En algún momento escuché al profesor Vladimir Acosta sentenciar que no es fácil llegar a viejo siendo revolucionario. Esa vez, a través de Radio Nacional de Venezuela, puso como ejemplo a Salvador Allende, el presidente chileno que no obstante sus 65 años (edad que tenía cuando fue derrocado por el fascismo en 1973) pereció con mentalidad política rebelde. De izquierda, para ser más preciso.
Acudimos a ese recuerdo radial a propósito de cuanto sucede con el Programa Venezolano de Educación -Acción en Derechos Humanos, conocido –sobre todo en sectores de avanzada– como Provea. Según su página web (http://www.derechos.org.ve) nació en 1988 por lo que aunque joven cronológicamente, parece validar la tesis de Acosta cuando comparamos su presente (el de Provea) con lo que fue al final de la década de los años ochenta e inicio de la siguiente.
Me consta que entonces, cuando la represión gubernamental constituía política de Estado, sus miembros se jugaron el pellejo. Como reportero, acompañé su accionar en casos donde la violación a los derechos humanos fue la regla. Sonados casos como la masacre de El Amparo hasta el ajusticiamiento de un humilde vecino en algún barrio citadino, contaron siempre con la valentía, arrojo y sentido de patriotismo mostrado por mujeres y hombres formados para averiguar hechos, dar con la verdad y exigir castigo a quienes resultaran responsables de los atropellos.
Por respeto, omitiré los nombres de quienes esa vez retaron la tropelía adelantada por AD y Copei que hoy, bajo otro color y con apellidos oligarcas, pretender restaurar los dictados imperiales armados contra el pueblo. Los recuerdo con respeto y cariño e ignoro si aún están allí. Pero la Provea de hoy, esa que olímpicamente se coloca al lado de quienes ordenan protestas “pacíficas” provocando la muerte a niños y niñas, dista mucho de la que aprendí a admirar.
Qué lástima que el envejecimiento la haya atrapado tan joven y tan Pro-yanqui.
¡Chávez vive… la lucha sigue!
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