Todo el mundo conoce la historia del orador que exclamó: “Hasta ayer estábamos al borde del abismo, pero hoy hemos dado un paso al frente“.
En realidad no se trata de un chiste. Hay momentos críticos en la historia, donde sociedades enteras perciben el futuro como un abismo oscuro. Son los momentos, tantas veces vividos por la humanidad, en que unos, los que tienen plena conciencia de su vida miserable, los que “no tienen nada que perder, salvo sus cadenas“ 1 (Marx dixit), dan ese paso al frente y abren un cauce al futuro, pero otros, los que navegaron la vida en plácido disfrute de sus bienes, se paralizan, se llenan de terror y no se atreven a dar ese paso.
Estos, no quieren el inexorable futuro que significa dar un paso al frente del abismo y por lo tanto intentan denodadamente olvidar también el pasado. Se niegan a percibir el ser como un devenir y prefieren reducirlo a la nada. Caen en un estado de ensoñación del que es muy peligroso intentar despertarlos porque en ello les va la vida y están siempre dispuestos a cobrarse la nuestra. Se vuelven agresivos, rencorosos y mitómanos, como Capriles, como Corina... la lista es larga y llena de excremento. Negadores del pasado y aborrecedores del futuro, los fascistas son personajes que viven en un instante, en un permanente presente donde en ausencia de referentes, se puede ser cualquier cosa: drogadicto, ladrón mentiroso o pedrasta. Y se puede también aspirar a ser presidente.
Cuando en la historia del Siglo XX, estos personajes han tenido la oportunidad de asaltar el poder, arrastraron a sociedades enteras en oscuros periodos de catatonia: A esta triste condición se le llama Fascismo y surge siempre frente al derrumbe de un privilegio individual o grupal, de alguna hegemonía de clase, o incluso de todo un proceso civilizatorio, como último recurso frente al inexorable devenir de la historia. No importando los cambios de escala, allá donde el capitalismo ya no encuentra un escape histórico hacia adelante, se hace fascista y surgen esas masas alienadas que golpean cacerolas hipnóticamente, las procesiones nocturnas con antorchas o la muerte de Rosa Luxemburgo con su cabeza machacada a culatazos. Veamos:
Luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la hegemonía del imperialismo europeo quedó hecha pedazos. El centro de gravedad metropolitano del capitalismo, se desplazó definitivamente a los Estados Unidos, único contendiente de aquella guerra que gracias a su condición geopolítica y la habilidad con que se condujo el gobierno de Willson2, salió de la feroz carnicería, prácticamente indemne en vidas humanas y con su aparato productivo intacto. Las potencias centrales de Europa, particularmente Alemania, no solo perdieron la guerra. Tambien la amenaza soviética, primera revolución proletaria exitosa, se materializaba y difundía mas como una epidemia que contagiaba de esperanza a pueblos enteros, que como una amenaza bélica concreta. Así fué que luego de la sublevación de la marina imperial en Kiel, en Alemania cayó la monarquía y la Reública de Weimar (1919-1933), traicionando los intereses del pueblo aleman, sostuvo un tibio socialismo monárquico (como el del actual PSOE en España), hasta que los grandes capitales alemanes comprendieron finalmente que se encontraban al borde del abismo y decidieron echar mano de las hordas fascistas “le dieron una patada a la mesa“ e impusieron a Hitler en el poder. Algo similar había acontecido previamente en Italia, donde el 23 de marzo de 1919, Benito Mussolini fundó en Milan el primer “fascio di combatimento“.
Antonio Gramsci decía “El tiempo es la cosa mas importante; es un simple seudónimo de la vida“ 3, pero si la vida es tiempo, si es devenir, el fascismo con tal de detener el tiempo, con tal de cristalizarlo, es capaz de mineralizar la vida, de encerrarla en una carcel como hicieron con Gramsci. Por eso los generales fascistas españoles gritaban “¡Viva la muerte, muera la inteligencia!“4 Y la insignia favorita del fascismo italiano y de las SS alemanas era la calavera, sus uniformes era negros como negra eran las capas de la Guardia Civil española, siniestramente inmortalizada en los versos que le costaron la vida a Federico García Lorca:
“Los caballos negros son
las herraduras son negras,
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
pasan por la carretera
jorobados y nocturnos
Por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan si quieren pasar
y llevan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas...“
El fascismo tuvo y tiene sus filósofos, aquellos pensadores que renegando de la modernidad, se refugiaron en una atormentada Ontología y en la Teología. Nietzsche y Heidegger le dieron cierto sustento racional a Hitler y el discurso de Leo Strauss sustenta hoy las atrocidades del fascismo norteamericano, que nadie creía posible luego de que enterrar a Hitler bajo las ruinas del Reichstag, le costó a la humanidad mas de 20 millones de muertos.
Durante años se generalizó la noción de que el fascismo había sido solo un episodio irrepetible, un momento de locura del género humano, pero esa creencia era solo una cómoda manera de mirar hacia otro lado, de hacerse de la vista gorda frente a Franco, frente a Stroesner, o Videla, o Pinochet, o Somoza, aquel hijo de puta de quien Franklin D. Roosvelt comentó con cinismo "Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
Excepción hecha de los pueblos que los padecieron en carne porpia, todos esos sátrapas asesinos, fueron juzgados con el complaciente desprecio que cubre a los personajes de segunda o tercera categoría, actores de reparto frente a las dimensiones épicas, casi wagnerianas que siempre se le atribuyeron a la maldad de Hitler con mucho de manipulación ideológica. Pero la muerte es una sola. Tanto vale la vida de un judío en Auschwitz o Buchenwald como la de un indio maya en Guatemala, o un mapuche en Chile, aunque eso les suene sacrílego a los sionistas de Israel, tan nazis hoy como lo fuéron ayer Hitler o Mussolini. Y no nos detengamos en figuras como Winston Churchil que hubiera firmado gustoso un armisticio con Hitler si este hubiera logrado derrotar a la Unión Soviética... Solo hay que leer con detenimiento sus memorias.
Como señala Miguel Angel Contreras, cuando el 11 de septiembre de 2001 se produjeron los ataques a las torres gemelas de Nueva York, “Políticos, predicadores y las empresas transnacionales de la información convirtieron la lucha contra el mal en una nueva propuesta terapéutica contra las patologías de la modernidad. Un sino interpretativo eminentemente totalitario, se fortalecía con un vasto movimiento de restauración del fascismo“ 5.
Y en este contexto, surge entre nosotros el “fascismo tropical“ de Capriles, justo cuando la oligarquía venezolana se juega sus últimas cartas, antes de que la revolución bolivariana, alcance el punto de no retorno que nos dejó como tarea central el comandante Chávez. Sin ningún recato, operadores políticos de ese fascismo, recorren hoy el mundo clamando por una intervención gringa en Venezuela, babeando súplicas de ayuda al Sionismo que hoy gobierna Israel, para desgracia no solo de palestinos sino también del pueblo judío.
Hoy ya no solo huele a azufre en la tribuna de las Naciones Unidas, el olor está mas cerca. Es el que desprenden personajes como Alvaro Uribe, Capriles, Ledezma o Maria Corina para no citar mas. Habrá no obstante quien diga que tengo el olfato podrido, porque a lo que realmente huele es a mierda.
1 Manifiesto Comunista de 1848
2 Thomas Woodrow Wilson (Stauton, 28 de diciembre de 1856 – Washington, D.C. 3 de febrero de 1924) fue el vigésimo octavo Presidente de los Estados Unidos. Llevó a cabo una política exterior intervencionista en Iberoamérica y neutral en la Gran Guerra hasta 1917. Su entrada en el bando denominado "Triple entente" inclinó la victoria de este lado. (http://es.wikipedia.org/wiki/
3 Citado por Istvan Metzaros en “El desafío y la carga del tiempo histórico“.- Vadell Hermanos.- Caracas 2009.- ISBN 978-980-212-465-7
4 Frase que se atribuye al General Millán Astray, pronunciada en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, España, el 12 de octubre de 1936, tres meses despues del alzamiento fascista que desencadenó la Guerra Civil Española
5 “Una geopolítica del Espíritu“.- Miguel Angel Contreras.- Fundación Celarg.- Caracas, 2011.- ISBN 978-980-399-119-0
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