“La lucha por el socialismo pasa por la izquierda, eso es cierto; pero va más allá”.
Por supuesto, el lector sabe bien que la frase no es nuestra. En efecto, es de Hugo Chávez. No obstante, la asumimos igual porque, no por haber hecho pocos días atrás, antes de sentarnos a observar el panorama y campo de batalla, en el cual de un lado, Maduro se bate con la derecha y en el otro, chavistas entre sí hacen sus escarceos, como Nicmar Evans y Elías Juau, unos apresurados ejercicios teóricos o haber revisado escritura de algún apóstata o, por el contrario, muy ortodoxo personaje, sino haberme pasado la vida de derrota en derrota sin que el socialismo avanzara a la “chimberra” o los “taparazos”, como solíamos creer en los años mozos.
El general Aureliano Buendía, perdió todos los combates que entabló en plan de comandante. Pero supo, por qué los había perdido uno a uno. Eso le dio una gran sabiduría y conste, que el suyo no es el único ejemplo en América Latina.
En verdad no avanzaba. Ni siquiera en la mente de los venezolanos tomaba cuerpo; porque empeñados estábamos en creer y accionar, como si aquello fuese una vaina para místicos y purasangres, que no debíamos compartirla con el todo porque se contaminaba y nos contaminaban.
La lucha de clases no es una cosa del imaginario. Justamente eso dice la derecha; que no existe sino, antes fue un invento de Marx y ahora, en Venezuela, una confrontación que se “craneó” y puso en movimiento Chávez por odio.
Ella puede asumir y ha asumido, el carácter de una guerra convencional y ahora también, de lo que los “académicos”, usualmente llaman de cuarta generación, donde los petardos de alto poder destructivo se sustituyen por armas sofisticadas pero muy contundentes que disparan proyectiles en forma de información e ideas, con la finalidad de “aniquilar” enemigos, atrayéndoles al bando contrario donde antes estuvieron.
Por eso, lo de sumar más gente al proyecto de cambio es una tarea vital y por lo mismo, la aspiración de construir el socialismo “va más allá” de la izquierda y de quienes luchamos con ese fin desde unos cuantos años, que son muchos más de los que de vida tienen dirigentes del socialismo de ahora; de éste del siglo XXI.
Alguien, con mucho acierto, en un trabajo muy denso, dijo que unas de las tareas primarias de los socialistas bolivarianos, consistía en reducir ostensiblemente la oposición, que siendo del 40 ó 45 %, era un peso enorme que hace lenta la marcha. Es más, sumamente peligrosa, si pensamos en la obligación imperiosa de hacer el proceso de cambio irreversible. Es impensable una sociedad socialista con ese volumen opositor.
Hubo una vieja izquierda que le molestaba crecer. Le inquietaba que llegara más y hasta buena gente, procedente de otros espacios; con ideas nuevas, diferentes y hasta hábitos distintos. Era, primero, como incómodo, tener que confrontar las ideas, a veces anquilosadas, y verse obligados a revisarse y prepararse para el nuevo convivir. No. Ella prefería mantenerse originaria y pura.
“La lucha por el socialismo” del siglo XXI y lo dicho por Chávez, que “va más allá de la izquierda”, tomando en cuenta que hay un buen porcentaje de los venezolanos todavía opuestos a nuestro proyecto, lo que todos hemos calificado como incongruente, comienza por abrirle los brazos a todo aquel que quiera venirse a nuestra trinchera y acompañarnos en la tarea.
Hay personajes, seguro los habrá, que demandan un buen marcaje, de eso uno sabe bastante por haber hecho de pendejos durante mucho tiempo. Pero también es verdad, que en un momento de confrontación, de combate duro, no podemos ponerle trabas, fundamentadas en prejuicios, miedos injustificados y hasta infantiles egoísmos, a un escuadrón antes enemigo que, en pleno campo de batalla, cambia de posición y apunta hacia el lado contrario de donde venía haciéndolo.
A ese batallón hay que recibirlo y aprovechar sus fuerzas. Eso no quiere decir, que por hacerle un reconocimiento a una nueva toma de posición que favorece nuestras luchas y más que todo debilita al enemigo, estemos arriando banderas ni descuidando nuestros frentes y hasta retaguardia, porque eso sería desconfiar de nuestra capacidad, fortaleza de principios, dirigencia, e historia de las luchas populares. Es más, sería falta de fe en lo que hemos venido haciendo y dedicado nuestra vida. Peor, si quien así valora, tiene rango académico.
Pero lo más importante por decir ahora, que parece como inapropiado o fuera de tiempo, abrir un debate entre revolucionarios, en el cual, por los momentos, poco tenemos por ganar.
No sé exactamente por qué, quizás por ir contra lo ortodoxia, ahora me provoca evocar a Antonio Machado, “Caminante, no hay camino…”
damas.eligio@gmail.com
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