Algunos detalles sobre el difunto rey Fahd

Muere a los 84 años el dictador del primer país productor de petróleo, amigo de EEUU y Europa, que vivió rodeado de oro mientras sus súbditos sufrían la represión y el despotismo.


Ha muerto tras una larga enfermedad el rey Fahd de Arabia Saudí. Fahd Ben Abdul-Aziz al Saud, jefe de Estado y de gobierno de Arabia Saudí gobernaba su país desde hacía veintitres años, aunque había delegado desde 1995 la mayoría de las competencias a su hermanastro y ahora heredero Abdala bin Abdelaziz. La Unión Europea expresó su pesar por la muerte del rey Fahd y destacó el "coraje y visión" con que gobernó Arabia Saudí y la "amistad" que mostró hacia Europa. "Fue un hombre con gran capacidad de liderazgo y visión que hizo mucho por su país y sus ciudadanos. Era también un gran amigo de la Unión Europea", recalcó la presidencia británica a través de un comunicado.

También el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea, Javier Solana, envió un mensaje personal de condolencias al nuevo monarca de Arabia Saudí por el fallecimiento del rey Fahd. "El difunto rey gobernó Arabia Saudí con coraje y visión en una época turbulenta y desafiante. La cordialidad y la amistad que mostró hacia la Unión Europea fue muy apreciada y será recordada", señala el mensaje de pésame. "Confío en que su sabiduría y buen juicio harán posible que las buenas relaciones entre la UE y Arabia Saudí continúen y se hagan todavía más profundas", escribió Solana al nuevo rey Abdalá.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, también remitió a Arabia Saudí un mensaje de pésame por la muerte del rey Fahd y de felicitación a su sucesor.

El presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, expresó sus condolencias y las del pueblo español por la muerte del rey Fadh, en sendos telegramas enviados al nuevo soberano. "Tras su dilatado reinado, la personalidad y trayectoria de Su Alteza el Rey Fahd ocupa ya el destacado lugar que merece en la memoria del pueblo hermano de España", dice Zapatero en sus misivas.

"En estas horas de profunda tristeza, los españoles nos sumamos al pesar de todos los ciudadanos saudíes ante tan sensible pérdida", añade el texto. El Gobierno español ha decretado incluso un día de luto oficial y las banderas en los edificios oficiales y los buques de la Armada ondearán a media asta.
Por supuesto, Juan Carlos de Borbón, cuya familia mantenía una estrecha amistad con su homóloga saudí, tiene intención de viajar a Arabia Saudí para expresar formalmente las condolencias de España por la muerte del Rey Fahd.

Juan Carlos de Borbón envió hoy un telegrama de pésame y quiso hacer llegar 'sus más sentidas condolencias' en nombre suyo y de toda la familia real, así como del Gobierno y el pueblo español. También destacó los estrechos lazos que le han unido al rey Fahd, que llegó al trono en 1982 tras la muerte de su hermanastro el rey Jaled, estrechos vínculos de 'afecto y amistad'.

Los gobernantes que dictan las pautas de buenos y malos en el mundo aplauden a este dictador que estuvo más de dos décadas como jefe de Estado bajo una monarquía absoluta medieval y que ha acaparado una fortuna personal de 30.000 millones de dólares, mientras condenan a los gobiernos que no les compran armas ni les regalan sus riquezas naturales. El rey Fahd es diferente, su país dedica un 12'8 % del Producto Interior Bruto a gastos de Defensa (España destina el 1'5 y Alemania el 1'7), importaciones en su mayoría de Estados Unidos. Su petróleo, a diferencia del de Iraq antes de ser invadido o el de Venezuela, está en manos de las multinaciones norteamericanas.

La última ocasión que el dictador saudí visitó España fue el 14 de agosto de 2002, fue una de sus temporadas de descanso en Marbella. La noticia se abordaba en las páginas de sociedad de los medios de comunicación. Algunos datos de su riqueza eran estos: una corte real de tres mil personas, jet privado más otros tres jumbos para sus 400 familiares, 200 mercedes, cinco millones de pesetas de gasto diario, 500 teléfonos móviles...

Los medios españoles escribieron como pícara anécdota la existencia de una empresa inglesa que "surtirá" de señoritas a las acaudalados saudíes. Solo el bochorno superaba a la indignación cuando se leía eso.

Las autoridades del "mundo democrático" le recibían con los brazos abiertos y le adulaban hasta la extenuación, al igual que ahora le lloran. Recuerdo todavía la fotografía de su visita del año 2002 con el delegado del gobierno, es decir el gobierno español, reverenciándole a su llegada al aeropuerto de Málaga. Una docena de vehículos de las fuerzas de seguridad española le escoltan hasta su mansión. Allí le visitarán el rey de España, el entonces presidente español José María Aznar y el secretario de Estado de EEUU, Colin Powell.

El rey de Arabia Saudí vino a Marbella a gastarse en putas y champán treinta mil euros diarios, mientras en su país la mortalidad infantil es del 23 por mil habitantes, similar a la de Colombia o Rumanía, países con la mitad del PIB por habitante que Arabia Saudí. El Indice de Desarrollo Humano, cifra manejada por las NNUU para expresar el estado de bienestar de un país, en el feudo del dictador es similar al de Brasil, Polonia o México, países con un PIB por habitante de 5.000 dólares frente a los 9.700 de Arabia Saudí.

El dinero que dedica el rey Fahd para educar a su pueblo no llega para alfabetizar al 37 % de los adultos, una situación similar a la de Camerún y peor que la de Tanzania. La escolaridad en Arabia Saudí es similar a la de El Salvador o Albania y mucho menor que la de Zimbabwe.

En cuanto a los derechos humanos, la situación en Arabia Saudí es espeluznante, un último informe anual de Amnistía Internacional, señalaba a este país como el tercero del mundo en ejecutados por pena de muerte, 79 personas durante el año 2002 y 766 en la década de los noventa. Le sigue su principal socio internacional, Estados Unidos. Entre los delitos que conllevan pena de muerte está la sodomía y la "brujería". Las ejecuciones se hacen mediante decapitación, a veces en público. La mayoría de los condenados suelen ser inmigrantes pobres que en ocasiones no conocen el idioma y ni siquiera saben que han sido condenados a muerte y ni ellos ni sus familiares conocen de antemano la fecha de la ejecución.

Amnistía Internacional lleva años denunciando las detenciones de presuntos activistas políticos y religiosos y el secretismo sobre la situación legal de los detenidos. En el feudo de nuestro difunto turista marbellí están prohibidos los partidos políticos, las elecciones, los sindicatos, los colegios de abogados independientes y las organizaciones de derechos humanos. El sistema de justicia penal funciona a puerta cerrada, todos los medios de comunicación son censurados, el gobierno no permite el acceso de las organizaciones internacionales no gubernamentales de derechos humanos. La tortura es la norma frecuente en el sistema saudí. Amputaciones, flagelación y decapitación tras juicios son una parodia de la justicia.

El mayo de 2002 Amnistía Internacional publicó el documento titulado "Arabia Saudí: Todavía un terreno abonado para la tortura impune", en el que denuncia que "a pesar de que Arabia Saudí pasó a ser Estado Parte de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes hace más de cuatro años, el país sigue siendo un caldo de cultivo para la tortura, que se facilita y perpetúa gracias a diversos factores, a saber: la ausencia de una prohibición legal inequívoca que tipifique la tortura como delito, las deficiencias graves del sistema de justicia penal, la práctica (tanto judicial como extrajudicialmente) de castigos corporales que constituyen tortura, la discriminación, de hecho y de derecho, de mujeres y trabajadores extranjeros, y la ausencia de cualquier tipo de mecanismo de reparación creíble. Todos estos factores han institucionalizado la tortura en Arabia Saudí durante décadas y han dado como resultado una larga lista de víctimas, entre los que se cuentan hombres, mujeres y niños".

La represión y marginación de las mujeres saudís no tiene nada que envidiar al régimen taliban de Afganistán. En Arabia Saudí, las mujeres, ya sean ciudadanas del país o extranjeras, están expuestas a ser discriminadas por razón de sexo según las leyes, normas sociales y tradiciones vigentes en el país. Sus derechos civiles, políticos y sociales son violados sistemáticamente. Su libertad de circulación, por ejemplo, está severamente limitada. Una mujer necesita el permiso de un familiar varón para viajar al extranjero. No sólo no puede conducir un automóvil, sino que, si pasea sola o acompañada de un hombre que no sea su esposo ni un pariente próximo, se arriesga a ser detenida por sospecha de prostitución u «otros delitos morales». Estas restricciones de la libertad de circulación no son su única limitación: las mujeres ven severamente restringido el disfrute de muchos otros derechos. Muchos terrenos les siguen estando vedados, especialmente en el ámbito educativo y laboral. En Arabia Saudí ninguna mujer desempeña el cargo de juez y, respecto a la participación en la vida política, si ya está bastante limitada para la mayoría de los ciudadanos, para las mujeres es un terreno totalmente cerrado.

La opinión pública se estremeció el 11 de marzo del año 2002 cuando 14 niñas perdieron la vida y decenas más resultaron heridas al incendiarse el colegio al que asistían en La Meca e impedir la policía religiosa saudí (Al Mutawa'een) que escaparan del fuego porque no llevaban pañuelo para cubrirles la cabeza y no había ningún familiar varón para recogerlas. Los informes también indican que la policía religiosa impidió a los equipos de rescate que entraran en el colegio porque eran hombres y por tanto no podían mezclarse con mujeres.

No creo que muchos de estos datos se recuerden ahora con motivo de su muerte. El hombre que dictaba esas leyes, gestionaba los recursos de ese país y firmaba las sentencias de muerte acaba de morir provocando la tristeza y desolación de los líderes europeos y mundiales. Ya sabemos qué valores y principios admiran los que gobiernan el mundo.

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Pascual Serrano. Rebelión


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