Cambio y fuera, Macaurelio

He leído tu nueva carta en Aporrea y me apresuro a contestarla, pues considero que de nuevo te vuelves a equivocar conmigo. A lo mejor prefieres un ministro que se calle ante los insultos, acusaciones al vuelo y maledicencias. A lo mejor crees que me vas a silenciar acusándome de estalinista y diciendo que eso es grave en un ministro, como antes me acusaste de manejar la danza de los millones. No me vas a silenciar. Y menos tergiversando mis palabras escritas y saliendo en defensa de Aporrea como si yo la hubiese atacado. Si eres intelectualmente honesto, lee de nuevo la Carta Abierta y verás que no es así. Los compañeros de Aporrea lo saben.
Allí digo, por ejemplo textualmente que No quiero establecer un paralelismo entre esos dos medios (me refiero a El Nacional). No sería justo. Admiro y quiero a Aporrea y la tengo como una referencia.
Pero también es verdad que le hago observaciones críticas a Aporrea como te las hago a ti. Y digo que me preocupan el uso frecuente de la descalificación como norma, el insulto lanzado al vuelo y las acusaciones irresponsables y alegres en el campo revolucionario. No me refiero a las críticas, ni al debate argumentado, sino al tirapiedrismo. Advierto sobre el daño que puede hacer. No censuro a nadie. No chantajeo a nadie. Digo que se presta a hacerle juego al enemigo. Y recuerdo que ese adversario es peligroso por su poder y que gasta inmensos recursos en guerras abiertas y en guerras cerradas, diseñadas y subterráneas.
De ese modo ejerzo mi derecho a la crítica. Pero, ¿qué pasa con eso? ¿Acaso ustedes tienen el monopolio de ella? ¿Acaso ustedes pueden decir lo que quieran y yo tengo que callarme a cuenta de que soy un funcionario? ¿Acaso Aporrea se va a poner brava porque yo haga esas observaciones? ¿Acaso el Macaurelio tiene el pasaporte vitalicio de revolucionario? No, amigo, aquí, en todo caso nos igualamos todos. En esta página dejo de lado el cargo. Soy un camarada más. Y también hago contraloría social, como tú la haces, como la hace Aporrea.
Me llama la atención el ver que ahora le pones agua bendita a tus declaraciones de hace unos días. Me complace. Pero el agua bendita no borra lo que ya está escrito.
Y veo que te amparas en la identificación con el pueblo como si allí se diluyera tu responsabilidad. Y adviertes que no vas a renunciar a la participación y a la contraloría social, porque es tu potestad y obligación. Yo tampoco renuncio y por eso escribo. Pero ¿quién te dijo que tú eres más pueblo que yo o que mis compañeras y compañeros que se esfuerzan en llevar a cabo una gestión pública de la cultura de acuerdo con las instrucciones del Presidente? ¿Tu eres pueblo y los demás somos rábanos, rojos por fuera y blancos por dentro? ¿Quién te lo dijo? ¿Dónde sacaste ese extraño título de revolucionario que te da derecho a ofender?
Si tienes que hacer críticas, hazlas. Y no dudes que te lo agradeceremos. Nadie tiene el monopolio de la verdad. Lo que tengamos que corregir lo corregiremos, no te quepa duda.
Si estamos pegando los tiros a kilómetros de distancia del objetivo (para usar tu misma metáfora) háznoslo saber. Pero con argumentos e ideas, no con agresiones.
Por mi parte ya comienzo a estar harto de que a los cientos de camaradas que trabajan conmigo dando lo mejor de si por llevar adelante la revolución, los descalifiquen a cada rato con el calificativo excluyente de funcionarios, levantando sospechas sobre ellos. No lo acepto. Es una forma como cualquier otra de exclusión. Y sumamente injusta, viniendo de este lado.
Del mismo modo que lo es la sutil diferencia que haces conmigo cuando me dices que soy un político de trayectoria. Ahí te equivocas también. No me considero un político en el sentido en que tú lo estableces. O todos somos políticos en el mundo que queremos construir o que nadie lo sea. Si me lo preguntas, no acepto ese calificativo de político. (Tal vez tenga hoy el ánimo muy sensible). Me defino como revolucionario y bolivariano.
Pero en fin, cambio y fuera. No por falta de ganas de debatir. Sino porque el tiempo no me da realmente para tanto. ¡Qué más quisiera! Afortunadamente uno no es ministro para siempre. Ese día futuro, cuando me sobren minutos, nos encontraremos en las páginas de Aporrea. Y a lo mejor hasta nos hacemos amigos. ¡Quién sabe! Ya te estoy tomando cariño. (Yo también tengo la foto de mi nieto, de un año y siete meses, en la pantalla de la computadora). Un saludo sincero, a pesar de lo duro del intercambio.




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Farruco Sesto

Arquitecto, poeta y ensayista. Ex-Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas. Ex-Ministro de Cultura.

 @confarruco

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