Ahora la pelea es con el demonio. Sí, con el Príncipe de Las Tinieblas, pues no puede darse otro calificativo a Pat Robertson, ese millonario evangelista que se atreve a predicar por el mundo la muerte como si fuera la palabra de nuestro señor Jesucristo.
Y es que hay que aclarar que la oposición es un pequeño y reducido grupo de seres humanos, pero inmensa en odio, rencor, intolerancia y cuando insisten en sus intentos de derrocar al presidente Chávez no escatiman en perversidad, maldad y crueldad. Afortunadamente, cada uno de sus esfuerzos han resultado inútiles.
Primero, la oposición fingió enfrentar cuerpo a cuerpo al Presidente y, digo fingió, porque aparentaba estar sola y se demostró que siempre estuvo apoyada por los EEUU, pero igualmente resultaron pulverizados.
Segundo, siguieron la pelea entonces con el respaldo visible de Washington y corrieron la misma suerte. Tercero, la Casa Blanca decidió continuar la contienda presuntamente sola, pero el presidente Chávez acabó con cada uno de sus voceros.
Y cuarto, la oposición venezolana y el gobierno de Washington, ya derrotados con todo y las piernas de María Corina Machado, presidenta de Súmate, deciden buscarle a Chávez esa peculiar contendor, quien anda por la tierra como especie de un ángel de luz, pero en realidad – y tomando en cuenta sus declaraciones diabólicas incitando a la muerte - ha resultado ser un mensajero de Satanás.
Particularmente, no me causan temor las declaraciones del líder “cristiano”, pero obviamente son fiel reflejo del desespero que invade a los opositores, que buscan la fórmula mágica de aniquilar a Chávez sin que pase nada en el país y el mundo.
Las peleas en el plano religioso no son nuevas para el Presidente, esto es hartamente conocido, como igualmente se sabe que sus armas más poderosas para combatir y vencer a los enemigos son la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y su crucifijo de bolsillo que, por cierto, no se lo he vuelto a ver.
Ustedes amigos lectores me disculpan si lo ha mostrado y no me he dado cuenta, pero la falta de ese crucifijo sí me da miedo, porque el proceso de Chávez es una revolución blindada, que tiene el respaldo de los venezolanos de fe y de esperanza, como un mandato divino.
Chávez como militar previsivo y estratega, utiliza la Constitución para avasallar a los adversarios que plantean la batalla en el terreno meramente material, mientras que el crucifijo lo usa para combatir a esos enemigos diabólicos –quizás más peligrosos- que, disfrazadas de corderitos, se aferran a lo espiritual para envenenar el alma y el corazón de la gente de paz y buena voluntad, como lo trata de hacer Robertson, ese influyente y oscuro reverendo amigo de los Bush.
Tanto es así que el “pastor evangélico” se enredó en su propia maraña. Robertson quiso disculparse por sus aberrantes declaraciones y se hundió aún más en la espesa bruma del infierno.
Argumentó sus afirmaciones en que Chávez lo tiene frustrado y nadie en paz con el Señor es presa de ese sentimiento que sí, lamentablemente, invade a esas personas que a pesar de sus derrotas, insisten en eliminar físicamente al Presidente.
Incluso, no se descarta que las declaraciones del televangelista y la de muchos otros que han planteado el magnicidio como alternativa para frenar el proceso revolucionario venezolano, sean una especia de globo de ensayo que busca pulsar los ánimos de la opinión pública nacional e internacional ante la posibilidad de ejecutar un plan de semejante naturaleza.
Por eso mi gran preocupación es el crucifijo de Chávez. Hay que prepararse y aplaudir las diversas reacciones en contra de ese tipo de pretensiones magnicidas. Además, sabemos que los enemigos del líder de la revolución venezolana son poderosos y no les tiembla el pulso. De allí que se debe estar atento...y bueno, en caso de que venga Bush, Robertson o quien sea...¡darles con la cruz!.
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