La descalificación a priori a veces sin darnos cuentas nos hace más daño a nosotros mismos que a quienes tratamos de descalificar. Siempre hemos creído que todo tiene su valor. De muchacho cuando nos iniciábamos en la lectura del gamelote que escribió Karl Marx, Vladimiro Ulianov (Lenin) Friedrich Engels, Plejanov, Georges Pulitzer, Leon Trosky y tantos otros, que nos llenaron de luces para ver la historia desde lo más profundo de su contenido y llegar a comprenderla como un proceso evolutivo de la humanidad, en el cual teníamos que insertarnos si no queríamos que nos triturara su trapiche y, así aprendimos a leer de todo.
Porque aunque parezca mentira y hasta risible, los cómics y las novelas vaqueras, de Marcial Lafuente Estefanía, así como las rosas de Corín Tellado, por nombrar dos de los más famosos de la década de los 70, les encontramos utilidad, aun cuando luego de destrozarlas en las discusiones de las peñas literarias nos sirvieran para alimentar una pira. Pero eran útiles pese al escaso valor intelectual que representaban, pero nos servían para ejemplarizar a cerca de los códigos y mensajes de dominación que ellas contenían.
Fueron muchos los camaradas, que aprendieron a amar la lectura a través de esos adefesios literarios, que luego a mediante el trabajo ideológico, se cambiaron a las obras revolucionarias, por eso decimos que no hay nada absolutamente negativo, como tampoco todo es absolutamente positivo y de allí que necesario es atender con cuidado al que habla gamelote y a los que escribimos gamelote, porque: ¿Que tal si dentro de esa pajonal, haya algo que sirva más que para alimentar algún rumiante descarriado?
Lo otro es que hay sentencias axiomática de nuestro pueblo que nos dejan enseñanzas como esa de:” El hábito no hace al monje”, o, “No todo lo que brilla es oro.” El hecho de que alguien viva como un burgués, porque las circunstancias se lo hayan permitido, no quiere decir que no puede pensar y escribir como revolucionario. Como tampoco es cierto que por el hecho de haber pasado 25 o 30 años en una fábrica vamos a ser radicalmente revolucionarios. Allí está Lech Walessa, un caso emblemático internacionalmente conocido y, en Venezuela tenemos ejemplos para prestar y regalar. El viejo Marx, el hasta ahora ideólogo indiscutible de las luchas obreras, no escribió el Capital en ninguna fábrica, ni vivía en ninguna Fabela o Gueto.
Lo otro es, lo que fue una constante del Ché Guevara y luego oración de cabecera del Comandante Eterno Hugo Rafael Chávez Frías, “La humildad”, como principio revolucionario. La irreverencia en el debate y lealtad en la acción. El Ché la simplificaba, en que el hecho de que alguien nos diga una verdad cara a cara, no quiere decir que nos falte el respeto. Por supuesto si partimos del hecho, que por principios en la revolución no hay vacas sagradas, sino compañeros, camaradas, sujetos al reconocimiento, pero también a la crítica y a la autocrítica. Sil alguien dentro de la revolución se excede o equivoca en una apreciación para eso está el recurso ideológico de la discusión, de la dialéctica, para refutarlo, pero no con descalificación como si se trata de un enemigo político de la derecha fascista. Es cierto, que no todos somos buenos árboles para dar sombra, pero siendo “Gamelote” si no servimos para sombra, damos piso. El Gamelote en el campo, es abono natural, de manera que también tiene valor.
Así que nos pareció de mal gusto y un poco altisonante, el tono del camarada Presidente Nicolás Maduro, de quien tenemos el mejor concepto y aspiramos que emule al Comandante Chávez, en sus ejecutorias, cuando se refirió a camaradas que escriben y critican algunas acciones de gobierno, con o sin razón, pero que lo hacen con el pleno derecho que les da la constitución y los principios revolucionarios a disentir.
El hecho de que algún venezolano tenga una apreciación diferente a la del gobierno en cuanto a la devaluación de la moneda, en el momento que se llevó a cabo, que critique la línea blanda del Estado hacia quienes hambrean al pueblo y se mantienen empujando el tren del golpe blando, que no apruebe el aumento de los precios de alimentos y otros elementos de las cesta básica que la derecha fascista tienen acaparados o que critique la concesión de dolares para la importación a quienes financian el golpismo en Venezuela, la excensión de impuestos a los grandes productores, o que le angustie y así lo manifieste de la salida del aire del algunos programas conducidos por reconocidos camaradas, no quiere decir que sea “Un Pajuo”, una “bruja”. No. Está en su pleno derecho y la mejor manera de combatirlo no es descalificándolo, es abriendo la discusión sobre la duda, hasta convencer y aquí volvemos con aquello del gran Víctor Hugo: “Nada tan estúpido como vencer, la verdadera gloria está en convencer.” Por eso consideramos que por muy insignificante que sea el “Escribidor de gamelote”, necesario es leerlo y buscar las razones que tiene para criticarnos antes que acusarlo de saltador de talanqueras o de “Pajuo”.
Es peligroso caer en el “obrerismo” puro, vertical, porque en los tiempos que vivimos el embrión de la revolución está en todos los trabajadores, entendiéndose como tal a quienes vivimos de un salario independientemente de la formación académica, autodidacta o de la naturaleza que sea y en consecuencia sentimos y sufrimos lo mismo. Tan explotado, es el lava tuercas en un taller como el ingeniero mecánico que trabaja para el capitalista, que para los efectos ambos tienen el mismo valor para el patrono, son mercancía. De allí que en este proceso somos importantes todos, desde los que manejan los hilos del poder, hasta los habladores y escribidores de gamelote, que estamos luchando y pujando por preservar el legado del Comandante Eterno, que supo oír y escuchar a todos por igual. Por eso llamamos la atención camaradas para enriquecer la discusión irreverente, pero sana, sin descalificaciones, porque el gamelote no da sombra pero da piso.