El mundo invisible

Resistencia a los cambios

No Sólo es en Venezuela que un reducido grupo de personas se niega a ver los cambios que se están suscitando en el país. Es que en EEUU, especialmente el aparato de gobierno, también los hay. No quieren ver, por ejemplo, que un indio es Presidente de Bolivia, que un autobusero es Presidente de Venezuela, que un ex guerrillero lo es de Nicaragua, que un revolucionario sin fortuna ni bienes materiales de ninguna naturaleza lo es de Uruguay, que un profesional universitario de clase media, lo es de Ecuador. Ni que hablar de Cristina, en Argentina, Lula, en Brasil. La misma gente se resiste a aceptar qué América del Sur ya no es el patio trasero del Tío Sam.

La resistencia a los cambios es arrecha. A Galileo lo excomulgaron por decir que la tierra era redonda. A Cézanne y Monet lo tildaron de locos en París, cuando intentaron imponer el Impresionismo. Al curita de las Sandalias del Pescador, de Morris West, lo asesinaron por plantear la renovación de los métodos de captación de nuevos feligreses de la Iglesia Católica. El Papa Albino Luciani muere extrañamente cuando se presagiaba que aplicaría profundos cambios en el Vaticano. Ha sido el único Papa que ha visitado la cocina del Vaticano y que ha comido con los camareros.

Chávez construye La Limonera en predios de Baruta y les da las casas a gente humilde y los habitantes de ese municipio se arrechan porque los nuevos habitantes son chusma, lumpen, y no merecen vivir en el este de Caracas. La resistencia a ese cambio se observó un día después del triunfo de Maduro en las elecciones presidenciales cuando la emprendió contra ellos gente que se considera superior y que no acepta como vecinos a quienes no sean de su clase social.

Lo mismo podría ocurrir en Lechería, Anzoátegui, si se concreta un viejo rumor que viene señalando que en esa zona, considerada como el este del eje metropolitano Guanta-Puerto La Cruz-Lechería-Barcelona, se edificarán 20 mil apartamentos para familias de clase pobre. O si algún día construyen el puente que comunicaría a la parte noroeste de Puerto La Cruz, en su mayoría gente humilde, de bajos recursos económicos, con el Complejo el Morro, de Lechería.

Para algunos. Resulta cuesta arriba aceptar los cambios si estos afectan sus privilegios, canonjías, coimas, caché. Por ejemplo la élite caraqueña nunca ha aceptado que ahora el pueblo asista al teatro Teresa Carreño, a disfrutar de las Bellas Artes. Es lo que yo llamo envidia elitesca (algo de eso escribí en aporrea hacia unos años). O como me dijo un día un profesor universitario: “Eso de crear muchas universidades “proletarizaría” la educación superior y todo el lumpen tendría un título universitario” (FIN DE MUNDO).


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Américo Hernández


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