Desear felicidades por el nuevo año no es suficiente; se queda en el archivo de los lugares comunes carentes de significado real. Prefiero un saludo que diga que me comprometo contigo y con todos a sumarme a la construcción de una verdadera felicidad y no sólo para el año que comienza, sino para toda la nueva era del calendario maya. No bastan los simples deseos que dejan al azar su realización; como dice el refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”.
Suelo pecar de optimista y hoy lo refrendo. El pesimismo –afán por lo pésimo- lo dejo para lo que ya pasó y quedó comprobado por las vivencias personales y colectivas; no hace falta mucha ciencia para comprender lo insatisfactorio de la realidad imperante; para ver cómo el mundo se deteriora en lo físico y en lo social; para llegar a la conclusión de que, de seguir así, seremos una especie en extinción inminente. Dan cuenta de ello los efectos del cambio climático y, principalmente, las crecientes protestas de la juventud mundial afectada por la cancelación de sus expectativas de realización afirmativa. La gravedad de las crisis actuales es, al mismo tiempo, augurio del cambio por venir y por construir. Por eso mi optimismo.
Hay señales. El pasado 21 de diciembre los zapatistas chiapanecos se manifestaron en silencio; su sola presencia, el colorido de sus ropas y el negror de los pasamontañas que los identifica como colectivo y los niega como individuos, logró el objetivo de un vigoroso himno a la humanidad nueva, hoy avalada por la experiencia de sus comunidades autónomas y las nuevas condiciones de bienestar alcanzados por el ejercicio de autogobernarse en plena democracia. Cuarenta mil personas silentes y ordenadas dieron el mentís a quienes los dábamos por muertos (me incluyo). Se cumplieron 19 años del alzamiento zapatista que cobró un alto impacto nacional e internacional como el grito de reclamo por el otro mundo posible. Hoy, sin gritos, pero con enorme contundencia demuestran que sí se puede, que ya lo están viviendo y que, luego de haberse encerrado en la resistencia creativa, vuelven al aire para expresar su verdad.
En el otro extremo de las cosas, la economía mundial no deja de dar patadas de ahogado; las recetas para solucionar la crisis generan nuevas crisis, cada vez más agresivas. Los gobiernos sortean coyunturas adversas, los pueblos sufren mayores agravios. Los capitales sedientos de mayores utilidades se refugian en trincheras de menores riesgos; sus motores están parados por falta de combustible en el proceloso mar del empobrecimiento generalizado que anuncia el tsunami de la rebelión. Por sobrevivencia, en último término, el modelo tendrá que cambiar, aunque no estará exento de serios encontronazos. La serpiente comiéndose la cola, se aniquila sola.
De que el mundo cambia no cabe duda. Los zapatistas de Chiapas y los aymarás de Bolivia; mayas e incas mostrando ancestral sabiduría, universidad de los siglos. La frescura de lo añejo. Los pueblos que toman su destino en propia mano para decidirlo con Venezuela en punta: orando por la pronta recuperación del Comandante Chávez, pero ganado batallas en su nombre. Pueblos que ya no sólo reclaman: actúan y logran.
En México un nuevo gobierno en afán gatopardiano para cambiar para que todo siga igual. Pero lo igual ya no es lo mismo; el dinosaurio está sitiado y toma providencias para salvarse; tendrá que hacer política y ceder; ya su clientela despertó y no está fácil engañarla. Hijo de los poderes fácticos anuncia rebelarse, en el discurso por lo menos, y está en la política la posibilidad de forzar su realización. La resistencia activa hace política y ejerce presión. Lo electoral es sólo una de muchas batallas y no es insólito que perdiendo se gana. De haber ganado AMLO, hoy tendría que estar cediendo ante la presión de los grupos de poder real. Peña Nieto se ganó la rifa del tigre que ya no se deja amansar: tendrá que ceder.
Es para entusiasmarse el designio de la nueva era. Mi mejor deseo es sumarme a que la construyamos juntos.
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