Probablemente en Venezuela, los ingenuos sean socialmente una fuerza importante y con poder suficiente para transformar mentiras en verdades.
Creía saber, que durante la década de los años sesenta y setenta hubo en Venezuela una policía política con la función de cazar a jóvenes y dirigentes de izquierdas para torturarlos y luego desaparecerlos. Creía saber también, que los casos de Noel Rodríguez, Jorge Rodríguez Alberto Lovera, Fabrico Ojeda y otros cientos de jóvenes muertos por tortura, eran ciertos. Este domingo salí de mi laguna, porque leí a la académica Gloria Cuenca y según ella; lo que realmente pasó durante estas dos décadas fue otra cosa. Ciertamente hubo una policía política, cuyos integrantes se pasaron de educaditos, respetuosos, cariñositos y sonreían amigablemente cada vez que un familiar de un torturado o desaparecido, se aventuraba a saber si podía tener el cuerpo de su familiar o esperar que el mar lo regresara a una playa.
Leyendo a Gloria Cuenca, entiendo ahora que existió una especie de amor externo entre los torturadores (esbirros) y los familiares. Era una especie de puente de solidaridad entre el torturador y el torturado. Esto fue exactamente lo expuesto por la académica Gloria Cuenca en su publicación habitual de los domingos. Por supuesto, Gloria Cuenca no tiene ninguna necesidad de mentir (y no es capaz de hacerlo) porque fue profesora de ética en la casa que vence las sombras.
Ahora Gloria Cuenca nos coloca frente otra situación. Si en la década de los años sesenta y setenta existió un puente solidaridad entre torturadores y familia; Chávez, en la mente de esta eminente especialista en deontología, es un mercenario. El banquero Cedeño no robó miles de millones. No es ni fue un ladrón y la jueza Affiune es la Virgen María.
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