La consideración de la verdad, en el análisis de la información, junto a otras variables de naturaleza delictiva, constituye un aliento de referencia imprescindible para despejar las imposiciones que impone la globalización a través de las ideas que imputan los medios.
Referirnos a los mecanismos de retroalimentación, relacionados a la subjetividad entre el pensamiento y la verdad, implica algo más que la simple identificación de la unidad básica de nuestra vida política, social y económica. Desarrollada, sobre la base de un concepto que forma parte de un Estado, relacionado con la construcción que define las maneras de comportarse y de ser del colectivo. Los roles que esta cultura política reserva a la multitud, están adheridos a una super estructura lucrativa donde se establecen normas de comportamiento societalmente entrampadas, sobre las cuales, los valores financieros y los mercados transaccionales no ofrecen una base suficiente de cohesión social a los colectivos yermos de privilegios. Es por ello, que las evaluaciones sobre las relaciones del sistema de poder con nuestro pueblo, las perspectivas de análisis, las necesidades prácticas, las necesidades estratégicas posibles para disponer la revisión de los mecanismos operativos y la filosofía de los métodos de incorporación del excluido, son una necesidad revolucionaria contraria a la asfixia que ofrece nuestra cultura política en la sustitución de la estructura del sistema político democrático por el socialismo del Siglo XXI.
Conspirar para instaurar un régimen de facto en todas y cada una de las ocasiones que ha acontecido, produce una gran miseria política y social, además de la inmisericorde violación de los derechos humanos y, es ahí, en la intolerancia, donde la democracia se convierte en un sistema opresivo, torpe, estéril y dañino. Pasar la trapisonda democrática virtual a un punto de equilibrio justo y honesto es una necesidad revolucionaria contraria a la conspiración confesada el 11 de abril por todos sus actores.
La revisión de la cultura puntofijista es también una necesidad impostergable. A decir verdad, configurar un trabajo en red que propicie las disposiciones conceptuales y operacionales desde las múltiples perspectivas y actores institucionales, tanto en el sentido horizontal, distintos actores institucionales, como en el sentido vertical, desde lo local hacia lo nacional y desde lo nacional hacia lo internacional. Señalando que gobernar es conducir sin miedos y que, para ello, nuestro Presidente habrá de ser efectivo para decidir y valeroso para actuar entre sectores institucionales o no, con vista a recuperar las perspectivas en la conformación de una Venezuela justa para todos sus habitantes. Así, practicando la justicia social hemos de escoger entre lo mejor de cada uno de los actores involucrados y la práctica de la verdad en relación a las estrategias que rescatan la esperanza y le dan sentido a las interpretaciones que debemos divulgar para detener el desastre en el que yerta nuestra cultura política y sus desquiciadas anomalías.
El principal compromiso social de los organismos que representan al Estado es la producción de un sistema de seguridad social que permita la transmisión de un propósito donde se salvaguarde la integridad del país en todos sus aspectos. Este proceso se produce a través de la igualdad social y de la libertad en cualesquiera de sus manifestaciones. El debate sobre la urgente necesidad de generar una nueva visión de la razón del ser social, superable solo a la condición de establecer el Socialismo del Siglo XXI en la Republica Bolivariana de Venezuela, es una condición no negociable. Es también imprescindible el reconocimiento de los perfiles socioeconómicos que ciegan las asimetrías impuestas por los medios que subordinan la condición de los excluidos al estigma socio-cultural del ciudadano. Unir como se une irresponsablemente la pobreza al estereotipo que se le asigna a una condición social pre-determinada por los medios de comunicación, permite tergiversar el uso de la justicia en la evaluación de la eficiencia, la responsabilidad y la equidad en las acciones de gobierno.
La identificación por parte del Estado de situaciones conspiradoras inter e intra aparatos institucionales y la posibilidad de generar cambios en la actitud de las instituciones públicas y privadas autodenominadas sociedad civil debe constituirse, no sólo en un objetivo de la política de seguridad ciudadana, sino en una excelente oportunidad para reflexionar los contenidos de las visiones prácticas, teóricas, técnicas y conspirativas de la sociedad civil a la hora de diagnosticar situaciones y proponer acciones políticas desesperadas.
Utilizar la realidad y la historia, contenida en la inmisericorde violación de los derechos humanos aplicada sistemáticamente al ciudadano común como herramienta de represión conceptual; y técnica de ordenamiento cultural de nuestra azarosa cultura política desde el año 1958, enriquece los marcos explicativos del proceso de descomposición socio-cultural y la aberrante estatura política de los hombres y las mujeres que conspiran contra el gobierno legítimo del Presidente Hugo Rafael Chávez. Tales prácticas todavía existen en una Venezuela que modificó sus perfiles éticos, morales y políticos, condicionando los esquemas de sus necesidades y demandas democráticas a un sistema de poder que les compró conscientemente sus derechos políticos. Posibilitando, limitando e impidiendo sus responsabilidades ciudadanas en virtud del, ¿cuánto hay pa‘eso?
Lo acontecido es solo un rasgo de los suburbios de la lucha de clases. Esta edificación lacera la manera de comprender, razonar e incorporar una perspectiva de contingencia a la sociedad civil y sus mediáticas miserias. Los problemas que padece la región los debe desafiar la ciudadanía entre la lógica de nuestras necesidades y la lógica de nuestro futuro; jamás debe conspirar, nunca más debe prestarse a intereses sediciosos.
Las modificaciones radicales de procesos que se atribuyen cambios que afectan al sistema de poder, sólo son posibles si se desmontan las mafias y las alcabalas que sostienen el ordenamiento de la desinformación que aún gobierna nuestros colectivos públicos y privados. Posicionarnos desde el enfoque crítico del respeto que merecemos como colectivo es una lucha ardua; ésta nos permitirá hilvanar un proyecto político socialista que favorezca nuestro desarrollo social e impulse la paz ciudadana.
Retomando el tema de las mafias, éstas hacen creer que la situación se caracteriza por la provisoriedad de la mala planificación y la inercia en cuanto a la ejecución de metas relativas a los planes que se le asignan al actual proceso. Esta precariedad afecta los atributos que se le asignan a cualquier proceso revolucionario, a su buena fe y a la verdad. Para explicarnos este entramado debemos partir del reconocimiento de su complejidad. Pero si, además, queremos proteger el sistema de cambios iniciados recientemente debemos indagar, ¿Cómo y quiénes se empeñan y pagan por desbaratarlo? Permitiendo al mundo de fuera y de dentro percibir la verdad y la realidad de este complicado proceso; resultado de la opresión y la desigualdad como muesca de un sistema de poder expoliador.
Por lo antes expuesto, es necesario ubicarnos sobre los estatutos financieros, políticos e informativos que esta escoria determina con el dinero que robó durante décadas. Esta identificación es imprescindible para evitar la falsa confrontación que están determinando e imponiendo malintencionadamente en los medios que ellos controlan. Estos conspiradores de oficio reducen el ordenamiento de los análisis de la información al cuido de los intereses de sus empleadores. Por eso, es necesario un ejercicio teórico y metodológico que nos permita aproximarnos empírica y conceptualmente a los sujetos de la conspiración en sus diversas dimensiones. La desigualdad social es un condicionante de esta valoración estructural y la búsqueda de soluciones es el verdadero rostro de una realidad dialéctica que podemos identificar en tres niveles: uno metodológico (el descarado proyecto mediático que mantiene envenenados a una parte significativa de los venezolanos) y dos sociales: el individual (Venezuela para la oligarquía) y el colectivo (Venezuela para todos los venezolanos) Dado, que estos niveles son diferentes en cuanto a su relación con el actual proceso, la consistencia entre sus relaciones internas, sólo pueden ser interpretadas como una realidad si se aplican sin prejuicios. Desde los tres niveles mencionados, podemos dimensionar y construir políticas sociales encaminadas al progreso de nuestra nación. Por ello deberíamos preguntarnos, ¿de qué y por qué cada uno de estos niveles está conservado, suprimido y superado en el siguiente? Habría que preguntarse, ¿qué es en definitiva lo que más oprime y de qué es imprescindible liberarse? ¿de la miseria económica y social? ¿del actual sistema educativo o de las aterradoras subjetividades que generadas por los medios de comunicación, enlodan la mente y desquician la razón de ser de un sector de nuestra sociedad?
El actual proceso es revolucionario, es la posibilidad de soñar en un país justo y honesto, parte de un todo individual y social que no puede ser vestido para atrapar el conjunto de prácticas sociales que reiteran la condición social de iniquidad endosada a la comunidad por los partidos políticos y sus consortes. Nuestra cultura política, la de los partidos políticos tradicionales: Acción Democrática, Copei, Primero Justicia, “sociedad civil” y los medios de comunicación, erigiendo el autoritarismo y la corrupción adversan al desarrollo de Venezuela. Por eso, el concepto de ciudadano y sus pertenencias cohabita con la opresión del hombre y la mujer: relación basada en la existencia de jerarquías que desintegran las políticas de desarrollo social al privilegiar las relaciones de poder que generan los conflictos sociales, la violencia y la criminalidad. En el vinculo entre el político y el ciudadano se reconoce al primero como fuente de autoritarismo, poder y corrupción; genuino representante de la anomia del Estado y la deformación de nuestro sistema de valores. El segundo es la simplicidad adherida a una comparsa que se expresa sólo a través del voto.
La clase acaudalada en Venezuela, asociándose a los partidos políticos, incorporó un nefasto ejemplo a la sociedad civil. Estas empresas no formaron ciudadanos libres, sino labrantines de intereses financieros que se acuerdan entre mafias lideradas por delincuentes paridos en nuestro estamento político. Descifrar esto nos permite:
• Entender que nuestro colectivo varía según sus características subjetivas y sus conflictos prototípicos y que éstas son ordenadas inductivamente para poseer la conciencia del ciudadano, reduciéndolo sobre la base de la certeza de la existencia de procedimientos específicos que controlan los derechos de elección del ser humano para así convertirlo en un acompañamiento mediático, inodoro e incoloro, donde la libertad es un comportamiento social limitado sin ninguna equidad, ni correspondencia con la verdad.
• Reconocer que existe un sistema de poder que se considera a sí mismo intermediario entre la multitud y las mafias que pagan los salarios de los opinadores, mercenarios y cagatintas, encubiertos como chacales que lamen el subsuelo de los engendros que los originan. Esto es vivir en torno a la más depurada esquizofrenia social, reglamentada por los medios de comunicación antisocial.
De seguro existe una sicopatología en la cultura de la información que abarca desde la mentira, hasta trastornos delictivos derivados por lo medios generosamente llamados de comunicación social. Los trastornos inherentes a la anomia y la conducta iniquidante de la muchedumbre son generados, ex profeso, por los medios de comunicación. Éstos constituyen con su programación y su descarada, política desestabilizadora, un problema de seguridad nacional. Habría que considerar los aspectos nocivos de la engañifa, en la cual los medios sustituyen los problemas de fondo por la forma en un intento de construir marcos de referencia obligatorios del proceso político venezolano. Querer destruir -como intentan algunos actores del proceso político venezolano- con cinismo y frialdad, el posicionamiento de Venezuela en el ámbito internacional y la imagen que lidera el Presidente, es no comprender lo peligroso que es, en algunos casos, someter una decisión tan trascendental a una “sociedad civil” que no esta capacitada ni lo estará para ejercer la conducción de nuestra nación más allá del afán de lucro que la caracteriza.
Con las premisas de este infortunado discurso la oposición escuálida constituye una serie irrenunciable de sociopatías. La revelación de sus malandanzas la justifican asumiendo el mundo miserable de Yago. Personaje shakesperiano donde residen las miserias producidas por la mentira, la conspiración y la muerte. Llama la atención el hecho de que la aparición del periodismo como opinador omnímodo de la oposición se impone según los partidos políticos se convierten en maquinas electorales y pierden su función mediadora entre el ciudadano y el Estado. Muy pocas veces, como está demostrando la televisión, la radio y la prensa, se asume sin venir a cuento un plan desestabilizador; prevaricado bajo la sombra del engaño, el infundio y las miserias representadas por Yago en el Otelo de Shakespeare. Los Yagos escuálidos amplían una matriz de opinión fundamental en la elaboración de una situación contradictoria para nuestro futuro como nación. Los cagatintas tarifados prefiguran la imagen de una Venezuela objeto de la noticia. Esta patraña se hace posible por la inhumana naturaleza política de los apátridas venezolanos. Dicho en otros términos, es evidente que a ciertas alturas de nuestras propias reflexiones, la perfidia que genera la ruinosa alternancia de esta crónica siamesa, liderada por el sistema de poder que controla los partidos políticos, la iglesia, los grupos económicos y los medios, debe ser desenmascarada.
El hambre de la falacia parte de los intereses dispares; y las leyes que operan las mismas, son comunes en el saqueo que todas estas hordas han ejecutado y pretenden seguir ejecutando en nombre de la libertad. Y es obvio, pues, que ellos se creen los dueños del sistema político venezolano. Sin embargo, debemos mantener una estricta supervisión sobre los límites de la intolerancia que globaliza la vida, la economía y la conciencia de todas las actividades que sufragan los medios mal llamados de comunicación. Fausto caprichoso del zurcido que hilvanan los adulterados dueños de la economía.
Venezuela debe escoger lo mejor para su futuro, lo útil, lo que educa positivamente, para que la libertad alcance su dimensión propia y no se nos vuelva una fiesta de cuarenta años de libertinaje, regimentado arbitrariamente por un sistema de poder sin autoridad ni legitimidad.
El político que no asume su responsabilidad, el periodista que manipula el contenido de la información y la “sociedad civil” que pretende menguar el actual orden constitucional no ejercen legítimamente su libertad, porque la están asumiendo como seres que por naturaleza son manipulados. Y es esto así, en suma, una conspiración de actores externos que ordenan las marionetas internas, como parte de un sistema de poder que sólo reconoce el afán de lucro para que la libertad que ellos sostienen siga manteniéndose a través de la explotación. Retroceder a este tipo de opresión, como sucedió con el reinado de Carmona Estanga “El Breve”, es inhumano, además, no resolvió absolutamente nada y demostró ser una mala elección. Nosotros somos un pueblo que desea engendrar sueños más allá de la actitud despótica tejida por la “sociedad civil” y sus acólitos. Hoy, vivimos un dramático desenlace donde no basta cambiar la filosofía de la exclusión para que, supuestamente, con la quiebra del gobierno vigente lleguemos a la liberación de nuestra naturaleza.