Extraños acontecimientos estamos viendo en esta revolución bolivariana y socialista. Extraños por tratarse justamente de 1) una revolución; 2) una revolución bolivariana; y 3) una revolución socialista.
Han pasado apenas dos meses de la tremenda movilización popular y consecuente victoria del 7 de octubre y pareciera que fue la derecha la que ganó. Y no nos referimos solamente a los comentarios de los analistas y líderes de esa oposición que se empeña en cambiar las matemáticas y se enreda en sus laberintos para decir que la minoría es mayoría o que el comandante Chávez sacó más votos pero no ganó y otros argumentos del mismo tenor.
Nos estamos refiriendo a hechos concretos de esta revolución:
La derecha venezolana, representada esta vez por Edgar Zambrano, anda que baila en una sola pata luego de las reuniones sostenidas con el alto gobierno con miras a una ley de amnistía para los golpistas de 2002 y más acá. La lista de Zambrano es larga e incluye no sólo a Pedro Carmona Estanga, dictador breve de 2002, sino a todos aquellos que desde entonces se han dedicado a sabotear, parar la industria petrolera, hacer guarimbas, traer paramilitares, desfalcar el tesoro público.
Mientras tanto, a los trabajadores de la Galletera Carabobo se les ordena volver al trabajo porque sus luchas y su huelga “violan el derecho al trabajo” de los que no quieren protestar por la explotación que sufren. Y a Marcela Máspero, dirigente de la central de trabajadores UNETE, por apoyar esta lucha es reprimida y detenida por la GN.
Días atrás hemos estado denunciando las matrices que desde La Hojilla y otros programas y medios del SNMP se quiere posicionar contra los trabajadores eléctricos.
Pero hay más aún: la semana pasada se celebró en Caracas el Congreso Internacional de la Unión Internacional de Sindicatos de la Energía e Industrias Afines. En una revolución socialista y un gobierno obrerista uno habría esperado que tal congreso lo encabezaran las máximas autoridades del Estado, comenzando por el Vicepresidente Maduro, quien fue líder sindical del Metro de Caracas. O que un Rafael Ramírez, un Héctor Navarro o Argenis Chávez se declararan los primeros trabajadores de la industria energética venezolana (petrolera y eléctrica). Pero ni siquiera la Central Bolivariana y socialista de los Trabajadores se acercó por allá. Fetraelec sola y con las uñas tuvo que hacerse cargo de la logística, la organización y el desarrollo del congreso. Al final del mismo, Ángel Navas fue electo por unanimidad como Vicepresidente de esta organización sindical mundial. La oligarquía de la industria energética nacional intentó por todos los medios sabotear y evitar la realización de este congreso.
Uno se pregunta hacia dónde va esto. ¿Cuál es la deriva que está tomando la revolución bolivariana? ¿Va a ser la política del nuevo período de gobierno? ¿O es que simplemente la boliburguesía se está aprovechando de la ausencia del presidente Chávez?
Si es esto último tenemos entonces la esperanza de que estos “errores” se corrijan una vez el presidente regrese. Pero si todo esto responde a la nueva política del gobierno hacia la clase trabajadora, pues muy mal pinta el panorama. No sólo por aquello que ya hemos dicho: una revolución socialista se hace con, por y para los trabajadores, sino porque se pondría en evidencia que el poder lo ha tomado una nueva clase política que ciertamente no es la misma de la cuarta república, pero que económicamente responde a los mismos intereses, por cierto, contrarios a la clase obrera.
Se entiende que desde el gobierno se libre una lucha contra el sindicalismo de estirpe y corte cuartorrepublicano, pero no se entiende que el nuevo modelo de sindicalismo que se busque sea el de un movimiento sumiso, acrítico y hasta arrastrado.
Quizás en cierto modo eso explica la amnistía para los golpistas de la derecha: lo han intentado todo y no han logrado derrotar al gobierno en ninguno de los escenarios, mientras que los trabajadores sí pueden poner en jaque a la nueva oligarquía que poco a poco se ha ido adueñando del gobierno y amenaza con adueñarse de la revolución.
Todo apunta a que vienen momentos de definiciones. Y no bastarán las declaraciones anteriores de jugársela con los trabajadores o de declararse obrerista, porque un peinillazo de la GN en el culo es más elocuente que mil discursos.
También se entiende que esas decisiones sean producto de pugnas políticas en el seno del gobierno, unos que apuestan por el pueblo y los trabajadores y otros que juegan a detener la revolución.
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