La historia es la historia, las experiencias deben enseñar y la dialéctica nos dice que no solo se requiere de la razón para triunfar, precisamente se aprende de todos y cada uno de los imperios o fuerzas dominantes, la diferencia digamos, contemporánea, está en el uso de la tecnología, efectivamente es este el desiderátum obligado para comprender la conducta confesable de la oligarquía mundial que trasciende a través de las grandes corporaciones.
Los imperios que se originaron posteriores a la era cristiana, o después de Cristo, así nos lo dicen, el imperio romano sostuvo su poderío a través del sometimiento por la fuerza y el control económico que ejercía con los tributos “al emperador”, no había manera de mantener conversación alguna, solo que, eso no formaba parte de la “diplomacia” de entonces, los españoles cuando produjeron el mayor holocausto en la historia de la humanidad acabó con millones de seres originarios que vivían en suelos americanos en sistemas de socialización y solidaridad, el diálogo nunca existió, el factor dominación combinado con otras formas de dominación “intercambios” y la compra de algunos indígenas como el caso de la “malinche” en lo que hoy son tierras mejicanas, que traicionó a su propio pueblo y fue utilizada para sojuzgar al resto y luego acabar con ellos; en la segunda guerra mundial Alemania pretendió convertirse en el imperio del mundo nuevo y que gracias a la decidida intervención de las fuerzas de la Unión Soviética que resistió heroicamente, dándole un vuelco extraordinario al curso de la guerra, después de ello, es cuando EEUU decide intervenir en solidaridad con los intereses habidos en los países intervenidos y es justamente inmediatamente terminada la guerra, que surge un nuevo imperio, que en principio la Unión Soviética le hizo frente, el imperio norteamericano no solo impone la presencia militar sino además la hegemonía económica del llamado mundo occidental hasta nuestros días, para ello, el uso de la fuerza militar en cuanto elemento “disociado” se le oponía, produciendo en el mundo millones de muertos, ya los objetivos no eran solo territoriales, el arraigo de propiedad sobre los recursos naturales fundamentalmente el petróleo.
Así es que llegamos hoy día a lo que conocemos como el imperio gringo y/o norteamericano, basado en el sojuzgamiento involuntario de naciones y países que en complicidad con “nacionales”, someten a los pueblos y expolian recursos naturales y reducen la conciencia humana a estados presenciales a partir de nuevos tipos de injerencia, abaten a través de la propaganda y/o publicidad la conciencia nacionalista lo que permite que grandes contingentes de miseria y pobreza, reduzcan las fuerzas de la lucha por sus reivindicaciones sociales y políticas, no es casualidad que esto ocurre luego de finalizada la segunda gran guerra europea mas no mundial, en cuyos resultados hubo un reparto inequitativo de países y por naturaleza de sus riquezas naturales.
Evidentemente que, con este imperio no hay diálogo que valga, muchos han sido los eventos que nos permiten asegurar tal situación, pueblos y gobiernos débiles no resisten el acoso continuo, chantajista y abrumador que sus políticas generan. Sus políticas de intervencionismo directo en ocasiones y otras agazapados en otro tipo de guerras denominadas de cuarta y hasta quinta generación, lo que coloca la balanza en términos de decisiones para lograr desatar esos nudos que en el caso de Latinoamérica alcancen estadios de liberación e independencia.
Afortunadamente, en estos tiempos surge un líder que logró hilvanar a través de la voluntad, claridad, objetivos y metas sumamente claros, líneas maestras que han permitido que países de la región hayan alcanzado esos niveles para desarrollar políticas sociales autónomas y repletas de patriotismo, efectivamente es Hugo Chávez, el paladín de estos logros y como tal le rendimos honor y gloria, habiendo demostrado que con el imperio no se dialoga, por el contrario, se le demostró fuerza de pueblo que por vía democrática se comenzara a construir la alternativa al capitalismo depredador, si en algún momento se vence la inercia de la historia, quedará demostrado que no es a través del diálogo sino de la fuerza de los pueblos.