quienes estaban segados con esa conducción equivocada del proyecto socialista, esgrimían esa condición maniqueista, “O eres pro Moscú, o eres traidor”, así mismo ahora se esgrime algo parecido. Cuando criticamos lo que en nuestro humilde criterio puede ser errado, entonces se nos tilda de escuálidos o que estamos apostando al chavismo sin Chávez, porque lo que dice el Comandante se obedece, no se discute.
Honestamente creemos que esta apreciación le hace mucho daño a la revolución y particularmente al presidente Hugo Rafael Chávez Frías, cuya entrega y dedicación a la consolidación de la independencia y soberanía definitiva no solo de Venezuela, sino de la patria grande lo ha llevado hasta a exponer su vida de manera reiterada, mientras muchos socioslistos, que no socialistas, se visten de rojo rojito, para ocultar sus fechorías y obtener el espaldarazo de la alta dirigencia,cuando alguien hurga en sus trapos sucios.
Es impensable, que en pleno proceso revolucionario se elaboren listas negras para perseguir a quienes no comulgan con las conductas de quienes desde posiciones de gobierno se erigen en reyezuelos y vacas sagradas a quienes no se puede criticar nada, porque prefieren que se aplique eso de “Laiser faire, laiser passer”, para que se sientan felices y, lo peor, es que todo lo ocultan tras el nombre del Comandante.
La diatriba actual surgida por posiciones disidentes, no debe despacharse así como la ñapa en bodega, sino que debe ser tomada en cuenta y en vez de descalificar a priori, investigar, ir a las bases para verificar que tan ciertas son las denuncias y tomar los correctivos a que haya lugar, contra el funcionario o funcionaria involucrado (a) y en caso de ser infundadas las denuncias, tomar las medidas disciplinarias contra quien incurrió en la injuria y hacerlo de manera pública, para ejemplo del país militante y el opositor, como muestra de la transparencia revolucionaria.
El Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, es el líder indiscutible de la revolución, pero eso no quiere decir que sea infalible, que no se le pueda discutir un punto de vista. La irreverencia en la discusión, y la lealtad en la acción es la mejor arma para defender y consolidar la revolución. Es más en nuestro humilde concepto, creemos que ya es hora de que el Comandante se ocupe de las líneas macros de la revolución y deje en manos del Poder Popular, decisiones determinantes para el avance, como es la elección de sus propios liderazgos regionales, sin el apadrinamiento del líder.
Porque precisamente esto es lo que hace daño y alimenta esa desviación del “Voto castigo”, que funcionó el 7 O y que en nuestra humilde opinión, de alguna manera es traición al proceso, porque en revolución no debe existir el voto castigo, que se justificaba en la IV República, porque el poder popular estaba invisibilizado, pero en revolución tenemos que hacer un esfuerzo, para que ese pueblo descontento sea oído y no caiga en esa peligrosa desviación.
Es necesario abrir la discusión para la colectivización de la dirección del proceso, que no puede estar de manera sectaria en las manos de un partido, que por mucho eco electoral que tenga, no es depositario de la verdad verdadera ni de la razón absoluta.
Si queremos avanzar tenemos que olvidarnos del chantaje, que si disientes eres traidor o apuestas al chavismo sin Chávez, ya basta de esa baratija desideologizante y contra revolucionaria. No se puede ocultar el ruido de la disidencia con la solidaridad automática.
Periodista*
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