De la grandeza de Hugo Chávez

Más de 7 millones y 1/2 de votos socialistas no es concha de ajo

Allá en mi barrio cumanés, que más bien, era una aldea de pescadores, donde mi padre, pese ser un intelectual pobre o un pobre poeta, quizás por eso mismo, hizo un rancho donde vivía mi familia cuando me asomé a la vida y en el cual crecí hasta el final de mi adolescencia, la gente toda éramos lo que llamaría “socialistas orgánicos” o de hecho, sin saberlo. Vivíamos del mar que era un bien de todos y sus productos se repartían con la mayor generosidad, porque el trabajo también era colectivo.

“Uno para ti, uno para él, otro para aquél, uno para mí; uno para cada uno y uno para el bote o el chinchorro”.

El patrón de pesca se colocaba en medio del círculo que formaban todos aquéllos que de una forma u otra habían participado en la jornada y de esa manera distribuía del producto del trabajo y la generosidad del mar.

Pero todavía, muchos de aquéllos que habían recibido su beneficio a cambio de su aporte, al llegar a la aldea, daban parte de lo suyo a algún compañero que por alguna razón aquella mañana o tarde, como a las cinco, no había podido acudir a la faena. Hoy por ti, mañana por mí.

Pero siendo así, la gente tenía un proceder extraño. La palabra satanizada, metía miedo, mucho miedo, tanto a mí mismo como a mi madre, que cuando llegué a saber su auténtico significado, no me dio rabia, sino risa, porque descubrí que temíamos a lo que éramos de hecho. Lo que era lo mismo que temíamos de nosotros mismos; alguien conocido se encargaba de ocultarnos nuestra propia esencia. Pareciera que a nosotros, humildes, sencillos y solidarios seres humanos, alguien nos había metido de contrabando a Satanás en la cabeza.

“Métanse para adentro”, decían las madres y algunos padres también, a quienes estuviesen a su alrededor, no sólo a los niños, cuando veían a lo lejos, venir hacia ellos, la figura conocida de Rafael Castro, nombrado como “el bachiller”, un maestro de escuela, conocido como militante del Partido Comunista.

Más tarde, cuando llegué a ser amigo de aquel Quijote, él un señor ya mayor y yo un joven iniciado en una universidad, supe siempre tomaba la vía que pasaba frente a nuestro rancho, para ir a conversar o reunirse formalmente con un grupo de pescadores, entre los cuales predominaban militantes y simpatizantes del mismo partido.

Cuando descubrí aquello, me enteré que habíame formado de niño entre socialistas orgánicos y comprendí que era el único modelo para salvar el planeta, preocupación que nos embargó desde joven, por lo que temprano comencé a participar con los grupos socialistas. Pero siempre fuimos pocos y lo que es peor, teníamos “la ceba”, para decirlo como una vez se lo escuche decir a una humilde muchacha, de dividirnos apenas nos salían unas ramas. Parecía, eso siempre creí, que pese nos gustaba llenarnos la boca con la palabra masa, “vayamos a las masas”, teníamos un profundo amor por la soledad. Nos fascinaba ser huraños- Molestaba intercambiar opiniones y encontrar quien discrepase. Eso bastaba para que nos retiráramos, sólo acompañados de unos pocos si acaso, generalmente a una oscura taberna donde servían la cerveza caliente.

Todo el mundo, cualquier idiota candidato hacía sopa con nosotros, porque siendo pocos teníamos las bolas de presentarnos con cuatro candidatos. Por eso, los contrarios, se daban a aquella práctica de “Quiquiriquí, de estos cuatro votos dos son para ti y dos para mí.”

Pero de repente, sin que muchos como yo no nos diésemos cuenta apareció, desde los cuarteles, cosa que si esperaba yo que algún día de allí viniese, lo que en otra oportunidad abordaré para explicar por qué llegué a creer eso, apareció Chávez.

Además cambió la forma de hacer las cosas, la manera de abordar el asunto del poder, enmendándole la plana a unos cuantos consagrados y aún pudo con audacia, invitar al pueblo, al mismo de la historia que conté al principio, al socialismo y logró la hazaña, que hace pocos días, estando muerto, que más de siete millones y medio de venezolanos votasen por su propuesta. Pero antes, logró unirnos a quienes les costaba andar acompañados, soportar al discrepante y supo contagiar de lo mismo a gente en todo el continente y, hasta en Europa, por él, comienzan a meditar de lo bien que nos ha ido.

No importa como sumes, cuentes los votos, tengamos que ampliar la auditoría, pienses que si estuviese vivo la pesca hubiese sido más cuantiosa; ¡piensa en la cantidad de gente que votó por el socialismo y compara con mi aldea, donde uno vivía feliz y acompañado, en una forma socialista, pero huía de miedo cuando veía, allá lejos, la figura del bachiller Rafael Castro!

damas.eligio@gmail.com


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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