Aprender de la abstención

Hace ya una década, el 3 de diciembre de 1995, hubo en Venezuela unas elecciones regionales que devolvieron la Alcaldía de Caracas a las manos de Acción Democrática (AD), tres años después de que Aristóbulo Istúriz, entonces de LCR, se la arrebatara a Claudio Fermín, entonces adeco, por vía de una histórica rebelión electoral.

Dos días más tarde, el 5 de diciembre, apareció un artículo con el título que lleva esta columna, bajo mi firma, en el hoy desaparecido diario Economía HOY. Confieso que lo escribí con decepción.

En las primeras de cambio, me parecía inconcebible que aquella Caracas rebelde tuviese como alcalde a Antonio Ledezma, a quien todo el mundo veía como un político tradicional, hechura perfecta del tiempo adeco-copeyano.

Un delfín de CAP, parecido a éste hasta en el modo de hablar.

Con todos los defectos de la breve e inexperta gestión de Istúriz –“no es lo mismo pedir agua que repartirla”-, me preguntaba por qué el mismo pueblo que rodeó la sede del entonces Consejo Supremo Electoral para imponer respeto al triunfo de Aristóbulo se había quedado en su casa al momento de reelegirlo.

Eran tiempos en que Hugo Chávez, a tres años de otra rebelión, pero militar, andaba de liqui-liqui verde oliva llamando a la abstención, igual que ahora mismo lo hacen, directa o indirectamente, sus adversarios políticos frente a las elecciones municipales del próximo 7 de agosto.

A diferencia de las del 95, cuando también se elegían gobernadores y alcaldes, en las próximas elecciones sólo se escogerá concejales y miembros de juntas parroquiales, lo cual les resta buena parte del escaso sex appel que en un país profundamente presidencialista tiene cualquier elección donde no se defina el nombre del Presidente de la República.

El guión está escrito. Los abstencionistas de hoy, como los de ayer, reclamarán como una hazaña su cuestionable victoria. Asimismo, los ganadores de hoy, como los de ayer, reivindicarán su legitimidad -y la del sistema político- apelando a las estadísticas históricas venezolanas y extranjeras en materia de elecciones municipales: siempre registran mayor abstención que las elecciones nacionales y regionales, así la democracia ahora se llame participativa.

Los perdedores probablemente harán lo que no hizo Istúriz: denunciar fraude.

Menos mal que el artículo de marras quedó escrito, negro sobre salmón -que ése era el color del periódico de los Di Mase-, y diez años después podemos repetir sus conclusiones, anticipándonos a un escenario parecido: “En rigor, muchos de los que se quedaron en su casa ni siquiera saben por qué lo hicieron. Todos, incluso esa misma gente que se autoreprocha haber dado una inmóvil contribución al triunfo de quienes ven como “los peores”, deberían reflexionar sobre lo ocurrido. No serán pocos los que, cabizbajos, se sientan en su intimidad corresponsables de un nuevo mapa político con el que no están conformes”.

“La lógica obligaría a la reflexión, tanto a “dirigentes” como a “dirigidos”.

Para los primeros, la abstención del 3-D debería funcionar como un llamado de alerta. Para los segundos, los titulares de los periódicos del 4-D deberían servir de reprimenda, porque siempre será preferible votar que esperar por los cañones o al grito de ¡saqueo! para poder expresarse”.


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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

 @VillegasPoljakE

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