El tema del día es Siria. Por el horror inimaginable al que se está sometiendo a ese pueblo desde hace ya dos largos años, siento flaquear mi fe en la humanidad, se me seca la tinta en la pluma buscando, escudriñando algo que no se haya dicho ya, desde el alarido de dolor de los sobrevivientes y el clamor de indignación de millones de gentes en el mundo hasta el análisis ponderado de los equilibrados y asépticos analistas políticos y científicos sociales, que a base de tomar ese analgésico que es la ciencia positiva, contabilizan, hacen complejas operaciones estadísticas con niños destripados, con cerebros machacados y otros datos relevantes.
Todo se ha dicho ya, Todo está consumado dijo Cristo en la cruz cuando se abandonó a su suerte, Cuando quizá en el último suspiro terminó de comprender que el hombre no es redimible de pecado, que la sangre acumulada en sus manos desde Caín en adelante no se puede lavar ni con otros diez Mesias que nos mande Dios Padre. Pero ademas, los tiempos han cambiado mucho, Por si acaso, los Herodes modernos tienen policías, paramilitares y sicarios en todas las maternidades del mundo en previsión de que se le ocurra parir a otra virgen.
Y hasta el buen Diós se ha quedado sin el escenario que tenía contratado con el pueblo de Palestina para el juicio final. Recientemente, los ángeles que estaban ensayando sus trompetas anunciadoras del juicio- le informaron que también el Valle de Josafath fue invadido un día sin previo aviso por tractores blindados que aplastaban todo a su paso para construir una colonia mas para colonos sionistas... Y ellos por supuesto fueron enviados con su música a otra parte. Pero ¿será posible que frente al horror y la muerte se siga hablando de paz? ¿Será posible que hayamos perdido en el camino el simple instinto de sobrevivencia? ¿No habrá nadie que castigue, que haga desaparecer de la faz de la tierra al Gran Satán? al que con propiedad se refieren los ayatolá iranies cuando nombran a los Estados Unidos de Norteamérica. Se me dirá el manido argumento de que debemos culpar al imperio pero no al pueblo de los Estados Unidos.
Pero acaso no son soldados de carne y hueso los que vimos actuando en el horror de Abu Garib, o en las masacres de civiles en Afganistán, o en el infierno de Guantánamo. Un día, cuando pongamos por caso, en Atlanta o en cualquier otro lugar -¡Ruego a Dios!-, al igual que en Nuremberg sean juzgados estos nuevos criminales de guerra, el pueblo yanky, como el aleman se refugiará en la mentira:...Yo no estaba enterado de semejantes atrocidades.
Pero esos jóvenes que hoy van a la guerra como quien va a un día de campo (porque así los tiene domesticados la televisión, donde han aprendido que la muerte siempre le toca a otro mientras ellos están cómodamente sentados frente a la pantalla idiota y comiendo cotufas. Es seguro que volverán... los que vuelvan, mutilados de cuerpo y alma, guiñapos de si mismos... juventud de mala hierba, podrida desde la infancia por el american way of life, que se masturba en la poceta con revistas Play Boy y es capaz de cualquier atrocidad cuando le ha sido amputada la conciencia, o muertos de hambre, carne de cañón latinoamericana desesperados por una Green Card y si acaso, alguno se le escapa a esa máquina casi perfecta de triturar conciencias que es el Imperio, como el soldado Mannig, pues se le somete a cadena perpetua y ... a otra cosa
El único expresa mi dolor y mi rabia es mi querido fantasma, ese fantasma que está enterrado en el cementerio de Alicante, y en cuya tumba nunca falta un clavel lozano.
SENTADO SOBRE LOS MUERTOS
Miguel Hernández
(1937)
Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo sostiene.
Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y para siempre.
Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.
Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.
Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué comer,
y el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
En su mano los fusiles
leones quieren volverse:
para acabar con las fieras
que lo han sido tantas veces.
Aunque le faltan las armas,
pueblo de cien mil poderes,
no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere
mientras que te queden
puños, uñas, saliva,
y te queden corazón,
entrañas, tripas,
cosas de varón y dientes.
Bravo como el viento bravo,
leve como el aire leve,
asesina al que asesina,
aborrece al que aborrece
la paz de tu corazón
y el vientre de tus mujeres.
No te hieran por la espalda,
vive cara a cara y muere
con el pecho ante las balas,
ancho como las paredes.
Canto con la voz de luto,
pueblo de mí, por tus héroes:
tus ansias como las mías,
tus desventuras que tienen
del mismo metal el llanto,
las penas del mismo temple,
y de la misma madera
tu pensamiento y mi frente,
tu corazón y mi sangre,
tu dolor y mis laureles.
Antemuro de la nada
esta vida me parece.
Aquí estoy para vivir mientras
el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y para siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.