Voy a reiterar lo que más de uno dijo: “esta es una campaña atípica”. Y lo fue. Pero no esencialmente por lo corta, tal como sugerían, sino porque los dos candidatos parecieron pugnar por ganar las elecciones y así darle continuidad a un mismo proyecto: el legado de Chávez. Lo cual no tuvo precedentes en estos años de la quinta república cuando los candidatos oposicionistas enfrentaron arteramente el proyecto político bolivariano, además de arremeter inclementemente contra su mentor.
Fue muy atípico, escuchar a Capriles decir que Maduro acabaría con los logros alcanzados durante los últimos catorce años. De ese modo, el comandante fue convertido de la noche a la mañana por la oposición, en la persona que encarnó la esperanza de esta patria, la cual debía avivarse nuevamente. Buena estrategia de mimetización para ocultar su verdadera propuesta de gobierno invendible al pueblo.
En el fondo, ello obedeció a que la magnanimidad de Chávez después de muerto, arropó todo el espectro social-cultural-religioso venezolano, al punto de que la clase dirigente oposicionista para no resentir a los chavistas e indecisos y eventualmente conseguir sus simpatías, asumió como estrategia “hacerse parecer a Chávez”.
Si bien ese proceder pudo tener efectos en cierto número de la población electoral, también debo advertir que, permitió radicalizar algunos sectores del chavismo al considerarla como una burla a Chávez. Así como pudo crear entre los indecisos, antipatía a la oposición por considerar a sus miembros carentes de creatividad y poco serios, sentimiento contrario al buscado.
Por todo eso y con la convicción de que la maquinaria roja (PSUV, Gran Polo Patriótico y el pueblo llano) saldrá a buscar los votos hasta desde debajo de las piedras para Maduro, auguro que dentro de tres días obtendremos una victoria contundente que dará continuidad al proceso bolivariano y honrará al Eterno Comandante.
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