A finales del año pasado (2004), existían en Colombia ochenta mil hectáreas de coca en plena producción. Los carteles de la droga, auspiciando sembrados con la mejores técnicas agrícolas, han pasado de cuatro, a cinco cosechas por año. Y de donde sacaban un kilo, ahora producen kilo y medio por cosecha. Eso quiere decir que las cosechas aumentaron en 25 % y la productividad en 50 %. Esta es la principal razón -y esto lo saben los gringos- por la cual las exportaciones de estupefacientes y sicotrópicos, ha aumentado considerablemente.
Según los medidores históricos que maneja la policía en el mundo, la droga que logran incautar, representa el 10 % de la que logra pasar. Dicen. Pasar y llegar a los mercados consumidores, entre los cuales está el mayor del mundo: Estados Unidos, con un estimado de 45 millones de adictos. Ahora bien, lo peor no es esto. En los Estados Unidos es común el ver a minoristas de drogas ilícitas, vendiéndola hasta en las aceras de Nueva York, en las narices de los agentes de policía y delante de todo el que pasa. También, en los círculos financieros e informativos, es aceptada la especie de que de cada dólar involucrado en el narcotráfico, sesenta (60) centavos les queda a los banqueros lavadores y cómplices de financistas, y cuarenta (40) pagan todo lo demás. Desde los agricultores, que son los que menos ganan (pero a los que más golpean), hasta los traficantes de toda calaña, incluyendo capos y demás congéneres de las mafias que manejan estos negocios, pasando por policías, jueces, mulas, y dele.
Por otra parte este país imperial (EEUU) se ha arrogado el poder de emitir “certificados de buena conducta” -a los países que se dejan-, en cuanto al combate al narcotráfico. A raiz del impasse surgido con los funcionarios de la D.E.A. (Drug Enforcement Administration), Venezuela se apresta a no obtener este año ese certificado. La amenaza que existe es de que inexorablemente nos van a “descertificar”.
Sin el menor atisbo de autoridad moral para ello, porque no combaten el principal aliciente para la producción de estas sustancias prohibidas, como lo es el consumo en su propio patio, y porque incluso funcionarios de la DEA y hasta efectivos del ejército estadounidense han sido pillados traficando en unos casos, y en otros desapareciendo alijos de droga, desde los “montajes” hechos con las denominadas “entregas controladas”, pretenden erigirse en jueces dictaminadores de buenas conductas en el combate al narcotráfico internacional. Lo bueno es que en momento bastante oportuno les ha salido al paso un influyente diario, publicado en sus mismas entrañas: The Washington Post, en el que apareció un escrito mediante el cual exhortan al gobierno estadounidense a no incurrir en el error de “descertificar” a un país como Venezuela, puesto que los números -que ellos mismos manejan- indican que nuestro país logró cifras récord de incautación de alijos o cargamentos de cocaína y otras drogas ilícitas, tanto en el 2004, como en lo que va de año (2005).
Informes serios revelan que el año pasado (2004) se decomisaron 43 toneladas de cocaína en Venezuela, contra 32 toneladas en el 2003, para un aumento en los decomisos del 33 % de un año a otro. Las cifras en el presente año (2005) apuntan a superar con creces esta cifra del 2004. En el rubro heroína, se capturaron 658 kilogramos en el 2004 contra 443 kilogramos en el 2003. Un aumento de casi el 50 % (48,5 %).
Ahora bien, si tenemos -como lo hemos dicho, por sabido- el enemigo adentro, lo procedente es infiltrarlo para saber cómo viene actuando. De esa investigación se reveló que este cuerpo gringo (DEA) en vez de hacer el trabajo para el cual fue creado, espiaba al gobierno y a sus más altos funcionarios, transgredía las leyes venezolanas, e incluso internacionales, por no respetar los derechos humanos, y, por si fuese poco, extraviaba alijos de droga. Entonces, caros lectores, ¿Qué otra cosa podía hacerse con estos señores de la DEA que no fuese ponerlos en su puesto?
Lo cierto es que, basándonos en la “vista gorda” y el lavado de narcodólares que se realiza en los EEUU, lo que debería hacerse -para disminuir drásticamente el problema- es despenalizar audazmente el consumo de estas drogas. De esa manera comenzaría a desmontarse el “estado paralelo” que la droga mantiene sobornando policías, jueces, componentes de la FAN, carceleros, funcionarios diversos, etc. e ir hacia un experimento como el de Holanda, donde ha dado excelentes resultados, para acabar con la corrupción y las muertes que semana a semana rellenan las páginas rojas de nuestros diarios y noticiarios, y que como noticias dañinas a nuestro país, recorren a diario las planas de los medios de todo el mundo.
Entiendo que en Holanda, a pesar de que combaten el tráfico de estupefacientes y drogas ilícitas en general, los adictos se registran en hospitales y otros entes dispensadores de salud, para obtener las dosis -gratuitamente- que demandan sus viciosas urgencias. En los casos en que el adicto (que no es más que un enfermo y como tal es tratado), desea separarse de esa dependencia mortal, es sometido a tratamientos de desintoxicación ofrecidos gratuitamente por el Estado. Es por eso que en ese país del norte de Europa no cuentan con la cantidad de muertos por asaltos que tenemos aquí, donde cualquier drogo mata a cualquier ciudadano para quitarle cualquier pendejada (desde el automóvil, hasta unos zapatos, pasando por un reloj o una chaqueta) y con la venta de lo robado adquirir drogas. Tampoco se dan los casos de matanzas entre bandas rivales en sectores populares, donde por “quítame estas pajas”, o por deudas vencidas o por “control de territorios”, se despedazan entre sí, con la mala suerte de llevarse -a cada rato- por delante a gente inocente. Ganándonos con ello, además, el calificativo de ser uno de los países más violentos del mundo.
Entonces tenemos que este problema debería ser tratado como un problema de salud. Preferentemente por organismos internacionales y nacionales como la OMS, la OPS, el Ministerio de Salud. Y no por la DEA, la CIA y el Ejército norteamericano, ni por la GN, ni el CICPC ni las policías. No debería tratarse como un problema policial, porque si ese abordaje hubiese arrojado éxito no importaría, pero como vemos el problema va en aumento. Y tampoco deberíamos afrontarlo policialmente porque de esa forma lo que hacemos es darle razones a los gringos, quienes a cuenta de que las materias primas para la fabricación de drogas ilícitas se producen en nuestros países (Colombia, Bolivia, Perú, etc.), utilizan esto como excusa para invadir silenciosamente (y a veces ruidosamente, como en Colombia), para espiarnos y contrarrestar movimientos de liberación nacionales (como hacen con las FARC o con los agricultores que apoyan a Evo Morales), e incluso -como ya lo vemos de cerca- estar a tiro de cañón de otros países como el nuestro, solamente porque se instaló en él un gobierno de hondo arraigo popular que desplazó del poder a grupúsculos económicos poderosos y apartidas, que facilitaban a los EEUU el saqueo sistemático, tanto a través de la exacción de divisas, de los bajos precios del petróleo, de robos diversos al erario público, de evasión de impuestos y de pagos interminables de deuda externa.
Propongo que se monten Mesas Técnicas también para examinar este real flagelo que acosa más a la sociedad venezolana y a los conglomerados latinoamericanos en general (que son los que ponen los muertos), que a los propios estadounidenses (que son los que ponen el financiamiento y el mercado). En esas mesas participarían expertos en diversas disciplinas, médicos, sociólogos, economistas, e incluso policías, para saber que se ha hecho, en qué hemos avanzado y qué hemos ganado. El salto adelante también debería darse en esta materia que tanta corrupción genera y tantos muertos nos provee día a día.
manuelrugeles@gmail.com